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jueves, 28 marzo, 2024
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‘If Beale Street could talk’: Un blues para los amores perdidos

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Por: ADOLFO NÚÑEZ J. •

La Gualdra 376 / Cine

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Es Harlem de Nueva York en la década de los setenta. Alonzo “Fonnie” (Stephan James) es un joven escultor afroamericano que se dedica a trabajos de medio tiempo para poder proveer a su novia Clementine “Tish” (Kiki Layne), quien espera un bebé como fruto de su relación. Sus planes son interrumpidos cuando Fonnie es acusado de un crimen que no cometió y es encarcelado. Como tal, la pareja deberá sobrellevar esta difícil situación si desea formar un hogar, y con ayuda de las familias de ambos tendrán que encontrar los recursos para lograr liberar a Fonnie, quien se encuentra atrapado en un sistema judicial que de modo constante perpetra injusticias y pisotea los derechos de los grupos y personas afroamericanas.

Después de conquistar al público y a la crítica con Moonlight (2016), el director Barry Jenkins adapta una de las novelas esenciales del escritor James Baldwin en un filme que se enfoca en las voces silenciadas, los amores perdidos por el paso del tiempo y en una esperanza que, por encima de todas las adversidades, prevalece. Con If Beale Street colud talk (2018) el realizador encuentra en la visión de Baldwin, un escritor y activista por los derechos civiles, una fuente para lograr exponer las temáticas y sensibilidades que abordó de igual manera en su filme anterior, y lo hace con mayor ingenio, ritmo y dinamismo.

Entre el amor de una familia de color y los conflictos raciales como resultado de una sociedad opresora, el corazón del filme es la relación entre sus dos protagonistas, y que resulta en un profundo, enigmático y apasionado romance. A través de saltos de tiempo y flashbacks, Jenkins traza las relaciones interpersonales que definen a Tish y a Fonnie, y en más de una ocasión, desde un primer plano, los personajes rompen con el artificio fílmico y miran de manera directa a la cámara por algunos segundos. Al igual que con Moonlight, el cineasta construye estos encuadres como si intentara volver por completo transparentes las inquietudes, el alma y el carácter de quien se posa en frente del cuadro.

Orbitando a su alrededor, ambos personajes tienen a familiares y amigos en sus vidas con los que comparten su tiempo y su cariño. En breves lapsos Jenkins detiene el conflicto del filme para adentrarnos en el día a día de estas personas y su cotidianeidad, de tal modo que la película no se vuelve un drama agotador sobre injusticia racial, sino un relato específico de una familia y la batalla que sus miembros deben librar en un momento específico de sus vidas. Aunado a la narración de la cinta Jenkins vuelve a hacer colaboración con el cinematógrafo James Laxton, quien satura y estiliza los planos donde aparece la joven pareja, en donde la cámara gira alrededor de ellos a través del manejo de la iluminación, así como de close-ups que logran involucrar al espectador en la intimidad del filme. Por otra parte el compositor Nicholas Britell sonoriza las escenas con cuerdas melancólicas, cuya intensidad se complementa con el ritmo, las trompetas y la cadencia del blues. Mientras el blues suena, vemos a personas contar sus historias, y dentro de todo el caos, el director Barry Jenkins compone un relato sobre el legado de Baldwin y los personajes de su novela, cuyas tribulaciones continúan siendo vigentes en la actualidad.

 

 

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