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martes, 19 marzo, 2024
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■ Historia y Poder Gobernadores corruptos en la Historia de Zacatecas

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

¿Quién se lleva la medalla mayor?
¿El premio nobel a la corrupción y el nepotismo?
¿Cuántos agravios en nombre de la democracia se hicieron al erario público?
Lo cierto es que también muchos cumplieron con su deber de defender al pueblo frente a invasiones armadas, extranjeras, epidemias, asonadas militares, bandoleros y achaques de la naturaleza y también es muy cierto que existieron los mega indolentes, burlones, corruptos y perdonavidas, escapistas de la ley, traicioneros a gran escala, huidizos de memoria y de justicia.

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De fama inquieta don Leobardo Reynoso que de 1944 a 1950 instauró un régimen traicionero a los ideales y formas de su antecesor el flaquísimo Pánfilo Natera y terminó como uno de los grandes gobernadores millonarios y despóticos cuya enseñanza fue seguida por otros menos indiscretos.

Aquel humilde cartero oriundo de los cañones de Juchipila, niño descalzo que padeció hambrunas y dramas familiares, pronto saltó a la fama por su habilidad para congeniar y lograr ser diputado, senador y posteriormente flamante gobernador zacatecano con millones de dólares en bancos estadounidenses, mansiones en varios estados del país y sobre todo, la fama de tratar con la punta del pie a los caciques menores y otros funcionarios aviesos y traviesos.

Instauró un cacicazgo que le hizo un daño casi irreversible a la pobreza agravante que vivían la mayoría de los zacatecanos y a los que sus subsiguientes sucesores como el Gobernador Minero Roque o Francisco Espartaco García no pudieron zafarse, dando pie a represiones dolorosas contra socialistas y sinarquistas y la Unión Cívica de Zacatecas, con saldos de heridos, encarcelados y muertos, mientras donde Leobardo le jugaba a ser embajador en Portugal o Dinamarca.

Difícil para una población noble que siempre esperó de sus gobernantes, el gesto austero, la solidaridad y la comprensión y no su dispendio, ni el cinismo, ni la burla.

Luego hablaremos de muchos otros que dejaron huellas, monumentos fríos y mosqueados. ■

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