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viernes, 29 marzo, 2024
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■ Alba de Papel La calle como escenario y espacio vital

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

Sin que sea lo más conveniente a las necesidades y derechos culturales de los ciudadanos, la práctica formal en la Entidad, ha hecho destacar un número creciente de festivales que en doble sentido, corresponden a una estrategia de animación turística y de fortalecimiento al programa de difusión artística en la Capital, con algunos esfuerzos de descentralización hacia el resto de los municipios, que en rigor, debieran ser más consistentes.

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Siendo Zacatecas, una ciudad de clase mundial, de extraordinarias cualidades como sitio escénico, a la par de un sólido inventario de grupos de teatro, dramaturgos, directores y actores de aquella época que con seguridad hoy se han fortificado, en 2001 comenzó a fraguarse la idea de un encuentro de teatreros al aire libre, que se hizo posible, gracias a Conaculta (hoy Secretaría de Cultura) y al Festival Internacional Cervantino que contaba con grandes grupos extranjeros y nacionales y requería compartir gastos y llevar el teatro a otros estados de la República, bajo la modalidad que ellos decidieran para su programación.

Así nació el Festival Internacional de Teatro de Calle en 2002, como una política pública que pretendió crear una conexión con la gente de a pie que permitiera la recuperación del espacio público, pero no solamente de calles, plazas y callejones, sino que fuera capaz de motivar el diálogo en los barrios populares: un actor y un espectador activo, no pasivo, conviviendo en una retroalimentación de profundos significados para ambos.

Tras sustituir en el cargo al ilustrador José Esteban Martínez en 2001, David Eduardo Rivera Salinas con su equipo de trabajo, a lo largo de casi dos administraciones, posiblemente se realizaron los mejores festivales: hubo más recursos, la calidad artística de los grupos fue inobjetable, las convivencias de los artistas en colonias, fueron memorables.

Este logro merece mencionar al director artístico del festival, maestro, erudito, crítico y director de teatro Bruno Bert, de origen argentino, exiliado en México desde 1982, de reconocimiento internacional que fungió como tal de 2002 a 2009, acompañado por Vicente Rodríguez como director técnico, (Destacado compositor y músico local, hoy responsable de la Casa Municipal de Cultura de Zacatecas).

Resaltaba en forma significativa el componente académico de talleres, conferencias y cursos encaminados a la formación y a la disciplina del teatro como una herramienta en la ruta de vida y al final, como expresión de aquello que sale de la realidad y se reinventa.

El trabajo dinámico de los teatreros locales, ha traído consigo hasta ahora, la exigencia de un centro de artes escénicas que realmente corresponda a sus arrojos de superación y sobrevivencia, seguirá como un pendiente de crecimiento profesional para ellos.

Desde su creación, el festival ha contado con grupos excepcionales provenientes de Alemania, Italia, París y Polonia, entre otros; de los artistas y grupos nacionales, ha habido ensambles con propuestas valiosas que intentan enaltecer el teatro mexicano.

De Zacatecas, con o sin apoyo, la comunidad teatral, desde la diversidad, ha enriquecido su propuesta artística, algunos de sus protagonistas, tienen ya un lugar en la memoria de la cultura zacatecana: Antonio Rocamontes, Ana Perusquía, Claudia Solís Andrade, Noé Germán, Guillermo Zapata, Itzia Baltazar, Pilar Alba, Alberto Huerta, Efraín Martínez, Julia Robles, Manuel Octavio Leaños, Camille Violet, Iván Guardado, Leopoldo Elías Smith, Juanita Morales y otros más, hasta llegar a la actualidad, con nuevas revelaciones y grupos de gran talante como los cosmicómicos.

Hoy se presenta con renovado ímpetu la edición 2019, hay mucho esfuerzo en su realización, ya que aun cuando es teatro de calle y tiene carácter multidisciplinario, la meta porque las personas vean más teatro y participen en él, constituye una lucha permanente, que no es exclusiva de Zacatecas, sino de todo el país, porque se carece de una educación para apreciarlo.

Asimismo, el creciente consumo cultural a domicilio, la inseguridad, la violencia y la inexistencia de un plan de sensibilización y formación de públicos, en escuelas de preescolar hasta la universidad, aunado a la ausencia de un verdadero proyecto de descentralización y estímulo equitativo a sus creadores, disminuye notablemente su fuerza y su complicidad con el público.

El teatro está vinculado al tiempo y al espacio, tiene una función social porque está conectado con la ética de la vida, no busca cambiar la realidad, sino reflexionar sobre ella, quizá, para que seamos mejores seres humanos en un mundo excepcional, que hemos teñido de espanto y horror.

El domingo próximo pasado, Bajo una lluvia pertinaz, el Grupo Theater Tol de Bélgica, abrió el festival con el espectáculo “Jardines de los ángeles”: una ensoñación a través de imágenes, música y luz, una exquisita narrativa sin palabras, una boda angelical, donde cada espectador es un invitado al convite del amor. Fue una noche reveladora y especial.

El teatro trabaja con las controversias y la complejidad de la existencia, pero muchas veces, tras un pausado respiro de mirar a la otredad, nos devuelve la promesa de los finales felices. Tenemos derecho a soñar. ■

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