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sábado, 20 abril, 2024
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Aforismos: Lev Tolstói

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Tolstói es todo un hit de ventas, está en la lista de los escritores más vendidos (el top 10 del top 10) y viaja de Rusia a Estados Unidos (“first class, of course, jodidos proletarios”), de México (promociona una marca de mezcal) a Brasil (se enamora de una mujer que baila samba), España (le fascina el gazpacho), y de vuelta a Rusia envuelto en flashes de cámaras (es mi historia, la cuento como quiera), entrevistas, admiradores y admiradoras (intuimos lo que Tolstói hace con las admiradoras tras bambalinas), notas en las principales secciones culturales de los periódicos más importantes, revistas, todo un hipster culto del siglo XXI, paradigma del hombre pensante que no por eso muestra actitudes idiotas o simiescas en la pantalla, sino que, por el contrario, es divertido y entretiene tanto como los Transformers, además de que nos enseña a reflexionar, eso: reflexionar.

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Paréntesis. Un punto extra: Tolstói escribe sus “Aforismos” para los que gustan de subir a sus redes sociales frases motivacionales cristianas, budistas, yoguistas, veganas, sexuales y asexuales; de hecho, Tolstói tuvo que cerrar su perfil en face ante la amenaza de un ataque cibernético bien orquestado por una de las editoriales que llevan todos los best sellers de superación personal porque no se iban a dejar comer el mercado. Y conste que no quiero decir que Tolstói nos presenta un libro de superación personal (por eso es el miedo de la editorial) pero si ustedes escriben uno de sus aforismos en su muro tendrán likes asegurados, comentarios del tipo: “muy cierto”, “amo a ese tipo”, “algo así me hacía falta en la vida… además de comer verduras”; si acompañan la imagen con un gatito o un perrito, ¡listo!, están más allá… ¿saben qué es lo mejor de “Aforismos”? Lo compran en cualquiera de las librerías del Fondo de Cultura Económica a 90 pesos, ¿no les parece un precio de esos de ofertones locos? Ni lo que valen dos caguamas o unos condones de mediana calidad made in China. Fin de paréntesis.

Tolstói trae un libro en las manos, lo presenta en un evento organizado por la embajada rusa, donde prometen buen vodka al finalizar el evento. Cuando Tolstói habla de “Aforismos” primero agradece a Selma Ancira, una de mis mejores traductoras al español (si no es que la única), comenta; luego toma el libro entre sus manos recién manicureadas, se pone de pie y lo enseña a la cámara del lado derecho, aparece el título a cuadro: “Aforismos” (Fondo de Cultura Económica 2019).

Pero cómo es posible, a ver, se trata de Tolstói, aquel escritor ruso que adquirió fama por los tremendos y grandiosos tabicones narrativos que lo mismo te contaban una historia increíble con personajes entrañables (“my sweet Karenina”), que lo mismo te contaban una parte de la historia de Rusia (“remember ‘Cosacos’”).

Le acaban de hacer la pregunta y Tolstói se toma su tiempo antes de contestar, toma de un vasito de unicel, todos piensan que es agua, pero en realidad bebe del mismo vodka que se dará al final. Tolstói habla y su voz parece de ultratumba, como aquella que hacía el cíclope cuando peleaba con Capulina. Y le pide a Selma Ancira, quien hizo la selección, traducción y el prólogo de “Aforismos”, que por favor sea ella quien hable un poco de “Aforismos”, porque Selma Ancira, hay que decirlo, es una traductora grandiosa, y es gracias a su empeño, su labor incansable que se ha dado a conocer esta obra del maestro ruso, chequen en Internet la entrevista que le hice.

El proyecto de Tolstói va más o menos así: el libro tiene 31 capítulos, es decir, uno para cada día del mes que uno escoja, enero, abril, junio, aunque no es lo mismo leer en invierno que en primavera, pero Tolstói solo conocía una temperatura y era la nieve.

La propuesta del monstruo ruso es que el lector lea un capítulo por día como si se tratara de tus oraciones matutinas. Y entonces te encuentras que Tolstói reúne aforismos de distintos autores y de distintas tradiciones culturales que se enfocan en el tema que quiere desarrollar, ¿se ve fácil, verdad?, cuando nos hablan de aforismos hay autores que piensan que eso es de hueva, como de literatura infantil, total, unas cuantas líneas las escribe cualquiera… ¿en serio?

Tolstói toma el micrófono, amplia la explicación: es uno de mis últimos proyectos, asegura el autor ruso y todo mundo abre la boca en forma de O. Se trata, asegura, de una mínima parte de El camino de la vida (no es la canción), aún inédito en español (¡help me, Selma!) donde a través de la exposición de los grandes pensadores intento (en literatura todo es un intento) conducir al lector a una reflexión que le permita reforzar su capacidad espiritual. Por eso hay aforismos míos, pero también de otros grandes sabios de la humanidad, reflexiones de filósofos, de poetas y de gurús religiosos, sin embargo, al valerme de ellos para el libro, los he tenido que traducir, reconstruir, de tal manera que han sufrido una transformación tan grande, que me resulta incomodo calzarlos con la firma de sus autores (pág. 15).

Bum. Cientos de flashazos cuando Tolstói inclina la cabeza y su blancuzca barba queda casi recargada en su pecho. Agrega: queridos amigos, los mejores de estos pensamientos anónimos no son míos, sino de los sabios más grandes del mundo. Alguien asegurará luego en el baño que si algo distingue a los grandes maestros rusos es su modestia y Tolstói no es la excepción.

“Aforismos” se puede leer en orden o en desorden, aquí no hay reglas, si comienzan por el final, qué bueno, si comienzan por el principio, pues estarán comenzando como comienzan todos los libros. Si existe un fin didáctico para cada uno de los aforismos que Tolstói nos presenta, quizás este sea de orden espiritual, reflexivo, lees, te llevas lo más importante del aforismo contigo, buscas un espacio del día para reflexionar, eso: reflexionar, y te repites las palabras como si alguien te las estuviera susurrando.

Si te llega luz, vamos por buen camino; si te llega oscuridad, también, porque a mi juicio se trata primordialmente de eso: una búsqueda, tu propia búsqueda, tus reflexiones, Tolstói lo sabe en cuanto se despide de la presentación, ha bebido poco, pueden sacar el vodka que queda y los bocadillos, hemos terminado, nos vemos en la presentación de la siguiente semana.

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