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jueves, 28 marzo, 2024
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“Todo México es una gran novela negra”: Carlos René Padilla

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Por: ALMA RÍOS •

■ Lucha para asombrar al lector, pero la realidad también se le adelanta

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■ “En la novela negra mexicana se establece así una lucha entre la realidad y la ficción”

■ “Los escritores están haciendo más realidad o producen mayor verosimilitud con su literatura que la realidad que genera casos verdaderamente increíbles”

 

“Todo México es una gran novela negra”. Una novela cuyos pasajes serían difíciles de aceptar por los editores por su inverosimilitud. “Ni yo como novelista, y platicando con algunos colegas, te imaginarías ese grado de maldad para tu villano”.

Un gobernador que le da agua inyectada en vez de quimioterapias a niños con cáncer, tráileres abandonados o que transitan por el país llenos de cadáveres sin identificar y en proceso de putrefacción, atiborrados ya los Semefos. O la contratación por la Procuraduría General de la República de una nigromante, “La Paca”, para encontrar el cuerpo del diputado federal Manuel Muñoz Rocha, involucrado en un crimen de Estado.

“Se va a quedar mi editor, ¿estás loco o qué pasó?, si yo llego a contarle la historia de una niña que desaparece y durante una semana todo el país vuelto loco buscándola ¡Y después sale el procurador de un estado y dice que estaba en su propia cama ¿Estás loco? Eso no es verosímil, no te lo va a creer nadie…pero es algo que nos han dicho los políticos. Es el caso Paulette!”.

En la novela negra mexicana se establece así una lucha entre la realidad y la ficción. Los escritores están “haciendo más realidad” o producen mayor verosimilitud con su literatura que la realidad que genera casos verdaderamente increíbles.

Esta gran ficción que han inventado los políticos además es vertiginosa. “Pasa algo bien curioso, yo me puedo imaginar una historia y en lo que me tardo en escribirla, en armarla y todo, a lo mejor pasa un año. Pero de aquí a que lo haga ya sucedieron cosas muy parecidas a lo que quise decir…”.

Carlos René Padilla lucha de esta manera para asombrar al lector pero la realidad también se le adelanta “y te quema la historia que se trataba de elaborar desde la ficción”.

Narra que pasó algo similar con la literatura de Elmer Mendoza en su libro ‘Asesinato en el Parque Sinaloa’, “mencionaba algo parecido a un narco que andaba enamorado de una estrella de radio o algo así…a los dos meses justo sucede que detienen a ‘El Chapo’ por Kate del Castillo…una figura del espectáculo con los capos, y la rebambaramba que se armó”.

-¿No te apoyaste en eso?

Me dice no, la novela ya estaba terminada en revisión y todo.

En la pugna entre realidad y ficción, o las incapacidades de verosimilitud de la realidad y la incapacidad de la ficción para alcanzarla, señala no obstante, que hay que seguir escribiendo sobre lo que pasa y que ante la saturación de esta gran novela negra que es la vida en México, justo la escritura es el medio para decir más y quizás mejor lo que ocurre día a día y nos sobrepasa.

“Yo saqué un libro que se llama ‘No toda la sangre es roja’, que trata sobre mi época de reportero y fue eso, darle nombre a algunas víctimas para que no se quedaran sólo en números”.

Muchos no aguantan como reporteros de nota roja, muchos no aguantan ser periodistas, dice, “es como una carga, una doble maldición”, por todo lo que se tiene que ver y saber.

Hace 12 años que no ejerce el oficio periodístico con el que lidió durante ocho, un momento en que Sonora “no estaba todavía tan metida en el narco, siempre lo ha habido pero no estaba en estos índices”.

“Y lo que me salvó fue la necesidad de escribir, fue volcarme en la literatura, que entre comillas, da un poquito más de seguridad…ya ves lo que le pasó a Javier… acababa de estar en Obregón hacia poquito, y cuando veo la foto, tirado en el pavimento, 12 del mediodía, su sombrero ensangrentado, la sábana que lo cubría…Yo pensé, no mataron a Javier, mataron a cientos y miles de periodistas mexicanos ese día”.

Hay que imaginar dice, a Pancho, Lupe y Agustín, que quieren hacer un periodismo diferente “y trabajamos en San Pedro de los Palotes o San Justino Macabeo, donde sabemos quiénes son los narcos, quiénes son los políticos corruptos y no podemos decirlo…”.

Javier Valdez tenía reconocimiento público, y distinciones otorgadas internacionalmente por el periodismo que hacía, y aun así fue atacado, reflexiona.

En esta trama novelesca y su relación con la literatura del género negro que se ha constituido México se recuerda en la conversación como referente El complot mongol (Joaquín Mortiz, 1969) de Rafael Bernal, a colación una reciente versión cinematográfica.

Lo permanente en aquella obra y las que se hacen hoy es la corrupción, “una serie de poderosos que quieren tumbar a otro mediante un complot para quedarse con el poder”.

La novela de Rafael Bernal “se ubica en la época de la Guerra Fría entre los rusos y los americanos y habla del espionaje que se sigue dando pero no tanto, después viene Paco Ignacio Taibo 2 con Belascoaran Shyne a hablar de sindicalismo, del halconazo, pero trata muy diluido el tema de las drogas…luego llega Elmer Mendoza y empieza a hablar de los narcotraficantes del Norte, a darle el papel protagónico al mundo de las drogas”, hace Carlos René Padilla un recuento rápido.

Hoy todo México “es Norte”, pero además el momento de la corrupción del país tiene como protagonista a la simbiosis entre la clase política y la criminalidad, o la integración de los criminales a la clase política de manera franca.

Uno de sus personajes en ‘Yo soy el araña’ es un diputado plurinominal que se da cuenta cuando llega al poder que ser político y ser narcotraficante “es mejor o igual que la fórmula de la Coca cola”.

“Porque puedes tener el poder a la luz del día. Te paseas, comes en el mejor restaurante y no necesitas cerrarlo, y llega el diputado fulanito de tal, el senador y el gobernador, zutanito de tal”.
Se sumaron así el poder político, “democrático”, y el poder fáctico, o se legitimó a este último.

“¡Qué a toda madre! Y eso lo quise reflejar en el libro. El bato lo dice, es lo mejor que me pudo haber pasado” luego de llegar a la curul en pago de haberle hecho un favor al partido en el poder.
“Lo quise manejar genérico, ‘el partido en el poder’, para que a todo el que estuviera en el poder le quedara el saco”.

A cambio, el capo pide una diputación plurinominal y se da cuenta que con ella obtiene “todos los poderes, todo el fuero, tiene todo el manto protector, y dice bueno, aquí está la minita y yo tengo que seguirle”.

En contraste, su héroe, un policía trastornado que cree que el traje del Hombre araña le da súperpoderes, busca rescatar a su esposa secuestrada.

La narración toma un cariz cómico, porque el hombre camina por la calle en realidad sin ningún poder “y con un calor de 44 grados centígrados enfundado en unas licras y sudando por todos lados dispuesto a batirse y todo lo que suceda, con este grupo de delincuentes”.

La imagen es simbólica y por tanto terriblemente trágica porque en este país de las ficciones inverosímiles las víctimas de los secuestros y las desapariciones, y los miles de crímenes, literalmente se han empoderado solo con sus uñas a veces, para rascar la tierra y encontrarles, o enfrentar a la delincuencia solo con el coraje de la indignación y el amor por los suyos.

“Es eso lo que finalmente somos, personas civiles, personas de a pie tratando de encontrar a nuestros seres queridos o de hacernos justicia en donde sea, dentro de cualquier hecho criminal. Este caso pudo ser un secuestro pero pudiera ser un levantón, o un ajuste. Y eso es lo que somos los mexicanos y es muy triste. Algo que tiene como moraleja la novela es el epígrafe que lo resume: “Todos podemos ser héroes por un día”.

Carlos René Padilla (Aguaprieta, Sonora, 1977), estuvo en la capital del estado para presentar en el contexto de la Feria Nacional del Libro de Zacatecas FENALIZ 2019, su novela ‘Yo soy el araña’ (Reservoir books, 2019).

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