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martes, 23 abril, 2024
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■ Ápate y Dolos, el duopolio que padece el país Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante: Ryszard Kapuscinski.

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Por: Óscar Novella Macías •

Hacia el año de 1995, surgió el repentino e inverosímil rumor de la aparición de un engendro con una forma hibrida: hiena, humanoide, semierguido. A pesar de que los medios hacían el intento de homogeneizar ciertas características generales, no había precisamente un consenso en su forma. Lo que lo hizo famoso, y en esto sí había consenso, era que se alimentaba de la sangre de animales medianos, principalmente cabras, pero el menú podía extenderse, para bien de la psicosis general, a animales domésticos, corderos, vacas, e incluso llegó a atacar niños. Su nombre El Chupacabras.

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En México el duopolio televisivo dedicó tiempos record y horarios estelares, no olvidemos los noticieros “de las 8” donde ambas cadenas competían por el rating con toda carta que tuvieran a mano, por amarilla o falsaria que ésta fuera. En el equipo Azteca jugaba (como hasta la fecha) Javier a la Torre, quién dedicó sendos minutos y llevo a cabo reportajes que implicaron visitas de campo a comunidades de varios estados del norte del país, vamos, estamos en terreno de súper periodismo científico (digno del peor History Chanel). Las tapaderas y psicosis generadas por esta noticia aún dan de qué hablar, pero no vinimos a hablar del monstruo imaginario solamente, ahora quisiera abordar a otros monstruos menos míticos y más dañinos.

El lunes 7 de junio de 1999 varios medios reportaron el asesinato del conductor de programas de entretenimiento Paco Stanley y de su compañero Jorge Gil a las afueras del restaurant El Charco de las Ranas en la CDMX. Los medios tomaron tan en serio su compromiso con la veracidad, que a 20 minutos del incidente, y sin constatar fuentes, daban por muerto a Jorge Gil, quien sobrevivió al altercado. La responsabilidad pasó a segundo plano tanto para Televisa como para Tv Azteca.

El hecho contó con una amplísima cobertura, más allá de toda mesura, la programación normal de ambas cadenas se interrumpió y el hecho busco capitalizarse con fines sumamente claros. El ataque, plenamente organizado, tenía un objetivo sumamente claro: el manejo mediático convirtió un ajuste de cuentas entre distribuidores de narcóticos del mundo del espectáculo en un arma arrojadiza contra el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas del entonces Distrito Federal. Es por ello que no es posible en estos tiempos olvidar el ridículamente célebre “si no pueden, que renuncien” expresado tanto por Salinas Pliego como por sus empleados. Entre los cuales contamos al más famoso.

Javier Alatorre es una de las caras públicas de una corporación tecnócrata que, en medio de la pandemia, pugnó activamente para que la cuarentena no se llevara a cabo, las palabras literales del el pasado viernes 17 de abril están ahí en Youtube para quien quiera dudarlo: “ya no haga caso a López-Gatell”.

Nos encontramos con un sistema de medios de comunicación que combinan mucho poder y mucha irresponsabilidad, pero el problema no acaba ahí, el problema real se finca en lo que se puede entrever con estos hechos: no se trata de un arrebato de capitalista berrinchudo, se trata de un ataque orquestado y articulado por varios perfiles oscuros. Se trata definitivamente, aunque su éxito en este caso haya sido muy limitado, de ejercicios de golpe blando.

Javier hizo lo que le quedaba hacer, después de guardar un silencio sepulcral en su cuenta de Twitter luego de la noche fatídica, obedece la segunda orden y dice, insultando la inteligencia de todos los espectadores, que su mensaje fue malentendido. En realidad, le gustaría decir que no se manda solo, pero el secreto profesional por esta vez se lo impedirá. El somnífero negocio de la televisión, tramposo y ladino, aún es popular en ciertos segmentos, pero la rápida transición de la opinión pública demostró que ya no estamos hablando del monstruo de 1997 que podía engullir cualquier cuento y escupirlo como noticia.

Para fortuna de varios, uno de los lados más fuertes del gobierno de la 4T es la capacidad de hacer nexos y comunicación social con las bases, a la sazón que las redes sociales manejan formas muchos más democráticas. Es ahí donde la derecha, que busca e inyecta capital donde cree necesario, no ha podido variar la opinión del público por más que busca hacerse la negocia con uno o con otro chambelán. La 4T en la opinión pública ha mostrado gran solidez, y esto tiene todo que ver con los ejercicios de gobierno comunicativo que ha impulsado AMLO, La Mañanera y la conferencia de López Gatell hoy son vistas y esperadas por un número impresionante de personas cuyo juicio no puede volver a considerar al chupacabras una posibilidad.

Pero falta lo más importante, y es aquello que Yo soy 132 había anunciado como una necesidad de absoluta urgencia: algo tiene que suceder con los medios de comunicación, algo tiene que revisarse a fondo, pues el espectro radioeléctrico es un bien de la nación, y esta es una verdad que el pueblo está señalando sin quitar el dedo del renglón. Un incendio a la vez, dirán los más cautos: vamos a salir de esta pandemia y entonces veremos ese radioespectro que tan caro ha salido al país y tan provechoso ha sido para unos cuantos. ■

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