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sábado, 20 abril, 2024
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Venezuela y la democracia como mascarada (Primera de dos partes)

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Por: Mauro González Luna •

«La cantidad de democracia que buscamos exportar a un país siempre es directamente proporcional a la cantidad de petróleo que hay allí…..”. Dijo hace días un político italiano en el contexto de la crisis política venezolana, donde el exportador utiliza a títeres locales que importan división y encono, y que prefieren ver a su país invadido y en llamas, que aceptar una salida decorosa y pacífica a través del diálogo. Salida buscada por el propio pueblo, que tienda a una verdadera y fecunda democratización del sistema político de la nación hermana.
Esa exportación de “democracia” es uno de los mecanismos de la “lógica inexorable del capital”, cuyo rostro revela según Zïzëk, el abandono del compromiso activo que transita al consumismo pasivo, conformista, acrítico. Es decir, se actualiza la “despolitización de la economía”, mediante reivindicaciones de identidades marginales de tipo cultural, étnico, religioso, que hacen naufragar la “solidaridad en la tarea común” de someter el capital a límites racionales fundados en la moral y el derecho justo. En otras palabras, tal naufragar equivale a repudiar la doctrina humanista que postula la subordinación del capital al trabajo, al derecho doméstico e internacional, a las exigencias de justicia elemental.

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Esa democracia deformada entendida como mercancía exportable a cambio de redituables ganancias sin importar el costo humano de imponerla a toda costa, a sangre y fuego, es la que Noam Chomsky describe con claridad meridiana: una plutocracia revestida con la mascarada democrática. Lo que se exporta no es democracia auténtica, representa una farsa, un juego simbólico con el fin de dominación y de apoderarse de riqueza ajena, no simbólicamente, sino real y burdamente.

¡Cuántos casos de esa democracia desvirtuada! México en el siglo XIX cuando bajo presencia militar yanki, se firmó el Tratado Guadalupe Hidalgo por el que dicha democracia nos arrebató medio territorio -democracia esa muy respetada por B. Juárez y sus descendientes; Chile, Guatemala, República Dominicana, Irak, Libia, casi Siria que por suerte e intervención rusa logró salvarse al derrotar a los extremistas islámicos surgidos del vacío dejado en Irak, tras su destrucción, etcétera.

La claudicante “democracia” estadounidense al servicio de Wall Street, del 1% de la población, como lo ha señalado el senador B. Sanders en varios de sus discursos al explicar por ejemplo, la funesta derogación de la Glass Steagall Act. Ésta separaba sabiamente para evitar repetir las grandes depresiones económicas, el negocio de la banca comercial por un lado, y el de la banca de inversión por el otro. Aficionada esta última a la especulación salvaje que condujo al desastre económico del 2008, cuyo efectos devastadores aún se viven. Los ahorros de todo un pueblo usados para especular con apuestas básicamente improductivas, tales como los derivados financieros.

Y de la mano con la democracia deformada, con frecuencia va el llamado “cesarismo moderno”, muy afecto al escándalo para desconcertar a diario y así dominar, con su técnica de injertar el poder autoritario en las reconocidas instituciones democráticas con el apoyo popular, para posteriormente subvertirlas. Cesarismo proclive según J.F. Revel, a mostrarse muy izquierdista en política exterior, y muy de derecha en la práctica de la interior, como esa de que los abuelitos cuiden a los niños de guarderías en bancarrota, en el caso del México actual: candiles de la calle… .

Pero ahondemos en factores que están detrás de este perturbador fenómeno exportador de miseria y aniquilamiento de vidas y esperanzas. Hablemos del movimiento expresionista de principios del siglo XX. Movimiento del arte con entidad radicalmente verdadera (M. Buber), de la poesía, de la música, que acudió en auxilio de la filosofía para embestir al materialismo depredador prevaleciente, porque “la poesía también comienza donde se agota la filosofía”, al decir de Harrison y Vattimo al analizar dicho movimiento.

Kandinsky, uno de esos visionarios del arte redentor, nos dice que el materialismo ha predominado durante siglos. Afirma él que tal materialismo tiene su arma cognoscitiva en la ciencia; su ética en el consumismo; su economía en la acumulación de bienes, su política en ¡la intimidación de los vecinos! Donde los vecinos son potencialmente todos en este mundo globalizado. Embisten esos artistas con las armas del espíritu, con la persuasión de la “inamovible firmeza existencial,” del propósito decidido de resistir a las ilusiones exteriores para afirmar “la verdad del propio ser”.

En la alborada del nuevo siglo una luz rasga la oscuridad atestigua Kandinsky, y el “alma recién nacida comienza a despertar, a reponerse de esa desesperación nacida de una falta de fe, de una meta”. No obstante, ese despertar fue fugaz. Vinieron la primera guerra mundial, el lenintrotskismo, el nazismo, la segunda gran guerra, el estalinismo, los muros, de unas densas y aterradoras obscuridades. ■

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