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viernes, 29 marzo, 2024
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El futuro, entre Dos Bocas

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Por: BASILIO HERNÁNDEZ •

En la Antigua Grecia se creía que tres divinidades, conocidas como las Moiras, hilaban el destino de la humanidad, deparando suertes y desgracias. En aquellos días era impensable eludir a ese poder sobrenatural, definitivo e inalterable, que dictaba el cauce de la vida. Así, una a una, las personas rendían su soberanía y se doblegaban ante estas leyes secretas y absolutas, las cuales, determinarían su porvenir. Una vez más, pareciese que la humanidad se ha rendido ante la fatalidad del futuro… El año pasado el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) advirtió que si el mundo sigue el ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero, es probable que el aumento de la temperatura global exceda los 1,5 grados, con lo que se pondría en riesgo la habitabilidad de la Tierra. Pareciese imposible escapar de este trágico final presagiado, y que cada vez más nos dirigimos de manera acelerada y precipitada hacia él, o al menos así lo concluyó un nuevo estudio de las Naciones Unidas: la huella humana se ha convertido en el principal agente de cambio geológico en el planeta, poniendo en peligro de extinción a un millón de especies vegetales y animales, reforzando así, la grave amenaza a los ecosistemas de los que depende la supervivencia humana.

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Los peligros para la civilización son reales, y tal como héroes griegos de antaño nos afrontamos a un destino desolador, en el que cientos de millones de vidas penden de aquel hilo tejido por las Moiras. Es un hecho que la humanidad está presenciado fenómenos naturales sin precedentes, los cuales atentan contra nuestra propia existencia. Fenómenos extremosos que son visibles día a día en nuestro país: inundaciones en las costas, sequías en los campos, incendios por toda la República, contaminantes nocivos en el aire, desaparición de la biodiversidad, escasez de agua potable, y la mortífera lista continúa. La realidad es agobiante, el panorama aterrador, pero…, pero la humanidad ya ha roto las cadenas de la superstición, la evolución del conocimiento científico nos ha emancipado de la esclavitud a la que estábamos sometidos. El individuo sí tiene el poder de alterar su destino, y además, posee las herramientas técnicas y científicas para salvarse de ese abominable e irreversible aciago. Ya lo ha dicho la ONU: para evitar niveles desastrosos de calentamiento global, los gobiernos de todo el mundo deben hacer cambios de largo alcance en la tierra, la energía, la industria, los edificios, el transporte y las ciudades. Y sí, sustituir la energía proveniente de combustibles fósiles.

México es uno de los 185 países que ratificaron el Acuerdo de París, el instrumento internacional más ambicioso para hacer frente a la crisis climática que atraviesa el mundo. Nuestro país se comprometió a reducir sus emisiones de gas de efecto invernadero en un 25%, para lo cual se propuso generar el 35% de energía limpia en 2024, el 43% en 2030 y el 50% para 2050. Según la Secretaría de Energía, al cierre del primer semestre de 2018, la generación energética por fuentes limpias alcanzó el 24%, es decir, menos de un punto porcentual de lo establecido por la Ley de Transición Energética. De esta manera, en cuestión de años, México se situó a la vanguardia de los países que están realizando acciones concretas para mitigar el calentamiento global, convirtiéndose en uno de los principales países que invierten en energías limpias. Hijo del destino, el actual gobierno pretende subyugarse ante la fatalidad del futuro, e inclusive, aspira a ser el catalizador de un trágico desenlace que arrastrará consigo las vidas de millones de mexicanos. Construir la refinería Dos Bocas es insensato, amoral y mortal. Aunque oficialmente se mantiene el respaldo al uso de energías limpias, éstas apenas fueron mencionadas durante su campaña, y pasaron discretamente por el Plan Nacional de Desarrollo. La realidad es que Andrés Manuel, y su gobierno, privilegian la extracción de energías altamente contaminantes, condenado así, el presente y futuro de la nación.

El medio ambiente no es una prioridad para la administración de Andrés Manuel y así lo reafirman constantemente en discurso y acciones. No solo el director general de la Comisión Federal de Electricidad lanzó críticas punitivas contra las energías limpias, sino que se han cancelado mecanismos clave para alcanzar las proyecciones previstas. Y mientras el presidente intenta rescatar una industria en pleno declive, la tendencia global indica una transición– en todos los sectores de la actividad humana– de la dependencia a los combustibles fósiles hacia un sistema de energía limpia y sostenible. La gravedad de las circunstancias nos exige actuar. Por un mejor hoy, y por un mejor mañana, se debe rechazar categóricamente un proyecto improvisado y obsoleto. La actitud indolente de Andrés Manuel ante las catastróficas dimensiones de la crisis climática debe motivar a los actores no estatales a aplicar lo que en otros países ya se ha demostrado: la energía limpia también conduce a crecimiento económico, también genera empleos sostenibles y también garantiza la soberanía energética. A diferencia de la antigua creencia de los griegos, el destino no está determinado por seres mitológicos, México aún tiene tiempo para actuar, pero éste, se está agotando.

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