Cuando se debatía la elección presidencial, una mayoría de mexicanos apostamos por otros caminos para llegar a la solución de problemas que son (y eran) desesperantes. La violencia es inaguantable. En la campaña quedó claro que se optaría por otros caminos: “ir a las causas de la violencia”, se dijo miles de veces en miles de concentraciones. Llegando al gobierno se propuso la creación de la Guardia Nacional, como una parte de la estrategia que iba a marcar la diferencia. Si bien se tiene fechas límites para la formación civil de esta corporación, se aprecia que el objetivo de la Seguridad es eficientes el desempeño de los cuerpos de seguridad, en su estado de fuerza y capacidades operativas. La Guardia Nacional sigue los patrones de actuación militares, y el Ejército actúa hombro con hombro con la Guardia, lo cual se verifica en la manera en que se distribuyen en los distritos de seguridad. Pues bien, todos estos elementos, ¿son para una estrategia distinta? El Ejército sirve sólo para las acciones de fuerza, no para algo distinto, sin embargo los órdenes parecen si ser distintas, la letalidad ha disminuido drásticamente y en lo que va del año, afortunadamente, no se han registrado escándalos por ejecuciones perpetradas por las fuerzas armadas, la cuestión es que el diseño institucional sigue siendo de mucha dependencia militar y mientras este López Obrador de comandante supremo quizás las órdenes de aniquilar al enemigo no se ejecuten peor eso no garantiza que el siguiente presidente opine lo contrario.
Por el lado de la atención a las causa por la vía de programas social al momento existen muchas dudas, Jóvenes Construyendo el Futuro no asegura en su operación que los chicos que está incluyendo son jóvenes potenciales reclutas del crimen. En su diseño de operación no hay algún componente que asegure que los posibles reclutas estén absorbidos por el programa. Y si las causas son también el enorme déficit de cohesión social, adolescentes sin expectativas de vida, violencia familiar en los topes y ambientes de aprendizaje delictivo; se aprecia que ningún programa atiende esos factores. La prevención de la violencia y el delito sigue en manos de la seguridad pública, y ahí subsumida, está sin fuerza y sin efectividad y sin presupuestos. Este error de diseño se ha señalado, pero se prefirió dejar las cosas como estaban. En lugar de sacar la función de Prevención de la Seguridad Pública y darle su propio espacio para permitir implementación transversal, se optó por continuar con la misma lógica de los gobiernos anteriores, y dejarla donde estaba
Por el lado positivo se han disminuido los enfrentamientos con los grupos del narco, es cierto. Y hay voces que piden regresar a ellos. Pero eso sería aún peor. Los enfrentamientos los traducen a ‘hacer algo’. ¿Por qué perciben algunos ciudadanos que no se está haciendo nada? Porque ‘hacer’ lo traducen a ‘enfrentarse’. Esta percepción no estaría presente si se estuviera implementando una estrategia realmente distinta. El bono de confianza al nuevo gobierno tiene caducidad: ojalá y ya se atreva a implementar las medidas que desarticulen las cadenas delictivas que incluyen a políticos, empresarios, banqueros, narcotraficantes y hasta líderes de las fuerzas armadas que obviamente filtraron la información al cártel de Sinaloa que mostró una inusual coordinación y despliegue para rescatar al capo detenido. Pese a la presión emprendida sin disimulo por parte del presidente norteamericano, Donald Trump, el Gobierno de México debe de afinar su estrategia pero evitar a toda costa caer en la tentación de la respuesta militar que sugirió perversamente Trump. La guerra que impulsa un sector de la clase política de Estados Unidos no representa nada bueno para los mexicanos, pero sí un buen negocio para ellos.
