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jueves, 28 marzo, 2024
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Ocho por Radio (Silvestre Revueltas)

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Por: Mauricio Flores •

La Gualdra 387 / Aniversario 8 Gualdreño

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Ocho ya, pregunto. Sí, ocho, contesta pronto el interlocutor y en la mente aparece el título, Ocho por radio, con el que Silvestre Revueltas signara esa vibrante y fresca pieza musical salida de su genio a petición expresa, hacia principios de los treinta, para ser ejecutada como cortinilla en la naciente radio mexicana. Ocho por radio, sonidos para ocho ejecutantes que nos remiten como en un torbellino lento, no mayor de ocho minutos, acariciando los sentidos todos, cinco, tal vez ocho en una nueva dimensión, la que trascienda lo hasta ahora experimentado. Ocho… como entrando a un hoyo negro apenas descubierto.

Ocho por radio, tres movimientos del genio revueltiano, recordará el oyente, tantas veces vibrados en uno y otro sitio, que en 1899 nació y en 1940 murió, y que en otra data con terminación ocho, la de la década de los treinta, escribió, la música por dentro: …y seguí soñando con música y países remotos…, después toqué el violín…, he tenido muchos maestros…, ahora, después de muchos años, sigo estudiando, sigo teniendo maestros, escribo música, sueño con remotos países, y a veces doy tamborazos en una tina de baño. Así escribió Silvestre.

Silvestre. Ocho veces absuelto, diría su hermano José, y es que era, detalla, la condenación misma, su propio cuerpo del delito, la condenación en estado de gracia concebida sin pecado original, definitiva y pura, y no había nada que absolver más allá del hecho justísimo y aterrador de ser Silvestre el condenado, de estar condenado a ser Silvestre. Un Silvestre, un Revueltas, como hubo varios, el mismo José, Fermín, Rosaura, Cuca…, que a ocho años de haber compuesto Ocho por radio encuentra la muerte, esa música tantas veces soñada, acompañado de dos de sus hermanos, Consuelo y José. Otra vez la escritura de José, quien, despedazado, destruido, se aproxima a contemplar el rostro de Silvestre, al que nunca recuerda haberlo visto ni tan bello ni tan puro. Dulcemente quieto y en reposo, después de haber combatido por última vez, escribió José. Ocho por radio.

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