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jueves, 28 marzo, 2024
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■ México lindo y podrido… y Zacatecas otro tanto Francisco y la pandemia: la ecología, la gran beneficiaria. T3 (tierra, techo y trabajo)

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Por: JOSE DE JESUS REYES RUIZ •

Ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez.
Papa Francisco.

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El problema que ahora vive el mundo, realmente NO ES UN PROBLEMA PARA EL MUNDO, lo es para el SER HUMANO, pero el hombre no es el único habitante del planeta, casi podríamos asegurar que fuera del ser humano y su economía- que propicia la inequidad y acaba con la ecología-, que son los grandes perdedores, en gran medida el resto de los seres: plantas, y animales, la flora y la fauna, la naturaleza pero sobre todo la tierra (LA PACHAMAMA) están viéndose beneficiadas por la pandemia que puso a temblar al ser humano, pero que dio algún respiro a todos aquellos que el mismo hombre había puesto contra la pared.

Suena extraño, por decir lo menos, que el Papa Francisco en su última Encíclica que se da a conocer antes de la aparición de la pandemia con su CARTA ENCICLICA “LAUDATO SI” (ALABADO SEAS) -que trata sobre el CUIDADO DE LA CASA COMUN y que presenta su primera edición en 2015-, haya escrito claramente sobre el tema.

En este documento que todos tendríamos que leer – cristianos y no cristianos – el Papa Francisco alerta sobre lo que ya muchos sabían y me refiero a la destrucción del equilibrio ecológico por el hombre y como este atentado – que aumentó exponencialmente desde el siglo XIX con la Revolución Industrial y se incrementó con el triunfo del capitalismo en 1988 con la Caída del Muro de Berlín y el Fin de la Historia- de alguna forma posiciono al nuevo Dios, el Ídolo de oro, el representante del dinero y su nueva religión: la religión neoliberal del libre mercado.

Sus defensores a ultranza, sobre todo aquellos más arrogantes e ignorantes – de los que abundan en Los Estados Unidos y cuyo espécimen principal es Donald Trump, beneficiarios del nuevo orden de cosas-, se negaron a aceptar la realidad del calentamiento global y sus consecuencias; que ya el planeta comenzaba a sufrir con los cambios climáticos donde no solo se siente más calor sino también el frio de inviernos prolongados, el incremento exponencial de las tormentas y los huracanes y tantas señales más que tendrían que habernos advertido que nuestra forma de actuar sobre el planeta nos traería consecuencias tarde que temprano.

Alguien tendría que haberle enmendado la plana a ese ser humano egoísta que se había autonombrado como el dueño y señor del planeta –y por qué no del universo entero– llámese a ese alguien Dios, Destino, Pachamama o como se quiera. Lo que tendría que pasar finalmente pasó y aunque aún no conocemos las formas directas de cómo se dieron las mutaciones en el virus que hoy nos amenaza, (y tal vez nunca lo sabremos), nadie se puede sorprender de que existan las sospechas de que en algo haya tenido que ver –o en mucho– la mano del hombre.

Así como se sospecha que en laboratorios de los Estados Unidos, específicamente en Kansas se hayan intentado desarrollar armas biológicas con el objetivo de ganar la Gran Guerra en el 2018 creando aberraciones como posiblemente lo fue el virus de la mal llamada Influenza Española; y en los cuarenta se dio la conquista sobre el átomo creando la bomba nuclear con el objetivo también de ganar la segunda guerra mundial como finalmente lo lograron con la derrota de Japón, sin olvidarnos de la sospecha de la manipulación del virus en el África por investigadores norteamericanos en donde posiblemente tuvieron como resultados el virus de la inmunodeficiencia SIDA, por qué –pregunto- tendríamos que abstenernos de sospechar con lo que ahora nos pasa donde el virus de la doble corona, de no más de 200 nanómetros de diámetro, invisible aun a potentes microscopios, ha puesto en jaque a la humanidad.

No nos olvidemos que vivimos dentro de un sistema económico centrado en el Dios del dinero que necesita saquear la naturaleza, para mantener el ritmo frenético de consumo propio.

Pero todo tiene un hasta aquí. Alguien le propició al ser humano y a su economía de consumo un “estate quieto” y nos forzó a confinarnos en casa lejos del mundo y del contacto con la otredad, con el otro ser humano, a mantener una sana distancia del monstruo que no es el virus de forma alguna, sino del monstro que podría ser el otro ser humano al poder contagiarnos el mal y del que hay que desconfiar.

Es claro que esta circunstancia le ha dado un respiro a la naturaleza, la flora respira mejor y nos ayuda a respirar mejor de lo que hacen los ventiladores inventados por el hombre, la fauna camina por las calles con algo de la libertad que había perdido, la contaminación ha disminuido drásticamente y la energía –no renovable- derivada de los fósiles, ha perdido su valor y no hay sitio en el mundo donde almacenar la gasolina con costos deteriorados en extremo.

¿Y qué decir del petróleo?

El milagro lo ha logrado un virus al que hoy por hoy el hombre teme en extremo, la contaminación ha disminuido exponencialmente, los mares no solo ve ven más azules sino que florecen de la pura felicidad, los plásticos han dejado de llenarlos por que el hombre se ha alejado de las playas, la depredación de la naturaleza por el hombre se ha detenido al menos por un momento y este es el momento en que el ser humano debe repensar su actitud frente a la casa común como la llama el Papa.

Son tiempos de reflexionar y cambiar la actitud frente a la vida. De otra forma la vida cambara su actitud frente a nosotros.

“Ustedes no son unos improvisados, tienen la cultura, la metodología, pero principalmente la sabiduría que se amasa con la levadura de sentir el dolor del otro como propio… Sé que ustedes han sido excluidos de los beneficios de la globalización. No gozan de esos placeres superficiales que anestesian tantas conciencias. Muchos de ustedes viven el día a día sin ningún tipo de garantías legales que los protejan. Muchos de ustedes no tienen un salario estable para resistir este momento y las cuarentenas se les hacen insoportables. Tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan; capaz de garantizar y hacer realidad esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos”.

Mensaje del Papa Francisco –dentro del contexto de la pandemia – a los habitantes del tercer mundo. ■

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