La Gualdra 411 / Festival Internacional de Poesía RLV 2019
Mi abuela
que era gorda como una nube en agosto
que se pintaba los labios
con mermelada de fresa
que tenía en su mirada geografía con cataratas
y poemas crípticos
que era en esencia gorda
porque su amor hinchaba
que adivinaba nietos con el olfato
que, como comprendí más tarde:
su carne era su bondad
que estaba delirante, sonrosada
depositada en el rechinido
de aquella silla mecedora,
que sonreía y echaba el humo por su nariz;
mi abuela
que era rítmica, mística, dulce
que modelaba flores con papel crepé
y era también oscura
como el cristal de los aparatos de petróleo
que predijo su muerte
y la anunció cantando
mientras nosotros hurgábamos
vestigios de su fogón
que marchó peregrina
llevando consigo una murmuración de hijas
con sus miradas límpidas
con las chapitas rojas de papel de flor
y manos trémulas de tan hermosas,
y llevaba consigo un can casi tan negro
como las ojeras que dejó el hollín
que llegó, que vino, que se fue delirante
entre color y parafina;
mi abuela
que era locomotora y nube
máquina y meteoro
que en un abrazo de gordos brazos
mi abuela gris, como nube de agosto,
me arrullaba,
y yo dormía en sus brazos, gordos
suavecitos como almohadas
y era entonces, yo, como un tren
pequeñito, jugando al cigarrillo
rondando siempre sus pies;
mi abuela
que, gorda de amor, como una nube de agosto,
estuvo, siempre, a punto de llover.