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jueves, 25 abril, 2024
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Apuntes sobre la enseñanza del latín

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Por: ADSO EDUARDO GUTIÉRREZ ESPINOZA* •

La biblioteca Palafoxiana se encuentra a unos metros de la Catedral, ambas joyas arquitectónicas poblanas, ubicadas en el corazón de la ciudad, y se encuentra en “la primera planta” del edificio. El maestro Alexis Helmer me recibe con una sonrisa y un apretón de manos, me hace algunas preguntas, algunas casuales y otras relacionadas con mi proyecto de doctorado —le cuento sobre ello, aunque lo hago con cierto nerviosismo: para cualquier becario Conacyt: es como escuchar una sentencia de muerte, es enfrentarse a una indagación casi policial sobre una investigación que avanza a su debido tiempo. Guarda silencio, ahora me toca hablar sobre el motivo de esta entrevista y le explico con torpeza: el latín parece tener una revitalización, pienso en las maldiciones y hechizos de Harry Potter, aunque me niego a hablar sobre ello: sé que muchos de ellos, si no todos, son construcciones macarrónicas e imprecisas, latigaznos. Cruzamos por los estantes de la biblioteca, dos niveles con estantes repletos de libros, manuscritos y hojas sueltas, muchos secretos, y llegamos a su oficina, pequeña y vacía, claro si se compara con los estantes mencionados. Esta tarde nos reunimos para conversar, si se le puede llamar así a la entrevista improvisada, sobre el latín.

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Antes del siglo XVIII, el latín era la relevante para la formación de los escolares y su uso, por supuesto, era común; no obstante, es difícil saber si era la lingua franca, aunque sí la usaban profesionistas de distintos áreas del conocimiento —las disertaciones y defensas de tesis solían ser en esta lengua: Nietzsche y Schopenhauer defendieron respectivamente sus grados de doctores en latín. En otras palabras, previo al siglo XVIII, en muchos ámbitos profesionales, era común escuchar y mantener conversaciones en latín. La lengua, indica Alexis Helmer, fue perdiendo terreno, o más bien ya había otros intereses: la enseñanza de las lenguas vernáculas en las aulas incentivaba la defensa y la propaganda del espíritu nacional de los Estados recién formados: los proyectos intelectuales busca ab defender las identidades, pues la lengua es un medio para reforzarlas, darle presencia y tener mayor reconocimiento, en términos sociales y culturales. Por estas razones, la enseñanza del latín quedó relegada y parcialmente o, en el peor de los casos, mal enseñada.

Al respecto, siendo un hombre bien formado y conocedor de la cultura clásica, Schopenhauer, en los últimos años de su vida, se lamentó por la poca formación de los jóvenes en el latín —si bien muchos podían leerlo, pocos podían escribirlo y comunicarse. En contraste, en los ambientes universitarios era que el profesor dejara a sus estudiantes la composición de un poema, siguiendo tal o cual estructura métrica, y de ahí, en algún punto, surgió la idea de que se realizaran concursos poéticos. Por ejemplo, hay uno o dos libros en donde se antologa los mejores poemas de escolares en un certamen literario, celebrado en el Instituto de Ciencias. Dejando a un lado los juicios de calidad, estos poemas dan cuenta del papel preponderante del latín, los métodos de enseñanza y la misma época.

En México, desde el período presidencial de Benito Juárez, la enseñanza del latín se fue deteriorando, esto debido a, como se menciona, el nacionalismo y el anticlericalismo. En los años recientes, ésta suele proporcionarse en los seminarios religiosos y en instituciones de educación, tales como el Instituto de Investigaciones Filológicas y algunas universidades públicas.

Al respecto, le comento al especialista, es curioso que la literatura y el cine hayan absorbido el latín y lo hayan vuelto al mundo de la magia y la hechicería: quiero creer que se debió en parte a la ignorancia y la oscuridad que pudiera genera esta lengua. Además, en su momento, saberlo era un signo de estatus. Claro, en parte tiene que ver hay tratados y estudios de diferente índole en latín. Pero ¿cómo se enseña?

Contrario a lo que se ha dicho en estos años, los métodos de enseñanza del latín no son novedosos, si se toma en cuenta que antes las conversaciones en y la enseñanza del latín eran comunes y obligatorias en ciertos sectores, sino más bien es volver a la raíz y estimular la formación de hablantes. Como en el caso del inglés u otras lenguas, su enseñanza obedece a una clara necesidad comunicativa, bastante pragmática aunque comprensible: se enseña para que se utilice con constancia, pues si se centra en sólo enseñar las reglas del sistema, se pierde el factor comunicativo. En ese sentido, y aplicado en estos contextos, no sólo se debe enseñar las reglas sino a comunicarse. El gran error de muchos es enseñar el latín a partir de sus reglas gramaticales, siendo difícilmente digerible por los estudiantes y, en cierto modo, innecesaria, pues se olvida su factor comunicativo: ¡¿de qué sirve enseñarla si el hablante no es competente para comunicarse?! ■

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