La llegada de Andrés Manuel López Obrador no es necesariamente un triunfo izquierdista, pero sí implica una transformación discursiva importante en la institucionalidad del gobierno.
El mensaje del presidente electo en fondo y forma, se envía en términos sencillos. El lenguaje que utiliza AMLO tiene un tinte democrático que había brillado por su ausencia en las administraciones pasadas.
Las consecuencias de comunicarse así, son palpables; la conexión que hay entre la figura presidencial y la ciudadanía se ha fortalecido. La aprobación y la legitimidad de ascenso, son más altas que en escenarios pasados.
Administrativamente hablando, el proyecto de nación sigue siendo un camino inseguro para muchos. Pero lo que sí debe de reconocérsele a López Obrador, es que desde la virtual investidura adquirida el 1° de Julio, su postura ha sido de inclusión. Sus palabras no sólo han asilado a los pobres y a los viejitos, sino que ha dado otorgado un lugar proporcional, democrático y correcto a todos los grupos sociales en México.
El próximo presidente, es sin duda un demócrata discursivo. Ojalá logre también administrar con el mismo carácter: de la lengua a la silla presidencial. ■