La Gualdra 425 / Río de palabras
Seguirá siendo el marco natural y psicológico de la cristiandad medieval de occidente. Horizonte de peligros de donde salen fieras salvajes y los hombres-guerreros y bandidos, peores que los animales, pero al mismo tiempo mundo de refugio para los cazadores, los amantes, los ermitaños y los oprimidos.
Jacques Le Goff
Probé
tus mieses
sin visitarte.
Gusté
de la ciudad,
ruido tras muros,
y te miré
distante.
Nunca te imagino,
como quien posee
lo que no tiene,
sino te contemplo
como el enroscado
fruto
de los pensamientos
inefables,
variaciones de la luz
en desconcertante
enramado
de imperturbables raíces.
Entre el peligro,
más vértigo,
y la salud del silencio,
paz tenebrosa,
súbito eco
el trinar del espíritu,
largo sendero
que prolonga el suspiro,
donde el ave es un ángel
y su canto un demonio,
larga espera,
afable confusión,
confusión altanera,
seres vivos
con hambre,
hambre vista
en el oído
que se extingue,
reloj dormido
en la hojas
caídas,
muerte a la ciencia,
perdurables visiones,
virtud de los ciegos,
viaje en reposo,
no hay ciudadanos,
solo alumnos salvajes.
Dios es semilla
de mostaza inhallable,
no lo agito,
me imagina,
resultado,
me sopla,
hago historia,
la mía,
en reposo
indomable.
El dolor
de los días
se suspende
en tus árboles,
es un hombre
que renuncia
vuelto libre
respiro,
un humilde animal
—se repite—,
un amante extraviado,
un invierno sin vida
de respuesta encontrada,
un horror sosegado,
las ardillas se mueven,
pues no saben si estoy
o me muero,
si mi sangre se palpa,
si me fundo en el mapa,
me disperso entre troncos,
caigo en furia
o templanza,
materia sin mesura,
noche larga
y paciente
donde el núcleo es el ojo,
es el párpado
que, harto, se abre,
y mide la altura
de lo inabordable,
pinos ásperos,
tiesos,
un segundo el amigo,
al siguiente
el sincero terror
impronunciable
en el hombre,
fondo pensante,
turbio cordón umbilical,
madre, de nuevo,
de noche,
álgida paz
en los pies enlodados,
lluvia que duerme
en los pastos insomnes,
hoy me quedo en la tierra,
hoy recibo el principio,
hay calor
en la sombras,
acogedor laberinto
que sacude al sol
y lo nombra,
palabra pura,
cimiente,
en las rejas celestes
del discernimiento,
sin futuro y estático,
doble escena,
pánico y descanso,
bosque denso
y unívoco,
un castillo en el aire
o los suelos muy fríos,
hay lugar en el musgo,
entre hongos y humus,
y me quedo en un sueño,
no observo lo quieto,
es el aire y me esfumo,
noche blanca,
espumosa,
nada miente en tu alma,
llego pálido y límpido,
un Adán es perfecto,
sin mácula y solo,
tan descalzo y ardiente
en la frontera del mundo,
a la orilla del todo.
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