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jueves, 18 abril, 2024
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2019: 140 años del natalicio del artista zacatecano Severo Amador

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Editorial Gualdreño 414

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Corría el año de 1879 cuando en el municipio de Villa de Cos, Zacatecas, nació Severo Amador, hijo del historiador Elías Amador, de quien heredó la pasión por la lectura y las bellas artes. Severo poseía una sensibilidad desbordada, además de poeta y narrador fue un artista plástico muy interesante. Vivió apenas unos años en Zacatecas y desde muy pequeño migró a la Ciudad de México; migró como muchos de nuestros paisanos lo siguen haciendo todavía, dejó estas tierras y en su memoria, las imágenes del semi-desierto lo acompañaron siempre. Recordándolo ahora pienso que en realidad su mente tenía una gran capacidad de almacenar imágenes, sonidos y emociones que no terminaron de procesarse del todo, de ahí que algunas le sirvieron para crear y otras se quedaron ahí, hablándole constantemente hasta que murió recluido en La Castañeda, aquel triste hospital siquiátrico en el que acabó por negar su nombre y adoptar intermitentemente el de Conde Taka Makala o el de Yörik Valencia -al final sólo respondía a este último nombre inventado-.

Dice la canción que “Podrás cambiar de nombre, de patria, de todo, modificar tu rostro, tu historia, tu modo, pero por más que borres, que limpies, que cambies, la huella de mis besos tendrás en la cara”, y yo me pregunto ¿qué tiene que pasar en la vida de una persona para intentar borrar su nombre? Severo Amador amó tan severamente cuando era joven que rechazó una beca para viajar a París, cayó en el alcoholismo, fue preso de una profunda melancolía y, sin embargo, no dejó nunca de crear. Quiso borrar su historia, la de una tierra lejana -la suya-, la de un amor mal logrado, la de cientos de voces que lo perseguían, hasta que obedeció a una de ellas -como escribiera Octavio Paz: “¡Hunde la mano, coge el fulgor, el pez solar, la llama entre lo azul, el canto que se mece en el fuego del día!”-. Incendió todo. De nada sirvió. Severo fue su actuar al propiciar que todo lo consumieran las cenizas, todo, menos el recuerdo; todo, menos las imágenes y las voces, ésas parecían no cesar. En 1925 fue ingresado al siquiátrico, cinco años después de que tuviera su única exposición individual inaugurada el 20 de marzo de 1920, cuando tenía apenas 41 años, en el Círculo Zacatecano de México. El próximo año se cumplirán 100 años de esa exposición de la que muy pocos registros quedan, pero de la que se sabe estuvo conformada por 80 piezas, algunas de las cuales fueron rescatadas por la familia y por una casa de subastas.

Severo, como Francisco Goitia, también se sumó durante su juventud a las filas revolucionarias; el de Villa de Cos se integró a las fuerzas zapatistas después de haber fundado una academia de dibujo en la ciudad de Aguascalientes. Este artista zacatecano es más conocido actualmente por su obra literaria, “publicó, entre otros libros, uno de cuentos, Bocetos provincianos (1907), cuadros de costumbres a la manera naturalista, y, años más tarde, dos colecciones de versos, Cantos de la sierra (1918) y Las baladas del terruño (1931), este último póstumo, en los que describe paisajes, escenas y tipos regionales, procurando reproducir el léxico popular”,[i] a esos libros hay que agregar también el de Confesión (1905), Carbunclos (1908), y Pensamientos (1918). De él sigue faltando rescatar sus contribuciones como profesor en la Academia de Dibujo en Aguascalientes y sobre todo entender por qué es que jamás regresó a Zacatecas.

Cerramos así este año gualdreño, recordando a Severo Amador en el año 140 de su natalicio y recordando también a Julio Ruelas, quien fuera su maestro en la Academia de San Carlos a finales del siglo XIX y con quien expusiera en la XXIII Exposición de la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1898. Julio Ruelas cumpliría 150 años en 2020, pero ésa es otra historia, de la que seguramente seguiremos hablando en los números gualdreños del próximo año.

Nos vamos de vacaciones, pero regresamos en enero. Va desde aquí nuestro deseo sincero de que el próximo año sea venturoso para todos. Que Dios reparta suerte y salud.

Que disfrute su lectura.

 

Jánea Estrada Lazarín

[email protected]

 

 

 

 

[1] Severo Amador, en Enciclopedia de la Literatura en México http://www.elem.mx/autor/datos/42

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