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jueves, 28 marzo, 2024
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Historia y Poder Zacatecas, el imán de todos los poderes

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

Las ciudades vecinas se despoblaban por el imán que significaba las magníficas minas zacatecanas y españoles y soldados y criollos y mestizos, tenderos, artesanos, mercaderes y viandantes y “personas del mar vivir” se apostaban gustosos y sedientos de experiencias.

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Zacatecas fue desde 1548 una frontera para realizar de manera rápida y fácil de fama, dinero, ganancias y al probar suerte había de todo: juegos, apuestas, rifas, peleas de gallos, toros, donde las multitudes hacían coro a una “extraordinaria vitalidad “que la ciudad ofrecía.

Población libre y esclava tenían como objetivo o Zacatecas o Perú, por las vetas de bonanza que les permitía probar suerte y alcanzar otro nivel de vida y muchedumbres también de vagabundos y buscadores de aventuras caminaban cientos de kilómetros con tal de ver la maravilla de la creciente ciudad que daba de todo al paso de los años: finas telas y enseres traidos de Europa y Asia, comida extravagante y medicamentos, lámparas, mariscos, bombones, licores, alfombras y una larguísimo etcétera lleno de bonanza y magia segura.

Holgazanes y mercanchifles a salto de mata al perpetrar hurtos de arcabuces o yeguas, joyas o herramientas y el oidor daba nota a las autoridades para evitar el escándalo y la mala fama y se imponían castigos severos y se abrían cárceles y presidios, se azotaba el público al grado de nombrar con urgencia a un alcalde mayor para imponer ante el desorden y la gran cantidad de inmigrantes, algo de paz, concordia y reglas precisas.

Mercenarios y soldados eran los mas solicitados y los que más llegaban por estar cerca de Zacatecas y ante el desborde de la violencia y el alcoholismo, la ociosidad y la vagancia, todo trabajador debía estar registrado en cuadrillas para evitar el desmán y la anarquía, “el constante peligro de muerte” en un clima extremo, la incertidumbre por las duras condiciones del trabajo minero.

Por los caminos, por las minas, por las ciudades zacatecanas, estaban los tahúres, los picarescos, los que apostaban y ganaban o perdían todo.

Un imán que hizo fama mundial. Se jugaba en casas honorables, en garitos, cárceles, burdeles, mesones, caminos y cuerpos de guardia, el afán era ganar y acumular y dar fama y vida a una ciudad cuya fama traspasó las fronteras.

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