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viernes, 19 abril, 2024
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Reivindicación liberal

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Por: BASILIO HERNÁNDEZ •

El liberalismo está moribundo. Aquel bello ideal fundamentado en los valores ilustrados de libertad, tolerancia e igualdad está muriendo. Frente a un panorama global incierto una sombra se extiende por el mundo, avivando los miedos y odios más profundos de la humanidad. De Brasil a México, de Estados Unidos a Inglaterra, de Italia a Rusia y en cualquier país donde se pose la mirada, es imposible no encontrar las cortinas divisorias populistas, tejidas incansablemente por mesiánicos demagogos–tanto de izquierda como de derecha–autoproclamados “redentores” de la democracia. Si bien el populismo es un fenómeno heterogéneo con matices regionales, se identificanalgunos rasgos compartidos: sus respuestas sencillas a problemas complejos; su rechazo a la interpelación con la ciudadanía para buscar complicidad con el abstracto pueblo, apelando a sus instintos primarios con manipulaciones y promesas ficticias; y la subsecuente polarizaciónde la población en dos grupos antagónicos, identificando a uno como el culpable de todas las penurias y estragos económicos. En vertical ascenso desde la crisis financiera del 2008, la exacerbación nacionalista del ominoso populismo tuvo su apoteosis en dos eventos cismáticos productos del desgaste neoliberal: el Brexit y la presidencia de Trump.
Los riesgos que acaecen de esta exasperación nacional-populista no solo ponen en vilo a las instituciones democráticas, sino que también precipitan el retorno del abominable autoritarismo, el cual, hace poco menos de un siglocondujo cruelmente a uno de los capítulos más lamentables y sangrientos de la humanidad. Resulta necesario preguntarse en qué momento cedimos la razón y la verdad ante la emoción y la mentira, ¿cuándo sustituimos la argumentación con la descalificación intransigente? Quizás, después de todo, el populismo forma parte de nosotros, y nuestra egoísmo tribalno solorechaza la idea de la igualdad y la libertad, sino que está predispuesto a la retórica reaccionaria.De ser así, ¿acaso el nacional-populismo venció? ¿Acaso vivimos en la visceral irracionalidad?
Evidentementeel liberalismo sí ha logrado notables avances en el mundo…la esperanza de vida ha crecido considerablemente, varias enfermedades que se presumían incurables han sido erradicadas, se han reducido notoriamente los conflictos bélicos, hoy cualquier violación a los derechos humanos es enérgicamente condenada y lo que para muchos populistas causa escozor: la pobreza está siendo erradicada. Efectivamente, hace 200 años 90% de la población mundial vivía en pobreza absoluta, actualmente, solo el 10% vive en esta penosa situación. Si estamos viviendo la época más pacífica y próspera en la historia, ¿por qué hemos encontrado en el liberalismo a nuestro villano favorito? La respuesta no es sencilla, pero se arguye que el liberalismo exacerbado antepone al individuo sobre la comunidad, desintegrando los vínculos sociales para favorecer una búsqueda egoísta de realización personal que no exige consideración alguna a las necesidades, desgracias y deseos ajenos. Hay una desconexión completa entre individuo y sociedad y una tremenda indiferencia hacia la consecución del bien común. Esto conlleva a una insoportable desigualdad, acaecida por la pérdida de seguridad social, del poder adquisitivo y del empleo, así como por la falta de oportunidades justas, la baja movilidad social y la descarada concentración de la riqueza. Por estos motivos, los votantes vulnerados por las asimetrías económicas, excluidos de las dinámicas políticas y desprotegidos por un Estado distante e incapaz de resolver los problemas sociales, voltean a opciones populistas.
El escenario no cambiará mientras los liberales no asumamos nuestra responsabilidaden las causas de la crisis. Es momento que dibujemos el rostro de la desigualdad y sintamos los clamores del electorado, los votantes demandan cambios, exigen que no se les vea como meras cifras económicas y pugnan por un acercamiento al sistema político. Es impensable continuar construyendo políticas públicas orientadas al crecimiento menoscabando los intereses de la ciudadanía. Y no basta con advertir las amenazas del errático populismo, ¡saquemos nuestras plumas y reimaginemos nuestro arsenal intelectual! ¡Planteemos de frente propuestas que puedan solventar el malestar social! La reinvención del liberalismo ha de pensarse necesariamente a través de una plataforma incluyente, razonable y atractiva, que enamore al electorado tocando directamente sus corazones a la vez que les habla lógicamente a la cabeza, sin mentiras y sin negar los enormes retos que tenemos por delante. Para esto han de ascender políticos liberales que con argumentos hagan frente a la visceral irracionalidad, que inspiren aires de cambio y que atraigan al ciudadano no con miedo, pero con ilusión y esperanza.
Porque el liberalismo, pese a la gran incertidumbre global, sigue siendo la gran esperanza del progreso. Su indeclinable compromiso con los derechos y valores inherentes a la dignidad humana enaltece su relevancia… es la única herramienta que puede enfrentarse a la sombra totalitaria que se atisba desde los recalcitrantes populismos. La travesía liberal dista de ver su ocaso, pero sí atraviesa por aguas turbulentas. Es innegable que el modelo debe repensarse, debe proponer un nuevo pacto social en el que sereconcilie el valor de la persona con el desarrollo social compartido, es decir, ser un modelo justo e incluyente, que trascienda del individualismo egoísta hacia una responsabilidad comunitaria. El liberalismo aún no ha muerto y mientras haya voluntad política para defender sus ideales no lo hará… ■

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