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sábado, 20 abril, 2024
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Un Día sin Odio (2)

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

En la aportación de hoy se tratará de revisar la propuesta de la semana anterior que consiste en prepararse para la difícil tarea de omitir del repertorio de cada quién los episodios conductuales que tienen que ver con las manifestaciones de ese sentimiento ambiguo que es mejor conocido como odio, cuya definición puede afirmarse de la siguiente manera: “Sentimiento de aversión y rechazo, muy intenso e incontrolable, hacia algo o alguien”. El problema de esta definición no aparece si lo dejamos en el terreno de los “sentimientos”, este se manifiesta cuando se llega al terreno de los hechos y se vuelve externo en episodios que, por regla general, son altamente lamentables.

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Y el problema se acrecienta y llega a niveles incontrolables cuando el objeto o el alguien, responde de la misma manera y peor aún cuando se transforma en cadenas de represalias y justificaciones para a fin de cuentas llegar a situaciones que ya no tienen solución y no hay manera de dar vuelta atrás, independientemente de los intentos para encontrar espacios de armonía en medio de un caos irrefrenable y totalmente sin sentido. Lo peor del caso es cuando los episodios encadenados de odio se repiten sin control y muchos de los involucrados ni siquiera recuerdan o saben el origen de las reyertas.

Lo grave de estas situaciones es que crean modelos de aprendizaje que justifican estos episodios y se vuelven no solo recurrentes, sino que adquieren categorías de espirales interminables e inauguran escuelas de pensamiento derivadas de estas malas prácticas que al afianzarse permanentemente justifican su existencia y la confundida humanidad navega convencida de dichos modelos, imitándolos y perpetuándolos como algo natural. Así se ha presentado esta circunstancia desde que apareció ese fenómeno de depredación humana llamado propiedad privada y su engendro favorito, el Estado.

Pero se trata de encontrar soluciones, no de engrandecer este fenómeno de degradación humana. Se podría justificar al odio en cuanto se quede en su categoría de “sentimiento” que le hace equilibrio al otro sentimiento que lo complementa, el amor, y no se manifieste en acciones generalmente destructivas. Cuando el odio aparece activamente, sus objetos pierden toda su estabilidad anterior y entre otras cosas se paralicen, sometan, escapen, traten de evitar los daños, desarrollen comportamientos inexplicables tanto conductuales como fisiológicos y el más extremo de todos, responder con la misma moneda.

La única manera de evitar estas circunstancias es abstenerse de manifestar en las personas estos actos aberrantes partiendo de principios tan elementales como de que cada quién tiene el mismo derecho a la vida pacífica que cualquier otro. Esto requiere que el odiador se niegue a sí mismo y comience a desaprender sus episodios de odio y empiece a construir sus realidades en base al principio de no ejercer estos sentimientos y actos que los ejemplifican. Todo es cuestión de establecer las condiciones para que cada persona encuentre en el comportamiento alterno e incompatible al odio una manera de sobrellevar su vida. A este sentimiento se le pudiera denominar como amor, pero el nombre es lo que menos importa, lo esencial es que ya es tiempo de darle la oportunidad a la paz, como lo cantara en su momento el maestrísimo John Lennon (Give peace a chance, 1972. Reeditada en 1996 con The Plastic Ono Band).

En fin, estimado lector, la pregunta sigue, ¿ha sido capaz de posponer los episodios de odio por al menos las próximas veinticuatro horas? Si los alcohólicos anónimos pueden, ¿por qué uno no? Además, no se si usted sepa, pero cuando se odia con justificación o sin ella, su química interna se vuelve una auténtica porquería y las personas que lo conocen difícilmente van a mostrarle algún día un mínimo de afecto y, créalo o no, tarde o temprano va arrepentirse y nadie se lo va a creer.

Así que siga el consejo de esta humilde recomendación, hoy no odie nada ni a nadie. La Naturaleza se lo va a agradecer. Deja mejores dividendos el amor al prójimo y mejor aún, a la Madre Naturaleza y a todas las formas de vida que la pueblan.
Un día más, cada día.

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