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jueves, 18 abril, 2024
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Mesa para ocho

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

La Gualdra 387 / Aniversario 8 Gualdreño

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El instinto gregario tienes sus bemoles. Ponerse de acuerdo con otros siete para compartir el sagrado momento de comer es una odisea.

Paladares distintos, culturas gastronómicas diferentes, ortodoxias nutricionales variables y hasta diferencias presupuestales se interponen entre nosotros.

Tres jóvenes en los últimos estertores de la adolescencia y todavía asumiendo que la defensa de sus gustos es la defensa de su identidad, hacen frente unido contra la gerontocracia. No es que entre ellos no haya diferencias, pero saben que éstas serán menores de las que podrían tener con los más adultos.

Aún así difieren. “¡Pizza!” dice una, “¡tacos!” exclama el otro, y la tercera de ellos -nutrióloga de profesión- respira hondo y da por perdida la batalla por buscar comida sana.

Su madre es un ejemplo de diplomacia. Populista por convicción, es capaz de cocinar para todos todo con tal de evitar inconformes. Pero no hay poder humano ni presupuesto que haga esto posible. Maromea entonces tratando de satisfacer a todos mientras incentiva la capacidad de adaptación de todos.

Para la más fifí de la familia cada reunión es una celebración de estar juntos que merece lo extraordinario. Comer donde no suele comerse, vestirse como no se suele vestirse, ir a donde no suele irse.

Pero esto contrasta con el patriarca que es de gustos tan sencillos que rayan en lo rupestre. Un caldo de res, o una sopa de fideos preferentemente caseros le bastan.

A todos escucha la matriarca, la brújula, la que tiene la última palabra. Su cabildeo es tan fascinante que ni siquiera lo nota. Teje tan fino que ni ella ve las puntadas.

No tiene opinión porque lo de ella es la decisión.

Le cede a alguien el qué y compensa al otro con el dónde, acomoda el cuándo a territorio neutral y con disimulo jala a todos hasta llegar al “a qué horas”.

¿Y yo? A mí los años me han enseñado a elegir batallas. Guardo silencio y confío sabiéndome en buenas manos.

Hago de voyeur, y espero la decisión final. Estamos juntos y es todo lo que importa. La felicidad se resume así “señorita, mesa para ocho, por favor”.

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