La Gualdra 368 / Libros / Poesía
La generación de la angustia: poetas nacidos entre 1936 y 1985, es un libro escrito a manera de coro en donde la voz principal dirige a las demás voces (que son la misma voz, pero convertida en una parvada de poesía que busca su propio cielo). Un tiempo y una geografía se definen en estos poemas: la angustia de ser diferente en un mundo hecho de apariencias. “Algo de sanación habrá en estas páginas…”, dice el poeta al exponer los mecanismos que lo llevaron a construir este libro compuesto por máscaras que habrán de revelar los rasgos de un rostro que aparentan ser imaginarios pero que provienen de un hombre y un nombre reales. El recurso del heterónimo, utilizado brillantemente por Armando Salgado, resana una terrible condición manifiesta en La generación de la angustia: el poeta, que siempre está solo, a veces debe hablar como si fuera otro (otros) para poder escucharse a sí mismo.
Ramón Iván Suárez Caamal
La generación de la angustia…
[Fragmento]
Thibault Mignon (1951)
Puerto Príncipe, Haití
[Traducción: Louis Green]
LUGARES TURÍSTICOS
1. El vacío
Qué decir de un barco
sin cabeza
o del mar sin brazos
que palpa
el dolor de la tormenta
o la ventana
desvencijada
sin las manos
de la madre
que reconfortan.
Óyelo querida,
las cosas comunes
están en la botella
que lanzamos
a diario
al excusado.
Esas notas de auxilio
tienen el púrpura
que encalla en los ojos
del mar,
y muchas veces
nadie responde.
2. La angustia
Lo sé:
soy un hombre citadino,
lo dices
cuando escribo
sigilosamente
la palabra mierda,
porque
es una forma
de segregar
eso que desgasta
al dejar atrás
la piedra en el cuello
y su atracción
por el fondo
del excusado.
¿Acaso no hay placer
cuando se grita
toda la mierda
que hierve
en la garganta?
Al ser pieza
del mismo dolor,
las palabras
que no se mencionan
se pudren
junto al atún
dentro de su lata.
Se percibe
cuando las pocas
palabras
en la despensa
son para el hijo que
no aparece
en la lista de las compras.
O cuando las venas
son cables
que pueden trozar
si no se paga a tiempo
el recibo.
Ante esta desazón
mi ánimo se derrama
en el pasillo,
y a pesar de todo
trato de sonreír
cuando es necesario.
Algo hiede
y no es
el
amor.
3. La decepción
No lo olvides:
el culo de la
precariedad
es un hombre
con traje.
Pablo Vicente de Santa María (1949-1998)
Valparaíso, Chile
Oda al Yo
Yo no soy Altazor.
Aún así mi deseo
es un aeroplano
sobre tus muslos.
No es mi piel
la que sale a buscarte,
son tus caricias
las que me encuentran.
No escribo para nadie.
Lo hago para escalar
cualquier tipo de mierda
y reciclar mi tristeza.
Todas las brújulas del
amor me señalan.
Mis fracasos
están bajo llave
entre el color real
de mi cabello.
Creo en la vasectomía
como otra estación del año.
Prefiero la soledad.
Mis amigos son
un campo de envidia.
Los jóvenes recortan
mi imagen y la dejan
en su cartera.
La caspa del diablo
es fortaleza en mi nariz.
No tengo esperanza
por un mundo mejor.
Opto por la vanidad del dinero
y la seguridad
de una cuenta bancaria.
No leo a mis contemporáneos
ni pierdo el tiempo
en los periódicos.
Mi tabla de salvación
es el silicón
de un trasero suculento.
Sé que la mentira
es la mejor estrategia.
No temas
algún día morirás.
Este cuerpo es un cofre
que alguien desempolvará
en otra vida.
Recuérdalo:
no somos la hoja
somos el árbol.
Sofía Montealbán (1985)
Antigua, Guatemala
1. La caravana zombi
ir por la vida
vestida de zombi
sin arrebatos
sin el goce de lanzarte a un río
sin diferenciar
el veneno
de la carne procesada
ni la porción dietética
de la
nueva ansiedad
ir por la casa
sin motivos
sin color
sin saber
que dentro de
una sopa
no es posible ocultar
el primer diente
ni la úlcera recién
descubierta
ir por la vida inflando
nuestros miedos
y percibir
que el disfraz de joven
no tiene garantía
y que es mejor
deambular por la calle
con celular
en mano y el corazón
entre los pies
2. Teatro sin personajes
este tiempo no cabe en el bolso
es mejor claudicar
colgar la blusa
elegir otro desvarío
un mejor sello de cáncer
no basta con esconder los sueños
bajo la alfombra
ir al parque
perdernos en el vuelo de los pájaros
esperar la lluvia
o subir a un autobús
para ver por la ventana
letreros
cansancio
y sombras sin personas
cuesta trabajo admitir
que no soy la protagonista
de esta película de carne y hueso
que mis senos
no son voluminosos
y que es más fácil
cosechar llanto
que una rama
de fidelidad
como si lo sincero
no entrara en el escote
y la vida sólo fuera
—cada mes—
un trozo de algodón
con sangre
Fernando Nicolás (1968)
La Paz, México
Hotel principal, Bolívar 29. Casi la última y nos vamos
Después de ver la eternidad, enciendo el radio invisible y subo mi cuerpo a la mesa: bailo para ella, para que sonría, para romper el trazo del escritorio en nuestros ojos, abrir la jaula y dejar salir a las palomas. No es cliché, a quién no le gustaría dejar de ser un simple hombre, aparecer en revistas de gran furor, rasgar una camisa, lanzar corbata y cansancio por este rascacielos, y bailar, simplemente bailar, bailar para ella y bailar para uno mismo,
bailar al ritmo de hojas blancas
formularios
tinta
la fila del metro
la tarjeta sin saldo
semáforos
ante el ritmo sempiterno de
va a bajar en la siguiente parada y usted no es de aquí y la estación Hidalgo y Balderas y Bellas Artes frente a la lluvia y el pago de la renta y viajar al lugar de origen y el granizo
y protección civil y el escritorio y el espacio resguardado y la zona de seguridad y la banqueta mojada y el cartón de papel en la entrada del centro comercial y el estrés y la inmensidad en una canción y la misma sonrisa y una mesa y un proyector y los libros ahora son digitales y el bar Covadonga y los taxímetros y la calle vacía como el transeúnte iraquí y excuse me metro! y oh lalà! y la plaza de la joyería en la Madero y los anillos y cuál es la diferencia entre oro blanco y oro negro y los dientes y la fruta sin cottage y el hotel sin agua y quéjese con el gobierno y hallar un departamento y verla reír porque a pesar de no haber nacido con alas abrimos nuestro corazón y juntos nos lanzamos al vacío:
En tiempos recientes no podemos hablar de definiciones únicas. Los cambios acelerados y la apertura a múltiples maneras de pensar y de incidir en el mundo, hacen del lenguaje un medio para externar lo que nos atribula. Sé que la angustia no es un concepto novedoso, y la ansiedad y el estrés contemporáneos son medios convulsos que transforman nuestras relaciones, y que históricamente siempre han estado aquí. Este libro contiene esas piezas, y son atribuidas a personas que no existen. En cierta medida son el reflejo de las múltiples personalidades que somos a diario —en una época donde importan más las máscaras y los estereotipos—, lejanas de toda sinceridad. A pesar de estos vacíos, seguimos alrededor de la hoguera para compartir el pasado y el presente como un mismo alimento. Es cuando nos quitamos el antifaz para al menos una vez respirar de nuevo. Sea esta antología de máscaras el espacio para que cada lector se quite el antifaz y redescubra en su interior los viejos mitos que aún nos habitan. Algo de sanación
páginas. Que el lenguaje no sólo sea un punto de encuentro, sino que sirva de puente para cruzar al otro lado donde la vida es más real que la ficción.
Armando Salgado