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miércoles, 17 abril, 2024
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México y la sociedad raciclasista: reflexiones con el puño en alto

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Por: La Jornada Zacatecas •

México es de los países más desiguales del planeta. Los estudios sobre la desigualdad empezaron evidenciando la diferencia de ingresos, luego la reproducción de estas estructuras sociales causadas por algo más básico: las oportunidades. Entonces se cayó en la cuenta que la pobreza y la riqueza se reproduce a través de las generaciones; es decir, se hereda. Los análisis sobre la movilidad social dicen que el 70 por ciento de las personas que nacieron en un estrato social ahí van a morir, y lo peor, sus hijos tendrán el mismo destino. La idea de que la cuna es destino nos hizo pensar en la época colonial y las castas. Así pues, se hicieron de primera importancia analítica los estudios sobre cohesión social. Estos últimos muestran una estructura social dividida en estancos, como si fueran albercas divididas con altas bardas, así se constituye la sociedad mexicana. Fragmentada y segmentada. Una sociedad de castas en el siglo XXI.

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En el mundo novohispano las 16 castas dividían a la sociedad en grupos por origen étnico, lugar de nacimiento, color de piel y poder económico. Además de sus diversas combinaciones. Negros, blancos, mestizos, castizos, lobos, saltapatrás, mulatos, zambos, jíbaros, cambujos, coyotes, chamizos, barcinos, y otras. Había prohibición expresa de ciertos matrimonios que generaran mezclas ‘antinatura’. Así, la sociedad novohispana que duró 300 años se convirtió en la madre cultural de los mexicanos actuales. Si hemos de creer a Octavio Paz, la clave para comprender el sistema político mexicano se encuentra en el siglo XVII. El origen de la cultura política del caudillo, el centralismo y el autoritarismo está justo ahí. Nosotros ampliaríamos esta idea. No sólo el sistema político, sino ‘la mentalidad de casta’: patrones culturales que se expresan en los criterios de contratación, de adopción, de ingreso escolar, elección de pareja y grupos de amistad, vienen desde aquel tiempo. La cosa es que estos patrones culturales se han convertido en criterios para distribuir oportunidades de desarrollo. En otras palabras, el raciclasismo de la herencia colonial es un factor determinante del actual sistema de oportunidades. Puede parecer increíble, pero así es. La memoria pervive en el lenguaje, y ahí aparece la discriminación de la que hablamos. El lenguaje es pensamiento expreso y también acción. Hablar es actuar en sociedad.

La historia es ruptura y continuidad al mismo tiempo. Ojalá y podamos romper con esa memoria y herencia nefasta que nos viene desde el siglo XVI. La identidad también es ruptura con la tradición. La conciencia de la igualdad esencial de todos los seres humanos debe convertirse en criterio para hacer la economía, la política y la convivencia social. ¿Qué podemos hacer para que se reproduzca la conciencia social (cultura) de la igualdad? Lo primero es fomentar la cohesión social: medidas desde el Estado que eliminen las brechas entre los sectores sociales. La pregunta es, ¿realmente estamos ante un Estado igualitario? Exijamos la igualdad (y con el puño en alto digamos): ¡mueran las desigualdades y discriminaciones siniestras!

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