12.8 C
Zacatecas
martes, 19 marzo, 2024
spot_img

La generación de la angustia: poetas nacidos entre 1936 y 1985

Más Leídas

- Publicidad -

Por: Armando Salgado •

La Gualdra 368 / Libros / Poesía

- Publicidad -

 

La generación de la angustia: poetas nacidos entre 1936 y 1985, es un libro escrito a manera de coro en donde la voz principal dirige a las demás voces (que son la misma voz, pero convertida en una parvada de poesía que busca su propio cielo). Un tiempo y una geografía se definen en estos poemas: la angustia de ser diferente en un mundo hecho de apariencias. “Algo de sanación habrá en estas páginas…”, dice el poeta al exponer los mecanismos que lo llevaron a construir este libro compuesto por máscaras que habrán de revelar los rasgos de un rostro que aparentan ser imaginarios pero que provienen de un hombre y un nombre reales. El recurso del heterónimo, utilizado brillantemente por Armando Salgado, resana una terrible condición manifiesta en La generación de la angustia: el poeta, que siempre está solo, a veces debe hablar como si fuera otro (otros) para poder escucharse a sí mismo.

Ramón Iván Suárez Caamal

La generación de la angustia…

[Fragmento]

Thibault Mignon (1951)

Puerto Príncipe, Haití

[Traducción: Louis Green]

LUGARES TURÍSTICOS

1. El vacío

Qué decir de un barco

sin cabeza

o del mar sin brazos

que palpa

el dolor de la tormenta

o la ventana

desvencijada

sin las manos

de la madre

que reconfortan.

Óyelo querida,

las cosas comunes

están en la botella

que lanzamos

a diario

al excusado.

Esas notas de auxilio

tienen el púrpura

que encalla en los ojos

del mar,

y muchas veces

nadie responde.

2. La angustia

Lo sé:

soy un hombre citadino,

lo dices

cuando escribo

sigilosamente

la palabra mierda,

porque

es una forma

de segregar

eso que desgasta

al dejar atrás

la piedra en el cuello

y su atracción

por el fondo

del excusado.

¿Acaso no hay placer

cuando se grita

toda la mierda

que hierve

en la garganta?

Al ser pieza

del mismo dolor,

las palabras

que no se mencionan

se pudren

junto al atún

dentro de su lata.

Se percibe

cuando las pocas

palabras

en la despensa

son para el hijo que

no aparece

en la lista de las compras.

O cuando las venas

son cables

que pueden trozar

si no se paga a tiempo

el recibo.

Ante esta desazón

mi ánimo se derrama

en el pasillo,

y a pesar de todo

trato de sonreír

cuando es necesario.

Algo hiede

y no es

el

amor.

3. La decepción

No lo olvides:

el culo de la

precariedad

es un hombre

con traje.

Pablo Vicente de Santa María (1949-1998)

Valparaíso, Chile

Oda al Yo

Yo no soy Altazor.

Aún así mi deseo

es un aeroplano

sobre tus muslos.

No es mi piel

la que sale a buscarte,

son tus caricias

las que me encuentran.

No escribo para nadie.

Lo hago para escalar

cualquier tipo de mierda

y reciclar mi tristeza.

Todas las brújulas del

amor me señalan.

Mis fracasos

están bajo llave

entre el color real

de mi cabello.

Creo en la vasectomía

como otra estación del año.

Prefiero la soledad.

Mis amigos son

un campo de envidia.

Los jóvenes recortan

mi imagen y la dejan

en su cartera.

La caspa del diablo

es fortaleza en mi nariz.

No tengo esperanza

por un mundo mejor.

Opto por la vanidad del dinero

y la seguridad

de una cuenta bancaria.

No leo a mis contemporáneos

ni pierdo el tiempo

en los periódicos.

Mi tabla de salvación

es el silicón

de un trasero suculento.

Sé que la mentira

es la mejor estrategia.

No temas

algún día morirás.

Este cuerpo es un cofre

que alguien desempolvará

en otra vida.

Recuérdalo:

no somos la hoja

somos el árbol.

Sofía Montealbán (1985)

Antigua, Guatemala

1. La caravana zombi

ir por la vida

vestida de zombi

sin arrebatos

sin el goce de lanzarte a un río

sin diferenciar

el veneno

de la carne procesada

ni la porción dietética

de la

nueva ansiedad

ir por la casa

sin motivos

sin color

sin saber

que dentro de

una sopa

no es posible ocultar

el primer diente

ni la úlcera recién

descubierta

ir por la vida inflando

nuestros miedos

y percibir

que el disfraz de joven

no tiene garantía

y que es mejor

deambular por la calle

con celular

en mano y el corazón

entre los pies

2. Teatro sin personajes

este tiempo no cabe en el bolso

es mejor claudicar

colgar la blusa

elegir otro desvarío

un mejor sello de cáncer

no basta con esconder los sueños

bajo la alfombra

ir al parque

perdernos en el vuelo de los pájaros

esperar la lluvia

o subir a un autobús

para ver por la ventana

letreros

cansancio

y sombras sin personas

cuesta trabajo admitir

que no soy la protagonista

de esta película de carne y hueso

que mis senos

no son voluminosos

y que es más fácil

cosechar llanto

que una rama

de fidelidad

como si lo sincero

no entrara en el escote

y la vida sólo fuera

—cada mes—

un trozo de algodón

con sangre

Fernando Nicolás (1968)

La Paz, México

Hotel principal, Bolívar 29. Casi la última y nos vamos

Después de ver la eternidad, enciendo el radio invisible y subo mi cuerpo a la mesa: bailo para ella, para que sonría, para romper el trazo del escritorio en nuestros ojos, abrir la jaula y dejar salir a las palomas. No es cliché, a quién no le gustaría dejar de ser un simple hombre, aparecer en revistas de gran furor, rasgar una camisa, lanzar corbata y cansancio por este rascacielos, y bailar, simplemente bailar, bailar para ella y bailar para uno mismo,

bailar al ritmo de hojas blancas

formularios

tinta

la fila del metro

la tarjeta sin saldo

semáforos

ante el ritmo sempiterno de

va a bajar en la siguiente parada y usted no es de aquí y la estación Hidalgo y Balderas y Bellas Artes frente a la lluvia y el pago de la renta y viajar al lugar de origen y el granizo

y protección civil y el escritorio y el espacio resguardado y la zona de seguridad y la banqueta mojada y el cartón de papel en la entrada del centro comercial y el estrés y la inmensidad en una canción y la misma sonrisa y una mesa y un proyector y los libros ahora son digitales y el bar Covadonga y los taxímetros y la calle vacía como el transeúnte iraquí y excuse me metro! y oh lalà! y la plaza de la joyería en la Madero y los anillos y cuál es la diferencia entre oro blanco y oro negro y los dientes y la fruta sin cottage y el hotel sin agua y quéjese con el gobierno y hallar un departamento y verla reír porque a pesar de no haber nacido con alas abrimos nuestro corazón y juntos nos lanzamos al vacío:

En tiempos recientes no podemos hablar de definiciones únicas. Los cambios acelerados y la apertura a múltiples maneras de pensar y de incidir en el mundo, hacen del lenguaje un medio para externar lo que nos atribula. Sé que la angustia no es un concepto novedoso, y la ansiedad y el estrés contemporáneos son medios convulsos que transforman nuestras relaciones, y que históricamente siempre han estado aquí. Este libro contiene esas piezas, y son atribuidas a personas que no existen. En cierta medida son el reflejo de las múltiples personalidades que somos a diario —en una época donde importan más las máscaras y los estereotipos—, lejanas de toda sinceridad. A pesar de estos vacíos, seguimos alrededor de la hoguera para compartir el pasado y el presente como un mismo alimento. Es cuando nos quitamos el antifaz para al menos una vez respirar de nuevo. Sea esta antología de máscaras el espacio para que cada lector se quite el antifaz y redescubra en su interior los viejos mitos que aún nos habitan. Algo de sanación

páginas. Que el lenguaje no sólo sea un punto de encuentro, sino que sirva de puente para cruzar al otro lado donde la vida es más real que la ficción.

Armando Salgado

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -spot_img
- Publicidad -spot_img