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jueves, 18 abril, 2024
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El Papa y el premio Nobel convergen por un nuevo rumbo económico

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

En una reunión privada llevada a cabo en el Vaticano el pasado 11 de mayo el pontífice Francisco y el economista estadounidense y premio Nobel de economía 2001 Joseph Stiglitz, coincidieron en la necesidad de impulsar a nivel global una economía social de mercado que “mire al futuro con la voz de los más jóvenes”. El primer paso ha sido el envío de una carta firmada por Francisco a todos los economistas, emprendedores y emprendedoras del mundo, animándoles a participar en el encuentro “Economía de Francesco” para promover una economía basada en los valores humanos y no en el beneficio a toda costa. En la carta, se invita a “a quienes hoy se están formando y están empezando, a estudiar y practicar una economía diferente, una que da vida y no mata, incluye y no excluye, humaniza y no deshumaniza, cuida la creación y no la despoja”. Ambas personalidades coincidieron en que debe ser una economía que sirva al hombre, inclusiva, que no deje a nadie fuera, que respete el medio ambiente y promueve el bien de todos los residentes de la casa común.

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Durante el encuentro, Stiglitz propuso: “Es fundamental trabajar desde la educación en sistemas alternativos que no tengan como premisa la idea de idolatrar al dinero. Tenemos que tratar de desarrollar programas y estudios alrededor del concepto de economía circular, que contribuyan a una educación consciente de la sostenibilidad ambiental que requiere devolverle al ambiente lo que se le quita”. El Papa se sumó a la propuesta afirmando: “Sin mejoras en la economía, la humanidad va hacia el suicidio”.

De acuerdo con la información oficial sobre el encuentro, el premio Nobel insistió en las ideas que incluyó en su nueva versión del libro El malestar en la globalización cuando señaló: “A nosotros nos interesa profundamente poder trabajar con la fundación Scholas en profundizar las discusiones sobre las cuestiones sociales y los cambios que genera la globalización en las sociedades, así como pensar en ideas concretas sobre lo que deberíamos hacer para que la tecnología y los mercados estén al servicio de la humanidad y no al revés”.

Durante el encuentro en el Vaticano, que culminó una jornada de trabajo iniciada en la sede de la fundación pontificia en el Palacio de San Calisto, Stiglitz le propuso a Scholas contribuir en un informe que será presentado en foros económicos internacionales, que se ha venido elaborando en su primera fase a lo largo de 2019 y lo hará parte del 2020 en una segunda fase, a través de la Comisión para la Transformación Global (CGET, por sus siglas en inglés) del Instituto de Nuevo Pensamiento Económico (INET) cuyo presidente Robert Johnson también participó en el encuentro. Pocos días después, el Vaticano anunció la convocatoria del encuentro mundial de economistas y jóvenes, que tendrá lugar en Asís (Italia) en marzo de 2020, con el objetivo de apoyar “una economía cristianamente inspirada”. El obispo de Asís, Domenico Sorrentino, subrayó que el Papa pidió que el esfuerzo no quedara en un evento, sino que iniciara un proceso.

El encuentro y los acuerdos del Papa Franciso y el Nobel Stiglitz ocurren por una afortunada coincidencia entre los diagnósticos que ambos vienen realizando y publicando durante los años recientes. Así, en la introducción a su más reciente libro: El malestar en la globalización REVISITADO el Nobel escribió: “A comienzos de este siglo escribí ‘El malestar en la globalización’ con el fin de explicar el descontento que la globalización estaba produciendo en muchos paises del mundo en desarrollo y que habia podido observar desde mi puesto como economista jefe del Banco Mundial. Un párrafo más adelante denuncia: “Ahora, a los opositores a la globalización en los mercados emergentes y los países en desarrollo se han unido miembros de las clases medias y bajas de los países industriales avanzados.

Por su parte, en su exhortación apostólica Evangelii Gaudium el Papa Francisco escribió:

“No a una economía de la exclusión

53. Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes».

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