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jueves, 28 marzo, 2024
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David Ojeda: un erizo y un zorro…

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Por: JÁNEA ESTRADA LAZARÍN •

Editorial Gualdreño 370

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David Ojeda: un erizo y un zorro en el campo literario, es el nuevo libro de Alejandro García Ortega, presentado la semana pasada en la ciudad de Zacatecas, ante un auditorio nutrido y ávido de escuchar los comentarios de este texto impecablemente editado por Policromía -la empresa editorial zacatecana dirigida por Yolanda Alonso-.

Cuando lo tuve en mis manos lo primero que pensé es que los forros en catafalco y blanco eran un muy buen vestido para un tesoro literario; me detuve a contemplar la sobriedad del acabado oscuro, elegante como los erizos negros, de púas afiladas, enfrentando a la noche mientras huyen de las estrellas de mar…

Las siguientes dos páginas son negras también, al resguardo del contenido de un libro dividido en nueves partes, las dos primeras: “De erizos y zorros uno” y “Campo”, en la que el autor habla de las utilidades históricas, prácticas y comprensivas del campo literario. “David Ojeda: campo literario y narrativa” es la tercera, en ella se aborda cómo la obra de David Ojeda ejemplifica la realización de un campo literario en su entorno, pues “residió en San Luis Potosí y muchas de las actividades están encaminadas a modificar las condiciones literarias en su espacio”.i Aquí, además de hablar de las publicaciones, se describen las diferentes facetas que tuvo el escritor potosino -nacido en 1950 y fallecido en octubre de 2016- como tallerista, académico, traductor, editor y director de publicaciones; en este sentido, Ojeda pareciera ser un zorro, aludiendo al ensayo de Isaiah Berlin “El erizo y el zorro”, quien decía que en esta clasificación los zorros son capaces de realizar una multiplicidad de cosas y de moverse con gracia y encanto en diferentes territorios, mientras que los erizos tienden a concentrase en una sola encomienda especializándose en ella, moviéndose poco, haciendo del no-movimiento una estrategia de supervivencia.

En la cuarta parte “De erizos y zorros, dos”, Alejandro García después de describir la multiplicidad de tareas bien desempeñadas por Ojeda a lo largo de su vida, se plantea si éste fue erizo también y nos lleva de la mano guiándonos hacia una comprensión del escritor que va más allá de la clasificación inmediata, al decir que “conforme pasan los años, Ojeda se queda casi fijo, como un erizo que sabe esa cosa y que sabe que la obra fundamental es la propia, lo demás es cosa de tragar mucho y saber cernir pinole”.ii Alejandro habla desde una postura crítica y bien fundamentada, con la experiencia que le dieron los años de conocer a un ser humano que dejó huella no sólo en el campo de lo

literario, sino que supo desenvolverse con inteligencia en él, desde provincia, para hacer escuela en los talleres, en la labor editorial, en el campo de la gestión cultural que implica saber sortear los vicisitudes de la burocracia institucional. Ojeda era un zorro y un erizo y supo entrar en el personaje indicado sin necesidad de hacer transiciones de luz como en el teatro, simplemente actuaba profesionalmente y lo hacía muy bien.

Yo hablo en pasado, pero el autor habla de David Ojeda siempre en presente, entiendo, como una manera de resistirse a dejar de reír cada que lo recuerda, cada que evoca los momentos de complicidad que tuvo con el colega, el amigo que desataba grandes momentos de reflexión acompañados de sendas carcajadas. En las siguientes partes, García realiza una valoración de la obra de Ojeda, de los momentos cuando éste asume su contemporaneidad como escritor y su “insobornable responsabilidad de asumir su lugar en el mundo”. Dejo aquí la descripción del contenido sólo para señalar que después de leer David Ojeda: un erizo y un zorro en el campo literario ha quedado en mí la firme intención de releer a Ojeda desde una perspectiva distinta, más encaminada a descubrir incluso los periodos identificados por Alejandro, el de la lucidez creativa y el que está cargado de juego; seguiré el consejo del autor cuando dice que es bueno “sentarse a descansar a la vera del camino y releer Perros de casa, en ellos se encuentra su pasión por la literatura, su don de gentes, su vocación formadora”.iii Termino mi comentario recomendando la lectura de este libro que reúne todos los colores de un escritor que hizo camino, impecablemente analizados por otro excelente escritor, Alejandro, a quien felicito y aludiendo a Ángel Fernández le digo: “Me quito el sombrero y me pongo de pie”.

Que disfrute su lectura.

 

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