Ala entrada de las legiones de religiosos al estado de Zacatecas, llegaron con ellos los doctores y enfermeras que a la vista tenían grandes retos ante el desastre humano de las codicias.
Superado el orgullo de que una zacatecana fuese la fundadora de la cruz roja nacional, que los hospitales públicos estuviese siempre abarrotados de pobres y menesterosos llenos de enfermedades, los doctores hicieron más que historia, trataron de cumplir a cabalidad su misión de curar, corregir, restituir la salud y en aras de la humildad, salir airosos muchas veces.
Otras no.
Vi documentos en los archivos zacatecanos que pararían de su asiento a más de un mirón: aparte de cotejar tesis en licenciaturas y doctorados en derecho, medicina y de la historia, pude comprobar, además de documentos de primera mano, cómo el egoísmo y la vileza de las relaciones feudales y del capital, arremetieron en el sufrimiento de cientos de miles de niños, mujeres, ancianos y de todas clases y de toda laya, ergo, una población desprotegida, y aun así, atendida como dios y las limosnas daban a entender.
¡¿Paros de doctores?? ¿Protestas de enfermeras? ¡¿Cobros excesivos? ¿Contaminados ellos y ellas mismas? Imaginemos los saldos de las hambrunas, de las epidemias que fueron el azote iracundo matando a miles y en variadas épocas, imaginemos los resultados funestos de las intervenciones armadas extranjeras en donde los fusilamientos, los azotes y las mutilaciones eran cosa diaria, entonces, los doctores eran llamados a atender, curar, resignar, paliar el dolor.
En 1914 a la entrada del portentoso ejercito villista a la ciudad de Zacatecas y sus trenes con altísima tecnología médica, no bastó ante la hecatombe de tantos y tantos heridos en un mar de fusilados y victimas de estruendosas venganzas, para atenuar el escenario desastroso que estaba frente a sus ojos.
Doctores fueron muchos y muy valientes, los que atendieron a las prostitutas sifilíticas y sus horrendos olores, el drama humano de ser víctimas de una pobreza ancestral y de un egoísmo hipócrita y rampante de las clases pudientes ante la falta de medicamentos, estímulos y reconocimientos.
Hoy el cuerpo médico es notable en Zacatecas. Entre crisis, aplausos, disyuntivas, labores y el reto de ser siempre mejores y efectivos, fuera de prejuicios, crisis abundantes y la atención selectiva o popular. ■