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jueves, 28 marzo, 2024
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Perspectiva Crítica Deconstrucción de la sociedad informada, fenómeno reflejado por el Covid-19

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Por: JORGE A. VÁZQUEZ VALDEZ •

La pandemia generada por el Covid-19 tiene sus efectos más notorios en el ámbito de la salud pública, pero con el pasar de los días se hace evidente que también afectará ámbitos como el económico, el político, el de la convivencia, entre muchos otros. El fenómeno también ha evidenciado aspectos más complejos, como el de que incluso en escenarios de riesgo como el que presenciamos, las medidas de seguridad como el aislamiento voluntario o la adquisición de material preventivo terminan por depender del poder adquisitivo y no de la salvaguarda de las personas, lo que refleja que las desigualdades sociales se mantienen e incluso se acentúan en situaciones de crisis; o que el beneficio de estar correctamente informados se vea cuarteado por lo viciado de las redes sociales, lo que termina por impactar negativamente en el criterio que los medios de comunicación están llamados a ayudar a edificar en la ciudadanía.

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Una de las defensas ante la propagación del virus es la de la socialización de información responsable y expedita, la cual por el tiempo en que vivimos, por la accesibilidad a datos en los países en los que se ha vigorizado el contagio del Covid-19, y por el énfasis que los medios de comunicación masivos han puesto en dar cobertura al fenómeno, podría pensarse que es una de las herramientas más útiles a nuestro alcance en estos momentos.

No obstante, lo que se constata es que los datos fidedignos y completos que actualmente están al alcance de cualquiera con acceso a internet en portales como el de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en los de múltiples gobiernos y en los de organismos nacionales y locales encargados de la salud pública, simplemente se han visto eclipsados por las noticias falsas y la exacerbada irresponsabilidad de millones de internautas al opinar y divulgar datos sin verificar su procedencia. En el espacio abierto por dicha irresponsabilidad es donde se ha incubado y reproducido la histeria colectiva, y por ende la falta de solidaridad y empatía hacia grupos vulnerables.

Esta situación se ha desbordado en los últimos días en las redes sociales, pero ello es sólo uno de los frentes que alimentan al fenómeno, pues la irresponsabilidad de divulgar datos falsos en nuestro país entronca con los medios de información que han tomado como consigna la identificación de fallas gubernamentales en torno a la pandemia con la intención de lucrar con la situación. Retomando el contexto inmediato, se aprecia cómo dicho golpeteo se acentuó desde las marchas feministas de semanas pasadas y ahora sigue, sólo que teniendo como instrumento la presente pandemia.

Los medios de comunicación serios están llamados a contribuir a fortalecer el criterio de la ciudadanía en razón de que se han multiplicado las voces que la saturan con amagos, espejismos y prejuicios. Considérese simplemente que en estos días miembros de la iglesia católica han atribuido la pandemia a la homosexualidad, el aborto o la eutanasia; políticos como Ricardo Anaya han emergido de su mutismo para llamar a la “solidaridad”, cuando en su historial está el ser alfil intermitente de un partido político que ha abonado a la exclusión de grupos sociales ajenos a sus paradigmas moralinos, y a la vez ha impulsado o apoyado iniciativas para vulnerar al Estado en sus cimientos de salud pública, educación, cultura.

Por su parte la ex diputada Carmen Salinas señaló que el Coronavirus es un castigo derivado de que la población china come “perros y gatos”, lo que ya le valió el reclamo del gobierno de dicho país; y en un nivel ínfimo de responsabilidad, la cantante Thalía llamó a declarar la cuarentena en México. Más allá de lo cuestionable de la formación académica de la artista como especialista en la materia, está el hecho de su llamado a la cuarentena en un país con más de 50 por ciento de su gente laborando en la informalidad; con cerca del 40 por ciento de los trabajadores nacionales que dependen de un ingreso por debajo de la línea de bienestar, de acuerdo al Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), y más de 10 millones de personas en México -según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal)- que se mantienen en la indigencia. Lo que Thalía no ve desde su mansión de 18 millones de dólares ubicada en Greenwich, Connecticut, es que esos millones de personas prácticamente viven al día y dependen de sus labores diarias para subsistir.

La llegada del Covid-19 representa una sacudida para los gobiernos del mundo por el desafío que este tipo de padecimientos les representa, pero la sacudida también alcanza a los medios de comunicación en tanto el ideal de una sociedad de la información eficaz para la transmisión de datos fidedignos y veraces se ha puesto en jaque por la irresponsabilidad de millones de internautas, por el oportunismo de medios enfocados en lucrar con la situación, y por el dilema de plantear filtros eficientes para las voces oportunistas o alarmistas. No obstante, por algún lugar hay que empezar, y la premisa puede ser que contar con una sociedad crítica e informada implica ir un paso adelante en la lucha contra amenazas como el Covid-19.

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