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jueves, 28 marzo, 2024
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La cuerda mágica

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Por: FRANCISCO JAVIER GONZÁLEZ QUIÑONES •

La Gualdra 382 / Río de palabras

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El cuento es un agujero en la pared que ha abierto el autor

para que los lectores nos podamos asomar a un universo.

(Guillermo Samperio, 22/10/1948- 14/12/ 2017)

 

 

De repente el silencio dominó en el jardín del condominio. De forma instintiva Rosaura, la madre de Guillermo, pegó su cara a la ventana de la cocina, buscando a su hijo. Desesperada al no verlo, salió en su búsqueda, pero lo único que encontró fue la cuerda roja con la que ataban a Peluchín, la mascota de la familia, para sacarlo a pasear. La cuerda de material sintético estaba tendida sobre el suelo y sólo se percibía uno de sus extremos, el otro se perdía entre unos arbustos. Con una emoción mezclada de esperanza y temor, Rosaura tomó la parte visible de la rojiza correa, pero al hacerlo ya no pudo pronunciar su acostumbrada frase: “Pinche escuincle travieso”, pues en cuanto agarró la cuerda un escalofrío la invadió y sintió un tremendo jalón que la impulsó sobre un caballo. Pudo entonces ver a su hijo galopando sobre un corcel blanco y por unos breves instantes su enojo se disipó. Pero fiel a su naturaleza, le gritó al pequeño: “¡Detente, Luis Guillermo, no estoy para tus jueguitos!”. Sabiendo lo enojada que estaba su madre cuando lo llamaba por sus dos nombres, el hijo respondió con un entusiasta, “¡Arre, arre, vuela Pegaso!”, alejándose de ella. Su madre, aún más molesta tomó la cuerda y utilizándola como un látigo fustigó al caballo que montaba. El alazán no soportó tanto castigo y relinchando se desprendió de su incómoda carga. El cuerpo de la improvisada amazona salió volando, pero la ley de la gravedad detuvo el vuelo y la hizo azotar sobre el suelo. Los relinchos del caballo se apagaron con los lamentos de Rosaura, quien para su fortuna no se había roto ningún hueso. Dolida y confusa recuperó la correa de Peluchín y al hacerlo, volvió a sentir otra vez su magia, ya que se encontró repentinamente sentada sobre unos tablones. Con el cuerpo molido, pero con perfecta audición, escuchó el redoble de tambores que precedió la siguiente presentación: “El circo Atayde Hermanos se complace en presentar al domador más asombroso del mundo, quien tiene el poder de transformar la ferocidad en la más tierna docilidad”. Acto seguido apareció Guillermo agitando un látigo y diciendo: “Tranquilos, tranquilas, fuera todo el coraje, acérquense a mí quienes se enojan con facilidad y sin razón”. Todo el público se sintió aludido, pero permaneció expectante, en silencio y sentado. Sólo Rosaura se levantó y con una amable súplica le pidió a su hijo regresar a casa, prometiéndole ser más benevolente con él. Memito no se hizo del rogar y alargando el fantástico látigo lo acercó a su madre; cuando ella tomó la punta del látigo, éste se había convertido en la cola de un inmenso papalote y sobre el mismo se encontraba su hijo. Los jaloneos en el inmenso papalote, provocados por las ráfagas de viento, se amortiguaron cuando éste se transfiguró en una alfombra mágica. Sentados sobre esta alfombra, abrazados madre e hijo disfrutaron de hermosos paisajes. Alejada de tantas preocupaciones pudo entonces, Rosaura, escuchar con calma las palabras de su hijo, quien le confesó que a pesar de tenerle miedo la quería mucho. Las amorosas palabras de su hijo le ablandaron el corazón y entonces ella le confesó que él era lo más preciado que tenía en el mundo. Habían pasado sólo unos segundos desde que Rosaura salió apresurada de la cocina, cuando Memito, tendido sobre el pasto y absorto en la escritura, la escuchó decir con dulce voz: “Te quiero mucho hijo”. Inmediatamente sonrió a su madre y soltando la libreta en la que escribía, puso ─sin pretenderlo─ a la vista de ella su secreto. Todo fue demasiado rápido, los ojos de Rosaura se humedecieron cuando termino de leer el siguiente texto, escrito con la inconfundible y hermosa caligrafía de su hijo:

 

La cuerda mágica y la mamá más hermosa del mundo

Una historia de Luis Guillermo S.

 

 

 

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