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jueves, 28 marzo, 2024
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Sigo tratando de presionar y empujar fuerte el tema de la justicia frente a las víctimas: Javier Sicilia

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Por: JONATHAN HAYASHI* •

La Gualdra 402 / Entrevistas

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Para el poeta mexicano, el analista se alimenta de la verdad del periodista. ¿En qué se ha convertido México en la última década? ¿Qué rumbo está tomando nuestro país en manos de un nuevo gobierno? ¿Qué pasado rescatamos? ¿Qué presente vivimos? ¿Qué futuro estamos construyendo? Con el inicio de una nueva transición de decisiones políticas, comenzó también una serie de azares que no podemos vislumbrar aún, pero que con la ayuda de una lista concreta de luchadores sociales como Pedro Kumamoto, Elena Poniatowska, Alejandro Solalinde y Carmen Aristegui, podemos sentir todavía una esperanza colectiva fuerte.

La lista de verdaderos luchadores sociales se queda corta comparada con la lista de fosas clandestinas encontradas en la última década, la lista de recursos desviados, la lista de personas secuestradas, la lista de los periodistas asesinados en nuestro país. En ese corto menú de intelectuales y salvadores se encuentra sin duda el activista Javier Sicilia; un poeta y analista nacido en 1956 en la Ciudad de México. En los últimos años ha encontrado al silencio como un aliado desde el suceso que acabó con la vida de su hijo. Un escritor que ha encontrado el sentido de alzar la voz desde el activismo para narrar el miedo que sienten las víctimas de la violencia de este país. Una voz que grita la defensa de sus derechos y garantías.

Javier Sicilia ha escrito obras como A través del silencio (2002), La confesión; El diario de Esteban Martorus (2009); El fondo de la noche (2012); Vestigios (2013); y El deshabitado (2016). Ha sido recipiente de galardones importantes como el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares por su libro El bautista (1991); el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por Tríptico del desierto (2009); y el Reconocimiento Juan Gelman, otorgado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, por su labor como poeta, periodista y defensor de derechos humanos.

Javier Sicilia. Foto de Laura Durán.

Javier Sicilia. Foto de Laura Durán.

 

Jonathan Hayashi: Su legendario chaleco… ¿su amigo más fiel?

Javier Sicilia: Pues fue [ríe]. Además fue un problema porque tenía demasiadas bolsas para mi estructura mental y todo lo perdía en las bolsas. Me lo puse precisamente porque creí que me iba a funcionar, pero lejos de eso me creaba problemas; un día dejaba el encendedor en una bolsa y no lo encontraba, los cigarros en otra bolsa y, bueno, siempre los chalecos de reportero me han gustado mucho.

 

JH: ¿De qué se alimenta un analista?

JS: Pues primero se alimenta de la verdad del periodista que es el reportero. Si el reportero es fiel el analista tiene la voz de la gente y entonces puede analizar y opinar. Se alimenta justamente de la verdad, pero la verdad a través de quien es el verdadero periodista: el reportero.

 

JH: ¿Has encontrado todas las respuestas que has buscado?

JS: No. Porque uno no encuentra nunca una respuesta para su razón. Yo la encuentro en lo que llamo la fe desnuda; una fe sin asideros en la realidad. Si me dicen “respuestas” en el mundo en el que vivo, encarnado en el mundo en el que estamos, pues no. Seguimos viviendo mucho sufrimiento gratuito; el sufrimiento que genera el crimen, el que general la impunidad, el sufrimiento que genera, por parte los políticos, el encubrir la realidad y el enfrentar realmente el horror y la justicia. Eso es lo que he buscado durante 8 años y lo que encuentro es una gran sordera por parte del Estado y de los gobiernos que han representado en los últimos 13 años el gobierno de este país, si es que se puede llamar gobierno a lo que estamos viviendo.

 

JH: Pareciera que varios de nuestros políticos actuales se están develando como priistas.

JS: No creo que se están develando. Andrés Manuel es el viejo PRI. Están develados anacrónicamente; el viejo PRI ya no es posible. Y no están leyendo el mundo moderno y lo que yo llamo la crisis civilizatoria. Están reproduciendo formas del pasado que lejos de sanar al país lo van a agravar mucho más para desgracia de México. Es producto de la sordera, de la ceguera y la soberbia que va de la mano con el poder y el dinero.

 

JH: Usted no culpa a Dios de tanta desgracia, sino al humano, que por su libre albedrío ha ocasionado tantas penas.

JS: Exactamente. Por eso hablo mucho en mi lectura de esa ausencia de Dios. Dios no está porque lo hemos desalojado. La responsabilidad de cuidar de esta creación que hizo Él, no es responsabilidad de Dios, es responsabilidad de nosotros. La providencia somos nosotros para nosotros mismos. Por ahí obra Dios, desde mi punto de vista. Pero también puede obrar el maligno para nosotros mismos. Mientras no entendamos que a nosotros nos toca custodiar y ser providencia para el prójimo no vamos a salir del infierno.

 

JH: ¿Aprendemos a no extrañar a nuestros muertos o aprendemos a extrañarlos de manera más resignada?

JS: No sé, la muerte tiene muchas facetas. Creo que la muerte es un mal. Es terrible. La ausencia es terrible. Hasta en el evangelio mismo, ese pasaje tan conmovedor cuando Jesús entra a la tumba de su amigo Lázaro. Pocas veces se repara en eso. Llevaba 3 días muerto. Apestaba. Le dicen “No entres”, y Él entra. Sabe que lo va a resucitar y sin embargo, llora. Llora porque el mal le hizo eso a su amigo y la muerte es un mal. Lo que hay que buscar es cómo evitamos hasta donde nos es posible la muerte de los otros. Albert Camus, un gran escritor, decía: “No vamos a hacer un mundo donde los niños ya no mueran o no sufran. Pero si sabemos amar y sabemos conservar lo importante que es el aquí y el ahora, podemos disminuir su número”.

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JH: En el trato constante con las víctimas eres la pieza fuerte. La armadura. Después de un día como defensor, al llegar a casa, ¿el desarmarte te hace llorar?

JS: Sí, yo he llorado mucho. Recuerdo los grandes momentos del movimiento. Yo llevaba la representación de las víctimas y pues las víctimas se recargaban, la prensa estaba encima, estaban los políticos, y uno tenía que presentar un rostro de mucha firmeza. Recuerdo que se concentraban sobre mí muchas cosas, muchas esperanzas, mucho sufrimiento de las víctimas en busca de respuestas. Uno tenía que estar firme. Recuerdo regresar a la casa, en casa de mi hermana que nos daba un bungalito a mi mujer y a mí, y me fumaba el último cigarro en la noche. Yo solo en el jardín. Y me ponía a llorar. Porque tenía que ser fuerte, pero era igual que todos los demás que estaban allá afuera con el mismo dolor, con la misma fragilidad, con la misma pequeñez. He llorado mucho. Mucho.

 

JH: Es menos la probabilidad de encontrar intelectuales creyentes en un poder superior.

JS: Yo tengo una fe, después de los sucesos, compleja y profunda porque no tiene un amparo en la realidad. Lo que yo tengo es un dato negativo. A mi razón parece que no hay nada. Eso es lo que en la mística se llama la fe desnuda, la fe sin asideros. Es la fe de Jesús en la cruz; donde no hay dato ni de Dios ni de los hombres. Y sin embargo, no pierde un contacto que es de otro orden. Del orden del amor, del vínculo. A pesar que no está, sí está. Me sostengo por el amor de los otros que está vinculado a la fe y a la esperanza. Hay algo que me sostiene de una fe de la cual no puedo dar una cuenta racional.

 

JH: ¿Qué lee un luchador social como Javier Sicilia?

JS: Leo poesía. Estoy leyendo a un poeta que para mí es un gran vitalista, Saint-John Perse, del cual hice mi tesis de licenciatura. Leo mucha espiritualidad, leo a los místicos, leo novela, leo de todo. Tengo un mapa, una ruta donde me voy llevando a ciertos autores que me pertenecen en linaje espiritual. Estoy ahorita leyendo una novela del primer judío en ganar el Premio Nobel de Literatura, Shmuel Yosef Agnón, poeta de la diáspora muy espiritual y profundo. También he estado leyendo a la que le dieron el Premio Nobel de Literatura junto a Agnón, Nelly Sachs; gente con una profunda espiritualidad desde la perspectiva del judaísmo.

 

JH: ¿Cómo son esos momentos de lectura?

JS: Trabajo y escribo mucho. Ya no poesía. Pero sí mis artículos de Proceso, algunos ensayos sobre el silencio, y estoy escribiendo mis memorias que escribo para mi nieto. Es un libro que quiero dejarle a mi nieto para que me recuerde [ríe]. Para que sepa de dónde viene. Lo escribo para él. Entonces frente a la computadora fumo, recuerdo, analizo, leo y sigo tratando de presionar y empujar fuerte el tema de la justicia frente a las víctimas, que es otra de mis tareas. Ése es mi día: un café, cigarro, discusiones, soledad, pensamiento, amistad, amor con mi nieto, con mi hija, con mi mujer. Mi día se reparte en hechos amorosos de diferente nivel. Hasta fumar un cigarro para mí es un acto de mucho amor y de mucha presencia en la vida.

 

JH: ¿Cuál es su palabra favorita?

JS: Es una palabra que por desgracia se ha manejado y manipulado tanto. Es una palabra que se llama amor. El amor no dice nada. Es una experiencia [ríe]. Hay que saberla vivir para saber de qué profundidad es su sentido. De qué profundidad es la palabra.

 

* Humano, lector, bebedor de cortados con vainilla, comunicólogo, profesor, periodista cultural, cazador de respuestas y soñador de un mundo mejor. @BosqueHayashi

 

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_402

 

 

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