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jueves, 28 marzo, 2024
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■ Alba de Papel Avatares del arte y sus creadores

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

Apropósito de la reciente exposición de Alejandro Nava “No es que me haya ido”, instalada en el Museo Francisco Goitia, resultado de un merecido gesto de reconocimiento al autor nacido en San Luis Potosí en 1956 y fallecido en 2014 en Zacatecas, la tierra que amó profundamente, se hace necesario reflexionar sobre el papel del Estado y su relación con los artistas.

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Para los familiares del maestro Alejandro Nava fue con seguridad una acertada iniciativa de las autoridades que la promovieron – en particular de la directora del recinto, Adela Bañuelos- para corresponder a una vida dedicada a la pintura y a la escultura como la de Nava, quien luchó y se esforzó por mantener en un plano de exigencia creativa, no sólo su obra como pintor y escultor, sino también el Taller de pintura y grabado “Julio Ruelas”, fundado en 1985 y formalizado en sus actividades en 1986 gracias a las prensas que facilitó Ismael Guardado.

Con encomio y críticas a su liderazgo, Alejandro Nava hizo cuanto estuvo a su alcance para gestionar apoyos para el taller que en sus años más productivos fue cuna de grandes artistas que ahí se gestaron como Luis Enrique Gutiérrez, Ignacio Vera Ponce, Francisco Almaraz y Mónica Romo, entre otros. A la par, su trabajo no se detuvo, ni sus viajes para participar en exposiciones individuales y colectivas dentro y fuera del País.

El impulso al taller “Julio Ruelas” obedeció entonces al interés específico de un creador relevante, pero nunca porque el Estado encontrara la pertinencia de hacerlo e instrumentarlo adecuadamente con un espacio propio y equipo, para que sirviera de émulo en la formación y producción de nuevos artistas.

Pocos son los artífices ya con prestigio que tienen acceso a la élite del poder y de los recursos cada vez más limitados, sobre todo aquellos que son destinados para el aprendizaje de las artes plásticas y gráficas, castigando en consecuencia su producción y especialización que ha dado origen a una remisión del espacio para incrementar la oferta de servicios.

Lo guían una nueva pléyade de grabadores y pintores que cómo pueden y con restricciones luchan por salir adelante, su iniciativa y emprendimiento los ha llevado a que otros repliquen el esfuerzo y lo han hecho con nuevos talleres en Fresnillo, Vetagrande, Ojocaliente y Zacatecas Capital que plausiblemente ha mantenido el Centro de la Gráfica.

No obstante, el taller ya sin Alejandro Nava u otra figura prominente, con seguridad debe luchar por los apoyos que realmente lo transformen en un referente de la pintura y el grabado mexicano.
No es fortuito que lleve el nombre de Julio Ruelas, pintor, grabador, dibujante e ilustrador originario de Zacatecas (1870), muerto en París (1907), personaje flemático y dantesco en su obra artística de extraordinaria calidad, cuyos restos reposan en el Panteón Montparnasse, porque así lo pidió y su legado es a la fecha, motivo de análisis para los críticos y de inspiración para las nuevas generaciones.

El desafío se acrecienta cuando viene a la memoria el surgimiento del Centro de Artes Gráficas “La Parota” de Colima, creado en 1996, que acaba de celebrar con donaire 23 años, como uno de los más importantes espacios de la formación, producción y especialización, con una trayectoria pujante que ha logrado reunir a los más grandes maestros de la gráfica y la pintura y ha conseguido donaciones singulares de Leonora Carrington, Gabriel de la Mora, Francisco Toledo y Manuel Felguérez.

El Taller “Julio Ruelas” estará cumpliendo en noviembre de este año, 33 años, ¿No sería plausible resignificarlo y fortalecer a quienes hoy lo impulsan e intentan mantenerlo para que siga cumpliendo su cometido?… Este sería un redoblado reconocimiento a Alejandro Nava y a Julio Ruelas para que sigan viviendo en la memoria colectiva de la comunidad artística de Zacatecas.

Quizá deba ser así porque es lo “normal”, pero es un gran pesar observar la marginación de muchos creadores, algunos ya murieron y otros que, con su personalidad extravagante o tímida, bregan con gran porfía por conseguir apoyo para seguir produciendo, ganar una beca para lograrlo, vender su obra para sobrevivir, contar con recursos para viajar y mover su obra.

No es un asunto fácil, de fondo es un proceso de comprensión y gestión, de compromiso irrenunciable para fortalecer y multiplicar el patrimonio artístico de la Entidad, a donde por fortuna, hay talento imbatible, colmado de pasión y persistencia. Prevalece irrenunciablemente en este propósito, algo grande y bello. ■

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