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jueves, 18 abril, 2024
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Manuel Felguérez y el orden industrial y tecnológico de la máquina y la cibernética

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Por: DANIEL GARZA USABIAGA •

La Gualdra 365 / Manuel Felguérez 90 Años

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El Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez (MAAMF) cuenta, como parte de su acervo, con varias piezas de la serie El espacio múltiple realizadas por el renombrado artista zacatecano. En otros museos del país también existen obras pertenecientes a esta serie. No obstante, lo que hace única a la colección del MAAMF es que el conjunto de dichas piezas permite ver las intenciones originales de Manuel Felguérez al concebir esta serie, que se presentó por primera vez en 1973 en el Museo de Arte Moderno (MAM) de la Ciudad de México. Límite de una secuencia, La energía del punto cero o Signo convexo (todas fechadas en 1973) ilustran el desdoblamiento y redefinición de un diseño particular en obras bidimensionales (como serigrafías y pinturas hechas con laca automotiva) así como relieves y esculturas de carácter tridimensional. Sin duda alguna, esta concepción múltiple es algo de lo que otorga su tremenda originalidad a esta serie de Felguérez, misma que fue de primera importancia para el desarrollo de su producción durante los años setenta.

Es importante mencionar cómo el artista llegó a la concepción de esta serie. Durante gran parte de los años sesenta Felguérez desarrolló una producción pictórica abstracta de carácter gestual, de acuerdo a su testimonio, influenciada por el legado del automatismo surrealista. Esta sensibilidad también se encuentra presente en sus murales hechos con chatarra, una solución que los emparenta con su interés con la máquina. Durante la segunda mitad de esa década, Felguérez comenzó a insistir en desplazar su trabajo hacia una tradición constructivista, en la que prevalecen las tendencias racionales en el arte. A partir de 1967, el artista comenzó a estudiar sus pinturas gestuales y de ellas derivó una serie de constantes;

un “alfabeto plástico” constituido por la repetición de cuadrados, círculos y triángulos. Gradualmente también consolidó una lógica con respecto a la solución cromática: una paleta de colores cálidos que giran alrededor de la aplicación del dorado y otra de tonos fríos cuando utilizara el plateado. El “alfabeto plástico” (y sus posibles derivaciones en trapecios, óvalos, rombos o rectángulos), dicha lógica cromática y la idea de múltiples formatos son tres de los aspectos constantes que articulan la serie El espacio múltiple.

Entre 1967 y 1970, las pinturas de Felguérez empiezan a incluir este nuevo “alfabeto plástico” a la par de formas biomórficas, rasgos gestuales y, en ocasiones, fragmentos de cuerpos humanos (en particular torsos femeninos). Las obras de este periodo no son comúnmente discutidas aún y cuando pueden ser vistas como un importante antecedente de obras que realizará durante los años setenta, como la serie La máquina estética. Y es que en estas pinturas de finales de los sesenta, Felguérez parece articular escenarios en los que lo humano y la máquina y la tecnología, lo orgánico y lo inorgánico, se confrontan. En cierta medida expresan cierta preocupación por la deshumanización del mundo a partir de un creciente andamiaje tecnológico. Una pieza que es elocuente de esta perspectiva es el mural que realizó en 1969 para el pabellón mexicano en la Exposición Internacional de Osaka en 1970. Titulado La tecnología deshumanizada victima al hombre, este lienzo de gran formato presenta el nuevo alfabeto de formas geométricas junto a fragmentos de torsos humanos y soluciones gestuales que pueden ser vistas como sugerencias de disoluciones violentas de cuerpos. Esta pintura recuerda algunas obras del artista surrealista Roberto Matta, como Pecador justificado (1952) que fue propiedad de Rufino Tamayo. El mural de Osaka también se puede relacionar con algunas de las escenografías realizadas por Felguérez para la película (1973) de Alexandro Jodorowsky.

Es probable que a partir de los inicios de la década del setenta, Felguérez se concentrara exclusivamente en la producción de El espacio múltiple, en miras a su exposición individual de 1973 en el MAM. A través de una interpretación de teorías provenientes del estructuralismo, la semiótica y la fenomenología, el artista concibió esta serie como un “constructivismo de transformación permanente”. Esta

transformación constante puede apreciarse desde dos ópticas. Por un lado, el mismo alfabeto plástico y lógica cromática pueden producir un sinfín de diseños originales y únicos y, por el otro, la transformación que dicta cada solución y soporte en el paso de un diseño a pintura, a escultura y relieve. En sus escritos sobre esta serie, Felguérez reconoce el impacto del trabajo de Umberto Eco y en particular su concepto de obra abierta. En un texto de 1973, el artista escribe “De la aceptación de la estructura como un sistema de transformación emerge el concepto de obra abierta” y, posteriormente, cita a Eco “En arte, la teoría de la obra abierta no es otra cosa que la poética del pensamiento serial”. Enfatizo el término “serial” ya que, de nueva cuenta, se alinea con el mundo de la máquina y la tecnología. De hecho, el acabado de algunas de las piezas de El espacio múltiple cuenta con una apariencia industrial, como si no hubieran sido producidas por la mano humana. Esto es particularmente evidente en las pinturas hechas con lacas automotivas y las esculturas que presentan materiales plásticos y algunas superficies reflejantes, como el aluminio; todos materiales pertenecientes al sistema de producción industrial propio de la posguerra global. Vale la pena mencionar que aunque muchos de los diseños realizados por Felguérez para El espacio múltiple encontraron múltiples soluciones en serigrafías, pinturas, relieves y esculturas de mediano formato, el artista aspiraba a que también se volvieran obras de arte público como murales (como el Mural portátil de 1973 que es parte de la colección del Museo Francisco Goitia) o esculturas (como La llave de Kepler que realizó en 1979 para El espacio escultórico de la UNAM).

A mediados de la década de los setenta, Felguérez llevó su interés en el mundo de las máquinas y la tecnología a un nuevo nivel cuando empezó a desarrollar un proyecto que unía el arte con la cibernética: La máquina estética. No es posible subestimar la originalidad de este trabajo que lo coloca como un pionero en el desarrollo de nuevas propuestas en el campo del arte y la tecnología. Felguérez trabajó primero en universidades de México y posteriormente de Estados Unidos, donde colaboró con el ingeniero colombiano Mayer Sasson (esposo de la pintora Fanny Sanin), para desarrollar una programación que permitiera a una computadora dictar los diseños de obras artísticas a partir de distintas variables que

consideraban, entre otras cosas, el “alfabeto plástico” de El espacio múltiple. Felguérez realizó pinturas y esculturas derivadas de los diseños dictados por la computadora, como Pintura 3 (1976) que también forma parte del acervo del MAAMF. Una de las intenciones de Felguérez al desarrollar el proyecto de La máquina estética era indagar sobre la posibilidad de una “sensibilidad artificial” (como contraparte a las discusiones sobre inteligencia artificial -IA- que se encontraban en voga en el campo de la cibernética de esos años) al interior del mundo de la computadora, la máquina y la tecnología. Este interés, se puede decir, buscaba “humanizar” a la máquina como posible paliativo a un escenario de “deshumanización tecnológica”, explorado constantemente por el artista en sus pinturas de finales de los años sesenta.

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