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viernes, 29 marzo, 2024
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Historia y Poder De tribunales populares, corrientes radicales y los verdugos de la Revolución

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

Cuando los primeros días de enero de 1866 los alumnos del instituto literario de García -ahora UAZ- publicaron su muy liberal periódico EL ARIETE, mostraron una gran capacidad de denuncia que proclamaba el fin de la pobreza con acciones radicales, no con peroratas ni el carácter enajenador del discurso religioso.

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Otros medios juveniles zacatecanos como LA LÁMPARA, EL MENSAJERO, LA ORGANIZACIÓN Y LA OPINIÓN, eran sinónimo de noticias, de alientos esperanzadores, de ideas clarificantes y de manifiestos declarados en contra de la gran intranquilidad que campeaba en el suelo patrio debido a invasiones extranjeras, la corrupción generalizada de intelectuales y periodistas y la alianza perpetua entre las jerarquías religiosas con latifundistas y terratenientes y dueños de minas azotadores del ingreso digno.

El mismísimo Jesús González Ortega, el general de las victorias, a sus escasos 27 años se inició en el periodismo en las magníficas condiciones de adhesiones liberales y tumultos y con su muy popular periódico EL POBRE DIABLO y fue “la voz de la prensa democrática para acallar el desesperado grito del servilismo”, lanzando proclamas de emancipación, denunciando y exponiendo, colocando las cartas sobre la mesa.

Los tribunales populares son un instrumento legítimos de las revoluciones en marcha.

El pueblo pobre garantizó que el principal tribunal creado para enjuiciar los crímenes de guerra de las tiranías derrotadas realizaran un trabajo ejemplar por su organización, limpio desarrollo y respeto a los veredictos de los jueces populares que marchaban sobres de los torturadores, los saqueadores y violadores, sólo que dichos tribunales fueron socavados por el botín de puestos, salarios presuntuosos y medallas y diplomas a la medida.

Atrás quedaron encriptadas las corrientes radicales que a riesgo de su vida proclamaron el núcleo anarquista en los círculos obreros y  dirigieron sus dardos hacia la “trinidad maldita”: Capital, autoridad y clero, invitando a la rebelión y a la expropiación, así como a la formación de milicias armadas.

Mientras tanto los verdugos de la revolución agarraban parejo, fueron después caciques, caudillos, gobernadores pudientes y los más o murieron viejos y pobres o en el olvido…

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