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viernes, 29 marzo, 2024
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Implicaciones económicas del covid-19 en el marco del nuevo modelo de crecimiento en México

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Por: JOSÉ DE JESÚS SERRANO DÍAZ •

México enfrenta su mayor desafío en décadas: La pandemia de covid-19 y la puesta en marcha de un nuevo modelo de crecimiento económico. Como habíamos señalado en un artículo anterior de quien escribe, la política económica impulsada por el Presidente López Obrador está cimentada en un modelo económico pos neoliberal, el cual se inscribe en la ruta latinoamericana de los países que han impulsado una lucha contra el neoliberalismo; una lucha contra un modelo económico que ha arrojado malos resultados en cuanto a estabilidad, crecimiento y bienestar; una lucha contra el Consenso de Washington, etc. Este modelo se caracteriza por establecer una política económica basada en la inspiración keynesiana, no con las mismas recetas de los años 40s, 50s y 60s (ejemplares en términos de estabilidad y crecimiento), pero sí con una mayor participación del Estado en el control de la economía con miras a fortalecer el mercado interno y garantizar el bienestar de las familias.

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Lamentablemente, la presencia de la pandemia ha aplazando esta etapa de transición hacia este nuevo modelo, toda vez que las implicaciones de este tsunami sanitario han modificado los pronósticos de crecimiento económico para este año, es decir, se esperaba una tasa de crecimiento del 2.7%, la creación de más de 2 millones de empleos, mantener la estabilidad macroeconómica, impulsar el mercado interno a través del aumento de la demanda, entre otros. Sin embargo, la crisis sanitaria cambió súbitamente dichos pronósticos, dado que en este momento las variables económicas han sufrido ya una contracción importante. Por ejemplo, la tasa de crecimiento económico para el primer trimestre de este año se redujo a -1.6 %; el tipo de cambio padeció una caída de 5.1 unidades por dólar; se han perdido poco más de 300 mil empleos formales; los precios del petróleo han tenido una gran volatilidad, al punto de que cayeron a -2.37 dólares por barril en el mes marzo para volver a subir a 27 dpb en mayo, se han quebrantado las cadenas globales de valor, etc.

Estas implicaciones económicas, se estiman serán de mayor profundidad en los siguientes meses. Por ejemplo, se habla que la caída de la demanda agregada pueda ser de hasta -6 %; una cifra relativamente moderada para los conservadores, pues ellos estiman la caída de la economía mexicana hasta en un -9 por ciento. Lo cierto es que es difícil evaluar en este momento el impacto de la pandemia, toda vez que aún no hay datos sólidos y aún no se ha reactivado la actividad productiva en su totalidad. Aquí cabe mencionar que la economía mexicana ya venía descendiendo desde los gobiernos anteriores, ya que desde la crisis del 2009, el crecimiento registró, en promedio, una variación trimestral del 0.5 por ciento. El demoledor impacto económico ya estaba a la vista, pero el coronavirus no generó esa eclosión. Sólo detonó tensiones previas de las finanzas y la producción.

Una de las variables socioeconómicas que más va a resentir el impacto de la crisis de salud pública es la clase trabajadora. Sobre todo, porque no sólo aumentará aún más el desempleo, sino porque durante gran parte del periodo neoliberal se abandonó a este sector poblacional, dejándolo a la suerte de los dueños de los medios de producción que sólo piensan en cómo aumentar su tasa de ganancia. Y como, según la teoría del valor, la ganancia proviene de la explotación de la fuerza de trabajo, a medida que ésta aumenta, aumenta también la tasa de explotación en sus distintas modalidades. En este caso, a través de la intensificación del trabajo (plusvalía relativa). Este proceso da como resultado un mayor empobrecimiento o precarización de la mano de obra, ya que se traduce en menos ingresos, menos horas de trabajo, menos prestaciones sociales, mayor incertidumbre laboral, crecimiento del outsourcing de mala calidad, etc. En efecto, durante los últimos 15 años, la fuerza de trabajo que padece esta condición de precariedad laboral se duplicó. Según la Tasa de Condiciones Críticas de Ocupación (porcentaje de la población ocupada, que se encuentra trabajando menos de 35 horas a la semana por razones de mercado, más la que trabaja más de 35 horas semanales con ingresos mensuales inferiores al salario mínimo, y la que labora más de 48 horas semanales ganando hasta dos salarios mínimos), para el año 2005 registró una tasa del 14 %, equivalente a 5.7 millones de trabajadores en esta condición. Para el 2019 aumentó a 19 %, es decir, poco más de 10 millones de mexicanos. Y lo peor es que se prevé que este indicador siga una tendencia ascendente. Entonces, este incipiente nuevo régimen, no sólo se tendrá que hacer frente al creciente desempleo y todo lo que ello implica, sino que además, tendrá que atender los problemas laborales heredados del modelo neoliberal como los ya descritos.

No obstante, creemos que algunas variables como el desempleo, el tipo de cambio, los precios del petróleo, entre otras, serán transitorias mientras dure el periodo de confinamiento. Una vez reestablecido el riesgo de contagio, las empresas y los negocios volverán a su vida productiva, que dicho sea de paso ya inició la primera etapa, de tal manera que será posible reducir los pronósticos catastróficos que señalan los “especialistas” conservadores. No obstante, algunas otras variables como el crecimiento económico y la misma precarización laboral tardaran más tiempos en mejorar. Esto será así, porque el modelo que se gesta en el país es un régimen que en materia económica busca corregir cuando menos tres problemas estructurales que han vulnerado los niveles de bienestar de los mexicanos durante el periodo neoliberal. Por un lado, la tendencia a la baja de la tasa de crecimiento económico. Por otro lado, el aumento en la tasa de explotación de la fuerza de trabajo. Y, en tercer lugar, la caída en la inversión pública en las actividades productivas.

Ante este panorama y en medio de esta etapa de transición hacia un nuevo modelo pos neoliberal, el gobierno federal ha impulsado una serie de estrategias económicas para enfrentar la pandemia que consisten en tres ejes: mayor inversión pública, creación de empleos y mayor honestidad. La base de estas estrategias es la que guía este modelo, es decir, el combate a uno de los vicos morales más lacerantes de la vida pública: la corrupción.

Por ello, hoy más que nunca es imprescindible e inaplazable seguir por la ruta del nuevo del régimen; un nuevo régimen en el que se garanticen las libertades ciudadanas y se privilegie la calidad de vida de las familias; un nuevo régimen en el que el Estado esté al servicio de la sociedad y no del capital; un nuevo régimen en el que la virtud y la moral sean los ejes constructores de una nueva sociedad mexicana: más humana, más justa, más fraternal. ■

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