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viernes, 19 abril, 2024
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Umbral de la memoria:[1] María Baranda

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Por: Armando Salgado •

La Gualdra 374 / Poesía / Libros

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La infancia es el linde al que acude nuestra memoria con atavismo. María Baranda (Ciudad de México, 1962) no sólo acude a ese encuentro, sino que lo redimensiona, asigna otro peso a sus párpados para renombrar la existencia en rededor de sus páginas íntimas. De esta manera, Teoría de las niñas (Vaso Roto, 2018) sucede a la par de la extrañeza donde volver a nombrar propicia que el asombro palpe los pliegues de cualquier evocación posible y hasta invisible. Cada poema en el interior de esta luminosidad cede su fuerza a la visión repentina en las paredes que son lienzo, / que son este libro:

 

Todo lo que se habla se lee en sus líneas:

la rosa de suave cuerpo,

la turbulencia del árbol metafísico,

las partes propias en que reposa el mundo […]

 

Teoría de las niñas no sólo sucede en la memoria, yace en la misma realidad del lector. Es libro-pértiga para atravesar los terrenos líricos que nos abrevan ante la necesidad antropológica de la que somos sujetos: esa terrible capacidad de observar nuestro entorno, al mismo tiempo que nos sumergimos en nuestro interior.

Esta cualidad que trasciende los límites de la memoria deposita los materiales que constituyen nuestra historia colectiva y personal. En este sentido, Teoría de las niñas cabalga en ambos linderos y nos lleva de banqueta en banqueta bifurcando el poder de la evocación en dos partes: la imaginación constante de lo que podría ser y la resonancia de los hechos que nunca sucedieron: Las niñas buscan retazos de memoria / en túneles de lumbre.

En ambos casos la efervescencia en su construcción simbólica compone el cuerpo entero de la añoranza y la asume frente a lo real, constituyendo una verdad paralela a los múltiples caminos de la noción personal que otorga la poesía y así, ser terriblemente conscientes de nuestro estado actual. ¿No es una forma sutil y hermosa de atravesar el abismo? María Baranda lo cruza con pértiga en mano, mirando al frente y hacia atrás, al mismo tiempo.

Esta suma de incertidumbre nos perfila hacia esos precipicios personales y nos recuerda que: La realidad es un golpe de aire que raja en dos la página. De esta forma, María Baranda rasga en dos nuestra memoria y la lectura de nuestra realidad se bifurca frente a la añoranza de esas batallas interiores que nos han marcado:

 

Se abren imágenes que son siempre las mismas.

Pululan sombras afiladas que persuaden lo más hondo.

Todos es tarde en la noche,

cantos indecibles en los ojos y los ojos

en la lentitud de una batalla.

 

Teoría de las niñas refleja en sus personajes la sorda dilatación de un punto borroneado en la página que se niega al olvido. Personajes que además de degustar el sabor de los sueños trazan en femenino albor la tierra negra en la cual el silencio germina. Niñas quizás invisibles, o visibles en los ojos de un padre. Un padre incorpóreo o perceptible de manera acuosa, con la certeza de pertenecer a otro tiempo: Mi padre, en su dibujo, camina lentamente en otro siglo. Sueños terrestres y polifónicos bajo el temblor que propicia la pérdida de la memoria. Sin duda, María Baranda plantea varios conflictos inminentes en los tres apartados de este poemario: la transmutación femenina como una vía para visibilizar las dudas y el origen; la paternidad como sonido agudo que refrendan la memoria y la infancia; la tensa curva que separa los sueños de la realidad; la manifestación utópica de lo que pudo ser; y la evocación intermitente como único faro para arribar a lo inhóspito:

 

¿Caminarías más despacio? ¿Te llenarías de dudas?

 

Cabe mencionar que, a lo largo de los versos y los poemas en prosa, yace una construcción pictórica que visibiliza la condición humana de la que somos presa: el hacedor de estas imágenes reconfigura los diversas asideros y refleja a través de ellos las múltiples memorias del oasis: como esa lluvia primera, / de la que nunca, enteramente nos secamos, plasmado por Juan José Saer en el único epígrafe del poemario. La presencia del retrato onírico, los dibujos utópicos, y la tersa efigie de la memoria en estos rompecabezas femeninos y paternos, tejen los pliegues poéticos que revelan el envés del olvido. Asimismo, se logra recordar enésimas veces la historia personal que cada uno de nosotros reinventa cada que se rememora lo inevitable:

 

Mi padre no entiende la sangre.

Piensa en la memoria como si fuera un sonido agudo.

Entra.

No entra.

Afuera hay un grito imaginario

en la hondura de las paredes blancas.

Las paredes blancas son sus ojos.

Las paredes blancas son su libro.

 

Con este trabajo, María Baranda nos entrega su algoritmo personal, además de sus sueños, para ajustar nuestra imaginación y hacer visible el terreno perdido de nuestra infancia como esos puntos extraviados a los que se suele recurrir intermitentemente. Buen viaje.

 

 

 

[1] Teoría de las niñas, María Baranda, México, Vaso Roto, 2018, 80 pp.

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