Ante el nuevo paradigma de que la cultura está ligada a los derechos humanos y de que la noción de progreso sólo puede concebirse a partir de su inclusión, hoy, en este nuevo escenario de la pandemia por Covid-19, este planteamiento cobra una dimensión fundamental para entender de que ya nada será como antes y que con urgencia, habrá que instrumentar en serio, una asociación entre cultura y desarrollo sostenible, orientada al reconocimiento de la diversidad.
En la administración pública federal observamos decepción y un desgaste acelerado en su relación con la comunidad artística –una, que sigue dividida y desinformada a pesar de su gran talento -, ante una sociedad atónita con bajos niveles de comprensión sobre la problemática, pero que durante y tras esta cuarentena, ha sido partícipe y testigo de la gran valía de la actividad cultural que disfruta por internet al consumir música, teatro, cine, literatura, arquitectura, danza, folclor, gastronomía y arte popular.
De algún modo la población sabe ahora, que sin arte y sin cultura en momentos de confinamiento como ahora, la vida sería miserable, sin expectativa, plana y dantesca, por no decir brutal, ante la violencia establecida ya, en las familias mexicanas como una “forma normal” de comunicación.
En este panorama de incertidumbre y recelo, quién asumirá la estafeta frente al deterioro institucional, no sólo de la federación, sino de los estados que lamentablemente han tenido que bregar con presupuestos estrechos, en su mayoría dependientes del “buen corazón” del gobernante en turno y del “amiguismo” complaciente y oportunista que favorece ciertos proyectos para ventaja propia y olvida la lucha irrenunciable de que la cultura pugna por el bien popular.
Quizá haya excepciones que desconoce quién esto escribe, pero un gran número de secretarías, institutos y direcciones de cultura, están remitidos casi exclusivamente a trabajar el presupuesto que se les otorga – en su mayor peso destinado a pagar nómina, rentas y materiales – y los programas culturales ya convenidos con la federación, pero, y la gestión para incrementar sus recursos para producir libros, discos, exposiciones, apoyar museos, artistas, intelectuales, artesanos, investigadores y migrantes ¿ Qué lugar ocupa, hay idea más acá de la literatura, dónde se gesta y ante quiénes se pone en práctica…?
No hay respuesta sencilla, pero este análisis va encaminado al empoderamiento de la universidad como laboratorio universal del arte y la cultura, al rescate de su papel protagónico en la cultura local y nacional, a que vuelva a ser el centro vivo de su razón de ser y estar en su compromiso social.
No será fácil porque ante la crisis económica que se avecina, las universidades con seguridad, redoblarán su batalla permanente por su presupuesto y sus arengas políticas, pero será estratégico que se replanteen y cambien sus estrategias, una será la gestión a través de sus áreas de vinculación, extensión y comunicación, porque la comunidad se preguntará, cómo se reasumirán después de esta contingencia sanitaria.
En julio de 2015, durante el Tercer Encuentro de Cultura denominado “Políticas culturales, Ciudades y Desarrollo Local” realizado en el Centro Cultural Universitario Bicentenario, un espacio arquitectónico extraordinario de la Universidad pública en San Luis Potosí, la que esto suscribe, saludó a la Dra. Lucina Jiménez, una de las ponentes principales, cuya conferencia se centró en derechos culturales; tras el abrazo, hubo un cuestionamiento respecto a la crueldad y olvido de las instituciones que dependiendo del gobierno en turno –entrante o saliente-, desechan a sus promotores con responsabilidad directiva y toman a otros de su contentillo, sin evaluar experiencia y dominio sobre temas culturales.
Siguió una pregunta más sobre el abandono a las culturas populares por un lado, y por el otro, el papel asfixiante del Estado a querer controlarlo todo de manera vertical y desde arriba; su respuesta fue lacónica y ruda: “El trabajo del gestor cultural va más allá del estado y está obligado a encontrar nuevas fuentes de creatividad y financiamiento; debe cambiar su forma de pensar y apartarse de la idea de que el Estado – Nación, lo resolverá todo”.
Más o menos así me respondió Lucina Jiménez, quien hoy es titular del INBAL de la Secretaría de Cultura federal, especialista en políticas y gestión cultural, educación artística y desarrollo de públicos, reconocida internacionalmente.
El encuentro en el Centro Cultural Universitario de San Luis Potosí y los acontecimientos recientes en el País y aquí en Zacatecas, fortalecen la reflexión de que habrá que reanimar lo ya existente, buscar nuevas vías para la gestión a través de las universidades y que se reinventen bajo la idea de que antes del presupuesto, lo importante es el proyecto.
Con certeza, el cuarto pilar que representa la cultura, buscará regular después de esta pandemia, qué instituciones públicas queremos frente a la sociedad (que también deberá cambiar) y qué papel jugarán las universidades públicas frente a la nueva construcción social de la que formamos parte, porque ya se está construyendo, y con una problemática que aún no dimensionamos, un nuevo diseño de comunidad contemporánea.
P.D. Óscar Chávez ha vuelto a nacer y su canto vivirá por siempre en nuestros corazones. Qué pena que en 1995, a través de esta portadora, las autoridades estatales no tuvieron presupuesto para hacer un disco con corridos de Zacatecas, interpretados por él; quería hacerlo no sólo por sus raíces zacatecanas, sino porque respetaba y admiraba profundamente nuestro patrimonio cultural. Quien aprovechó la propuesta fue el Estado de Guanajuato. Hasta siempre cantor, investigador musical y crítico de la política mexicana, ya estás con Tehua y Amparo Ochoa. Igual que ellas, vivirás a través de tu música, porque el arte verdadero es inmortal. n
