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jueves, 28 marzo, 2024
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La ONU debe encabezar la gestión de la crisis migratoria en la frontera norte

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

El número de migrantes en el mundo ha llegado a 250 millones, que representan un 3.4% de la población mundial y contribuyen con un 9% anual del PIB mundial. En lo que va de este siglo, 68 millones de personas se han visto forzadas a desplazarse, y ha sido muy notorio que los migrantes y refugiados recientemente han ocupado titulares en todo el mundo: desde la crisis de refugiados africanos y de medio oriente en Europa, a las caravanas de migrantes que viajan de Centroamérica a la frontera sur de Estados Unidos pasando por nuestro país. Actualmente hay casi 6 millones de migrantes atrapados en el trabajo forzoso, con frecuencia en las economías desarrolladas.

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Las causas de este fenómeno son muy conocidas: Las desigualdades económicas, la presión demográfica y los efectos del cambio climático en las sociedades vulnerables. La mayoría de los migrantes viven y trabajan legalmente, lo que impulsa el crecimiento económico, reduce las desigualdades y conecta distintas sociedades. No obstante, una minoría de personas desesperadas ponen en riesgo su vida para entrar en países en los que se enfrentan a la sospecha y los abusos, y se constituyen en una fuente de tensiones políticas y tragedias humanas.

Los mexicanos y la comunidad mundial debemos responder un importante cuestionamiento: ¿Queremos que la migración sea una fuente de prosperidad y solidaridad internacional o un fenómeno marcado por la inhumanidad y las fricciones sociales? La respuesta se empezó a construir en la Conferencia de Marrakech celebrada en diciembre del 2017, donde se logró el primer acuerdo global para ayudar a aprovechar los beneficios de la migración y proteger a los inmigrantes indocumentados, aunque al final Donald Trump ordenó la auto exclusión de su país. El Pacto Mundial sobre Migración: “Refleja el entendimiento común de los Gobiernos de que la migración que cruza fronteras es, por definición, un fenómeno internacional y que para gestionar con efectividad esta realidad global es necesaria la cooperación para ampliar el impacto positivo para todos” ha indicado António Guterres, Secretario General de la ONU.

Durante las últimas semanas se han conjuntado varios elementos en nuestra frontera norte para que su situación se torne más y más conflictiva: primero, la gran cantidad de informaciones, a menudo exageradas por el propio mandatario norteamericano, sobre la integración y partida hacia el norte de otras caravanas de solicitantes de refugio en Estados Unidos, constituidas sobre todo por nacionales centroamericanos, aunque ya han empezado a marchar de otras regiones; segundo, el gran número de detenciones practicadas por la patrulla fronteriza, que alcanzó su máximo historico en febrero pasado: 76 mil 103 –frente al récord anterior de 66 mil 842 en octubre de 2017; y tercero, la decisión del presidente estadunidense de reactivar y potenciar, con vistas a su relección el año próximo, una de las banderas que más simpatías le atrae: la denuncia de los inmigrantes como riesgo mayor para la seguridad de la nación estadounidense.

La situación creada en la frontera México-Estados Unidos es una prueba de que los movimientos transfronterizos de personas constituirán uno de los asuntos globales de mayor trascendencia en este siglo y que se expresarán como fuente de controversia, conflicto y enfrentamiento, provocando reacciones de rechazo, en buena medida inesperadas en poblaciones como la nuestra, que uno esperaría muy tolerante y comprensiva por la circunstancia de que millones de familias mexicanas han experimentado de cerca esa circunstancia. Sin embargo, la fuente de mayor controversia en este caso es la decisión unilateral de Estados Unidos de retornar a México a los extranjeros que han ingresado a su territorio en busca de refugio en tanto se tramitan sus solicitudes. Ahí se encuentra el origen de la crisis fronteriza de que habla el presidente estadounidense.

Como el trámite de las solicitudes de refugio puede ser muy prolongado, la situación froteriza reclama un enfoque multilateral, con acciones acordadas entre los gobiernos involucrados por la presencia de sus nacionales y la Oficina del Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU; la organización mundial podría, por ejemplo, ocuparse de la gestión de áreas ad hoc a lo largo de la frontera para alojar a esos refugiados en condiciones adecuadas de seguridad, habitación, sanidad, alimentación, etcétera. La decisión de esperar en esas áreas correspondería, por supuesto, a ellos mismos. Como bien lo señala Jorge Eduardo Navarrete, columnista de La Jornada: “El enfoque multilateral haría aún más visible una situación irregular que debe resolverse; permitiría acopiar recursos para financiar los costos implicados; constituiría una experiencia que brindaría enseñanzas para situaciones similares en otros lugares, y sobre todo, ampliaría la protección de los derechos de los solicitantes de refugio”. ■

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