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miércoles, 24 abril, 2024
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Crecen las probabilidades de un triunfo de la izquierda en Estados Unidos

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

El Estado de Bienestar nació en Europa occidental y se consolidó durante las cuatro décadas posteriores a la segunda guerra mundial. Mucho tuvo que ver el temor de los grandes capitalistas a la creciente simpatía que los partidos comunistas estaban logrando. A partir de los años 70, sufrió múltiples embates, desde Reagan y Thatcher, hasta conquistar su hegemonía a fines del siglo XX. Sin embargo, la idea según la cual las desigualdades y las incertidumbres inherentes a la economía de mercado y a las sociedades que han construido deben ser proactivamente corregidas por el Estado, se ha vuelto a colocar en el centro de los proyectos (socialdemócrata, neodesarrollista, capitalismo progresista, etc), que las izquierdas del mundo han venido desarrollando y proponiendo durante lo que va del siglo XXI, aprovechando que el paradigma neoliberal se ha debilitado por las transformaciones del capitalismo moderno en los países ricos, y socavado por la informalidad y la desesperación en los países de ingreso medio o francamente pobres de América Latina.

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Llama mucho la atención que la pre campaña presidencial en Estados Unidos para el 2020 se va centrando en el proyecto socialdemócrata impulsado por Bernie Sanders y otros pre candidatos demócratas. Aunque en distintos momentos de la historia de ese país se han aplicado distintas políticas públicas progresistas, lo cierto es que del lado de la fiscalidad—con impuestos más bajos que en Europa—como del gasto—prestaciones más exiguas o puramente privadas— el Estado de Bienestar estadounidense siempre dejó mucho que desear. Por ello sorprende que en la actualidad aspirantes susceptibles de ser postulados por el partido demócrata hayan enarbolado la bandera de construir una modalidad de Estado neo desarrollista para su país. Por primera vez desde la Gran Depresión y la presidencia de Roosevelt, aspirantes competitivos proponen un proyecto social ambicioso, audaz y progresista. De la misma manera que el triunfo de Trump representó de algún modo una reacción extrema contra la globalización y la migración, el giro a la izquierda del Partido Demócrata constituye la respuesta de jóvenes, mujeres, afroamericanos y latinos contra Trump y la creciente desigualdad en Estados Unidos.

Los principales contendientes demócratas han abrazado propuestas que hace apenas cuatro años únicamente fueron suscritas por Bernie Sanders: Un sistema de atención médica universal, de pagador único, semejante al inglés, canadiense o español, figura en los programas de la senadora Elizabeth Warren—la principal rival del puntero, el exvicepresidente Joe Biden—, de Cory Booker, el senador por Nueva Jersey, de Julián Castro, de San Antonio, y en alguna medida de Kamala Harris, la senadora por California. Todos ellos proponen extender el sistema existente para adultos mayores y para los indigentes a todos los norteamericanos, suprimiendo el mecanismo actual de seguros privados pagados en parte por empleadores, o el Obamacare complementario de 2009.

Todos los aspirantes, incluyendo al puntero en las encuestas, Joe Biden, el alcalde Pete Buttigieg, Beto O’Rourke, de Texas y la senadora Amy Klobuchar de Minnesota respaldan una doble opción: la privada para quienes la tienen, y Medicare para los 20 millones que no cuentan con ella o que se encuentran insatisfechos con el esquema privado. Ellos explcan convincentemente que los norteamericanos gastan más que cualquier país rico en salud (como porcentaje del PIB) y tienen la peor salud de los países ricos.

Es muy probable que en pocas semanas incluyan en el programa común otras propuestas, como volver a la educación superior gratuita y condonar las enormes deudas estudiantiles existentes (propuesta de Sanders y Warren), la creación de un fondo a largo plazo para cada niño en situación de pobreza (propuesta de Cory Booker), el regreso a políticas de acción afirmativa en materia de créditos o avales hipotecarios para minorías y abrir el debate sobre reparaciones para descendientes de esclavos de antes de 1863.

Nada garantiza que un promotor del nuevo Estado asistencial norteamericano obtenga la candidatura. Tampoco que gane la presidencia o que logre poner en práctica su programa. Todo indica que aun si un centrista como Biden abandera al Partido Demócrata, se verá obligado a hacerse acompañar como vicepresidente por un “socialdemócrata”, rodearse de un Gabinete análogo y emprender su campaña con una plataforma de esta naturaleza. Incluso si no triunfa, se tratará de una transformación profunda de la configuración política estadounidense, como no ha visto desde los años 30. De todos los cambios en curso en el mundo de hoy, este tal vez resulte ser el más trascendente.

Sin embargo, el hecho de que Trump haya involucrado al centrista Biden en el escándalo de su relación con el gobierno de Ucrania ha provocado que las preferencias electorales cambien significativamente. Las sospechas de corrupción parecen haber destruido la principal fortaleza del centrista, provocando la migración de un 8% de sus simpatizantes hacia la senadora Warren, cuyas propuestas parecen cada vez más aceptables. El hecho de que las 400 personas más ricas de EU son las que menos pagan impuestos, es ya intolerante para los electores estadounidenses. En este panorama las propuestas redistributivas de Warren hacen cada vez hacen. Si su candidatura se llega a concretar, veremos si la búsqueda de una sociedad más justa y menos desigual se puede imponer al racismo y xenofobia de Trump. En un año veremos. ■

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