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martes, 16 abril, 2024
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El episodio AMLO-Ramos y la comunicación presidencial

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Por: Carlos Eduardo Torres Muñoz •

El pasado viernes 12 de abril, el reconocido periodista mexicano radicado en Estados Unidos, Jorge Ramos, acudió a la cotidiana conferencia de prensa mañanera del presidente López Obrador en Palacio Nacional. Al tocarle turno Ramos, cuál profesional que es, atinó al punto medular de nuestra desgracia nacional: una incesante violencia que día con día nos arrebata no solo la tranquilidad, sino a seres queridos, vecinos: seres humanos, mexicanos. El cuestionamiento se volvió pronto un altercado. El presidente se ha acostumbrado a un periodismo dormido en la melodía de las declaraciones y contradeclaraciones. Nuestros ejemplos de periodismo de investigación son contados (anoto dos: Reforma y Animal Político). Cuando hubo el momento, el presidente mostró una característica que siempre lo ha evidenciado como político: su terquedad y maniqueísmo, que, en la presidencia de la república, nuestra más poderosa institución, se ha convertido en apología de sus palabras y lo que los republicanos pro-Trump llamaron en el país vecino “verdades alternativas”.

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Apunto las razones para tales posiciones: cuando López Obrador declara desde su posición de presidente (inherente a él mientras ostente el cargo) sus juicios de valor se vuelven argumentos incuestionables para su base social y adeptos (los más, irracionales en redes sociales), mismos juicios (y prejuicios) se vuelven garras acosadoras para los adversarios momentáneos del presidente, ha olvidado él lo que significa estar en minoría y enfrentarse a una mayoría obsesionada. Ejemplo: sus reiteradas acusaciones a la prensa, sus referencias a sus opositores como “conservadores”, un adjetivo politizado, que, en México, sufre de cargas históricas negativas, gracias a la historia oficial que tanto le gusta al presidente “historiador”. El diario Reforma ha sido quizá el principal receptor en los últimos meses de su juicio de valor, que viene inmediatamente acompañado de hordas de feligreses en Twitter, haciendo eco maniqueo y grotesco de lo referido por López Obrador (véase el bochornoso tuit del sacerdote Solalinde).

En cuanto a las verdades alternativas, la prueba del viernes, lograda por Jorge Ramos, es el mejor ejemplo. Al momento de cuestionarle sobre el aumento de la violencia, el titular del ejecutivo mostró su inconformidad respondiendo con “otros datos”, que, según sus cálculos, contradecían a los de su propio gobierno, generando así una “verdad alternativa” que de inmediato se prestaron a respaldar, en la frontera del ridículo, las hordas ya descritas arriba. El ejercicio conocido como “El sabueso” del ya citado portal Animal Político, hizo bien su tarea en este sentido. El medio demostró que en ambos casos el presidente es impreciso, por lo que se equivoca o miente y al defender su mentira, apuesta a la generación de “verdades alternativas”. En cuanto a la reducción del 30% de homicidios durante su gestión como Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, como lo aseguró, el portal demostró que tal reducción fue de 12.4%, es decir casi una tercera parte de lo dicho por el jefe del ejecutivo y que, en ningún caso ni escenario, lo dicho por López Obrador se ajusta a los datos. En cuanto a su afirmación categórica de que el problema se ha venido manteniendo los niveles de homicidios o revirtiendo, El Sabueso, también demostró que el presidente utiliza información que se ha verificado es incompleta: “El error en este caso consiste en utilizar un reporte que, como ha quedado demostrado, presenta números por debajo de los que finalmente registra el Secretariado Ejecutivo, la fuente oficial sobre la incidencia delictiva (…) las cifras de López Obrador presentaron un subregistro de 14.45% y 18.47% para enero y febrero, respectivamente.”, se puede leer en leer en el portal. Se demuestra con ello que el objetivo de la apertura que se presume con López Obrador a través de las conferencias de prensa todas las mañanas, cojea de dos patas para ser un efectivo ejercicio de rendición de cuentas. La primera, institucional: el presidente utiliza tal mecanismo para generar su propia información y con ello disuadir la que le es adversa o crítica; la segunda carencia, como lo demostró Ramos, es la de un periodismo crítico que haga la tarea de llevarse las declaraciones como una labor posterior de verificación, es decir, que indaguen sobre la verdad y en caso de descubrirse falso lo dicho, se pregunten ¿Por qué me miente este cabrón mentiroso? (pregunta que Mark Thompson, ex director de la BBC y actual CEO del New York Times segura un periodista siempre debe hacerse al descubrir una mentira).

Posdata necesaria: en el nuevo régimen hay que celebrar la apertura (la disposición a la entrevista, a la crítica, dar la cara), pero también condenar el maniqueísmo (por su simplismo, su tendencia al engaño de los bobos) y la mentira (¿debería decir por qué?). ■

@CarlosETorres_

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