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jueves, 25 abril, 2024
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Fanatismos y muerte del pensamiento político: las redes y choque de hordas virtuales

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

Vivimos ahora mismo el ascenso de fanatismos políticos que, por serlo, son semillas cancerígenas de la democracia. En las redes los muros se saturan de hordas fanáticas de Tirios y Troyanos (izquierdas y derechas) que descargan fuego contra los rivales convertidos en enemigos. El pensamiento se ausenta. Describiré cómo ocurre la invasión fanática de las redes que, como canario de minero, anuncia un periodo decadente de lucha política.

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Toda política es agonal, lo político mismo se define por la necesaria oposición de facciones sociales en las arenas políticas: comicios, parlamentos y las propias políticas públicas. Pero la oposición es de diferentes tipos: agonístico y polar. El primero es la manifestación de la contradicción de intereses sociales que se defiende a través de ideologías específicas y cada ideología establece una serie de razones esenciales. Por ejemplo, el orden fue la razón esencial de las derechas mientras la libertad o la igualdad lo ha sido de las izquierdas. Pero esas razones tienen su fundamento en un elemento extra-argumental: la posición social. Así, las ideologías son las razones posicionales. En la democracia, la representación y la deliberación de esas razones se realiza en la opinión pública y en los parlamentos. El objetivo es convertir la contradicción en un ejercicio político, y con ello, alejar el fantasma de la batalla directa o violenta. La clave es la negociación. Y esta última es posible a través de una serie de aproximaciones argumentales que lleguen a un acuerdo. Todo esto es parte de los mecanismos de la dimensión agonal de la política. Pero hay otra forma de oposición donde el acuerdo, y su medio (deliberativo), es imposible: la oposición polar.

En la polarización las razones de las ideologías desaparecen. El objeto de la contradicción ya no son ideas o intereses, sino personas. Toda su diatriba pasa a ser una falacia ad hominem. No se combaten ideas, razones o intereses, sino que se descalifica moralmente a las personas. La descalificación moral hace imposible el debate porque destierra los argumentos. La descalificación moral señala un enemigo que debe eliminarse. Es un tipo de esencialismo: encarnan un mal. La evidencia que ofrecen son narrativas de la maldad del otro. Que generalmente es demencial. El panismo descalifica de ‘loco’ y ‘peligroso’ a López Obrador; y dedica el espacio de sus muros a la descalificación moral de sus principales lideres nacionales. Por su lado, una gruesa parte de la militancia lopezobradorista hace fiesta por la muerte de alguno de sus rivales políticos (como el caso Puebla) y de reaccionar enfurecidos por la crítica que recibe su líder máximo.

La política ya no es abstracta, como lo dirá Weber a propósito de las sociedades modernas: se vota por ideas, proyectos, misiones o reglas. Todas estas últimas son entidades abstractas. Pasamos a formas políticas de objetos concretos: personas. El criterio de aprobación no es una deriva argumental, sino las palabras de una autoridad: se aprueba porque lo dijo ese líder; o se desaprueba por que lo dijo ese líder. La aprobación o la negación padece de la misma falacia: la de autoridad. Hay opinadores que pasan a ser porristas. Están al 100 con su líder. Cuando una persona tiene cero desacuerdo con su líder es indicador de fanatismo. Y al revés: el 100 en desacuerdo.

Para la calidad de la democracia no hay cosa más dañina que el fanatismo. No sólo eliminan la deliberación, sino que producen algo peligroso que la historia ha dado muchos ejemplos: las narrativas de odio. Pretenden la eliminación del otro. Desde la eliminación política hasta la eliminación física. El recién debate contra el zapatismo es ejemplo de esto. Ataques con ‘razones’ fuera de toda realidad (como la afirmación de que el zapatismo es salinista), y mensajes llenos de afectividad negativa. A la fecha, el líder (AMLO) ha mostrado cordura, donde incluso se ha visto en la necesidad de regañar a sus seguidores en sendos mítines. Menos mal. Espero que al rato los regañe por las expresiones que quieren ‘deshacerse de las caras de trapo’, y una serie de frases desafortunadas. Si falla un poco la cordura puede dar lugar a violencia.

Lo preocupante es que la mancha de la horda se manifiesta en cámaras legislativas e incluso en periodismo. Periodistas como Ricardo Alemán se convirtieron en íconos de este tipo de periodismo, pero hay variantes de esta misma conducta: periodistas que pasan a ser el troll regional de las redes sociales. Y en el caso de los legisladores los vemos en su renuncia a la argumentación técnica y el dominio de la descalificación moral de los rivales: como traidores o como corruptos, cuando sólo son rivales.

En suma, en la opinión pública como en los parlamentos observamos avanzar como mancha, el enjambre del fanatismo destruyendo la calidad de la democracia. La polarización que siembra las condiciones de eventos violentos. ■

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