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jueves, 25 abril, 2024
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Las confesiones religiosas y las confesiones del estado (segunda parte)

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Por: JUAN FRANCISCO VALERIO QUINTERO •

Para Leonardo Boff, La Teología de la Liberación asume como “una perspectiva global, enfocada en la condición de los pobres y oprimidos en el mundo entero, víctimas de un sistema que vive de la explotación del trabajo y de la depredación de la naturaleza”. Su objetivo, dice, es el de “pensar el destino de la humanidad desde la condición de las víctimas”. Mientras que algunos filósofos han hablado de la “astucia de la historia” –Hegel, Marx– para indicar que la necesidad se impone sobre la voluntad de los hombres, aquí podemos hablar de la “astucia de la Biblia”.
En efecto, de conformidad con ella, cuando disputan Lot y Abraham por el tamaño de sus rebaños, éste le propone la separación: “Mira, es mejor que no haya peleas entre nosotros… Pues bien, apártate de mi lado. Si te vas por la izquierda, yo me iré por la derecha. Y si tú te vas por la derecha, yo me iré por la izquierda” (Génesis, 13, 7-9). Pues bien, la Teología de la liberación tomó por la izquierda y la jerarquía por la derecha.
Dice Boff que la Teología de la Liberación “Surgió en la periferia de las Iglesias centrales, no en los centros metropolitanos del pensamiento consagrado. Por ese origen ha sido siempre considerada con sospecha por los teólogos académicos… y las burocracias eclesiásticas y de la Iglesia más importante, la romano-católica”. (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=82496). En la periferia no hay sino necesidad, pobreza y problemas no resueltos. Latinoamérica aparece, pues, antes que territorio fértil para la prédica patriarcal y centralista, como un territorio sediento de justicia. La Teología de la Liberación asume el compromiso con los pobres y sobre éste construye su “opción”.
Se ocupó, así, de los pobres y de sus manifestaciones específicas: los indios, los indígenas, los negros, “las mujeres sometidas desde la era neolítica a la dominación patriarcal”. Pero la Iglesia de Roma no quería liberación sino obediencia; el golpe vendría de allá y obtendría la resistencia, por lo cual persisten los problemas que alentaron su nacimiento. Así, Boff pregunta: “¿Cómo anunciar creíblemente un Dios que es un Padre bondadoso en un mundo atestado de miserables?”.
La persecución y aislamiento a los que fueron sometidos Hélder Cámara y Evaristo Arns, en Brasil; Sergio Méndez Arceo y Samuel Ruiz en México y los asesinatos de Monseñor Oscar Arnulfo Romero y de Ignacio Ellacuría, junto con cinco jesuitas y dos mujeres, por militares salvadoreños, dan una idea de los graves riesgos que implica predicar con el ejemplo y desde la izquierda –entendida aquí desde la frase de Abraham.
En 2006, Jon Sobrino es “notificado” por la Congregación para la Doctrina de la Fe, nuevo nombre de la Inquisición y siendo Papa Joseph Ratzinger, que se le retiraba el nihil obstat, la autorización para publicar escritos; le prohibieron, asimismo, impartir clases en centros eclesiales sin permiso (https://es.wikipedia.org/wiki/Jon_Sobrino). Se confirman, así, las palabras pronunciadas por un Monseñor a propósito de los sacerdotes retirados pero que aplican, también, a los impulsores de la liberación: “La Iglesia católica es el único ejército que remata a sus heridos”.
Hans Küng había corrido la misma suerte bajo el papado de Pablo vi. La Sagrada –pero siempre implacable– Congregación, consideró que dos de sus libros “contienen algunas opiniones que, en diverso grado, se oponen a la doctrina de la Iglesia católica”. (http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19750215_libri-kung_sp.html). Con el silencio impuesto a Küng y Sobrino, dos de los más brillantes teólogos contemporáneos, los guardianes del Mensaje privilegiaron la disciplina por encima de la reflexión y la interpretación coherente entre ese Mensaje, los textos que lo transmiten y la realidad social en que se inserta.
Ni sobrino ni Küng participaron de este movimiento, pero las sanciones que les fueron impuestas anunciaban la respuesta de la jerarquía a los seguidores de las tesis sustentadas en Medellín. Inició, así, un debate desigual, en tanto que es imposible –o inútil– discutir con la ortodoxia. No obstante, un grupo de clérigos publica Bajar de la cruz a los pobres. Cristología de la liberación, prologado por Leonardo Boff y un epílogo de Sobrino, quien recoge una cita de Pedro Casaldáliga que resume a la perfección el objetivo la Teología de la Liberación: “Todo es relativo, menos Dios y el hambre”. (http://servicioskoinonia.org/LibrosDigitales/LDK/ASETTBajarDeLaCruz2.pdf).
Boff cuestiona enérgicamente la “banalización desacralizadora irritante” que practican ciertas Iglesias y algunas aristas de su crítica pueden alcanzar varios pájaros de un tiro: “Hoy particularmente, asistimos a la enfermedad del fundamentalismo contaminando a sectores importantes de casi todas las religiones e iglesias, inclusive la Iglesia Católica”. Boff, por su parte, considera que “Lo que más duele y escandaliza verdaderamente es que se use el nombre de Dios y de Jesús para fines estrictamente comerciales. O peor, para encubrir desfalcos, robo de dineros públicos y blanqueo de dinero. (http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=737.
Los teólogos de la liberación conceden un papel crucial a la esperanza, elemento inseparable del Mensaje cristiano. F. Wulf se pregunta: “¿no es Dios en este mundo moderno (de injusticias) un Dios cuya manifestación, según la segunda petición del padre nuestro, debemos aguardar todavía y a cuyo reino hemos de contribuir con nuestros esfuerzos por perfeccionar el mundo [capitalista]?”. En otro texto Wulf sostiene: “La filosofía del lenguaje habla hoy de ‘contradicción pragmática’ cuando el hecho mismo de afirmar algo desmiente las palabras o la intención expresa del hablante”. Así, desmentir las tesis de la Teología de la liberación se contradice con tesis como el perdón, la humildad y el diálogo ecuménico.
Las desventuras del Estado laico mexicano (a manera de conclusión)
Se ha mostrado hasta aquí que ha sido práctica inveterada de la Iglesia Católica interesar al poder político para que respalde sus proyectos materiales o bien, ofrecerle apoyo o respaldo ideológico, más o menos encubierto, si de esta manera se fortalecen sus propósitos mundanos. Sin embargo, como toda relación política, no está exenta de roces, e incluso de confrontaciones graves, algo que también es confirmado por la historia. En el caso mexicano, el trasfondo político del movimiento Cristero es paradigmático.
Evidentemente, el que se trate de una práctica reiterada de la Iglesia, la repetición de estos actos no les concede legitimidad alguna; cerrar los ojos ante ellos, tampoco. No se justifica, por tanto, ni la miopía ni un malicioso sentido de oportunidad para que, en el caso del proyecto de una escultura monumental en el municipio de Guadalupe, la jerarquía se muestre complacida y complaciente frente a la ambición política (por cierto rechazada electoralmente).
Esta pretensión, que vivió un momento de suspenso –precisamente por motivos políticos: el resultado electoral- violenta principios constitucionales y ordenamientos legales cuyo respeto obliga, por igual, a la Autoridad civil y a la eclesiástica. Por elemental congruencia, la jerarquía no debe repetir ahora lo que ha hecho anteriormente: a cambio de una escultura y un espacio de culto, mostrarse dispuesta a legitimar aspiraciones políticas que no escapan a la vista de nadie ni colocar la fe al servicio del mercado político. Si oportunista apareció la autoridad pública, no lo ha parecido menos quien induce el empleo de la fe a cambio de favores.
Las irregularidades y el oportunismo prevaricador de quien ejercía, entonces, la autoridad pública adquieren rasgos extremos La autoridad no puede hacer sino aquello que la ley le permite, pero tampoco puede hacer aquello que la ley le prohíbe, como es el caso de lo estipulado en el artículo 40 Constitucional. El formalismo jurídico de algunos intérpretes de la Constitución no es mayor del que aplican los intérpretes del Derecho Canónico; por tanto, si es el pueblo el que ordena constituirse en República laica, y el Evangelio sostiene que “mi reino no es de este mundo” (Juan, 18, 36), ¿en nombre de quién y con qué autoridad se rompe la laicidad y se violenta ley?
Por su parte, la Ley de Agrupaciones Religiosas señala que “Los actos jurídicos que contravengan las disposiciones de esta ley serán nulos de pleno derecho”. Si tales actos jurídicos son nulos, también lo son los hechos que se deriven de ellos, pues no habrá razón que los sustente. Así, de aplicarse recursos públicos a este “proyecto de negocio”, quedarían en el ámbito de la ilegalidad.
Además, si la erección de templos y esculturas religiosas formara parte de las políticas públicas, deberían aplicarse las normas pertinentes. En tal caso, habría que fundamentar la afirmación de que tal proyecto promovería “el turismo religioso”, al extremo de potenciar el desarrollo del Estado, como dijo el exalcalde quien, sin embargo, no aportó argumento alguno al respecto. Aunado a lo anterior está el hecho de que no existen dispositivos legales que autoricen la creación de un “binomio de recursos públicos y privados” con fines de negocio.
No hubo seriedad ni congruencia en la propuesta del Ayuntamiento, más allá del oportunismo electoral. En el ámbito de la fe, sería una falta de respeto a los símbolos eclesiásticos y, desde luego, a la feligresía, incurrir en lo que sí sería una desviación del Mensaje y que con toda legitimidad denuncia Leonardo Boff: usar el nombre, en este caso de la madre de Dios para sostener, como dijo el exalcalde, un “plan de negocio”.
La ley ordena a los órganos del poder público no actuar en privilegio de confesión alguna. Donde la ley no distingue, nadie puede hacerlo. En consecuencia, tanto el que ofrece recursos públicos para un proyecto que beneficia a una confesión religiosa en particular, como quien los acepta, incurren en delito. Si se exagera un poco, podría decirse que ya incurrieron en él, puesto que nadie debe hacer apología del delito y, en este caso, eso y no otra cosa fue la estrategia de comunicación relacionada con el proyecto.
La justicia tiene implicaciones de carácter ético, jurídico y político; en una sociedad democrática e incluyente no puede mantenerse ajena a estos compromisos. La justicia, decía Aristóteles, no se manifiesta o realiza en relación con el sujeto sino, por el contrario, en sus relaciones con los demás. El “proyecto de negocio” del alcalde, en consecuencia, solamente puede ser evaluado en correspondencia con los efectos que acarrea a los ciudadanos.
Tomás de Aquino se formó, filosóficamente, en el pensamiento de Aristóteles. Así, no podía ser ajeno a la necesidad de opinar sobre la justicia. En consonancia con su maestro, Tomás habla de la necesidad “de promover la vida buena (virtuosa) de los ciudadanos”. En este sentido, para él, “serían mucho más preferibles ‘los consejos voluntariamente recibidos (monitionibis voluntariis) o los usos y costumbres del lugar’, que la constricción típica de la ley”.
La consecuencia de esta tesis es obvia: en la elaboración de las leyes se deberá seguir siempre la vía del diálogo antes que la de la imposición o –menos aún– el uso de la violencia. Y el diálogo, en el caso que nos ocupa, no puede limitarse a un coloquio privado y un arreglo entre privados y autoridades, habida cuenta de las normas jurídicas. Es verdad que, en este caso, las autoridades civiles y las religiosas no ventilan una ley, sino una acción. Empero, del diálogo han excluido tanto a la ley como a la sociedad civil.
Para Aquino, “una sociedad política es justa, sólo cuando tiene por meta la realización del bien humano” basada en el “respeto/promoción de cada hombre”. Se trata, pues, de un compromiso insoslayable, tanto para la autoridad política como para la eclesiástica, pues, si el “proyecto de negocio” no busca la realización del “bien humano”, dentro del “respeto/promoción de cada hombre”, constituye una decisión injusta.
Y no puede buscar el bien humano porque su implementación puede derivar, eventualmente, en el bien de unos (comerciantes y fraccionadores de tierra) a costa de violentar la ley, y detrás de la ley se encuentra el mínimo de consensos que permite la paz, otro de los valores irrenunciables de Tomás de Aquino. Por añadidura, el resto de las confesiones religiosas, y esto no puede considerarse como un problema jurídica y políticamente menor, están siendo tratadas de manera desigual e injusta, pues no se les ofrece lo mismo que se otorga a otros sin que éstos siquiera lo hayan pedido.
Un aspecto –casi sobrecogedor– de la realidad mexicana es la multiplicidad y gravedad de los problemas que enfrenta. Las instituciones políticas en su conjunto carecen de la confianza y la legitimidad necesaria para tomar decisiones trascendentes a nombre de la sociedad. La inseguridad ha hecho presa del país, las policías, con frecuencia, están penetradas por el crimen organizado. Además, los presupuestos de salud, obra pública y educación, etc., son insuficientes. Asimismo, padecemos una galopante impunidad, corrupción, impunidad e ineficiencia de los distintos niveles de autoridad, como lo confirman los saqueos de las arcas públicas en todo el territorio nacional.
Aún si buena parte de estas responsabilidades escapan del ámbito que corresponde a los Ayuntamientos, la construcción o acondicionamiento de espacios de culto, no constituye una decisión legal, ni sensata ni responsable. Lo que sí debe hacer el Ayuntamiento de Guadalupe es atender la multitud de problemas no resueltos que enfrenta, a mitad de otro grave problema: la crisis fiscal del Estado y la particular de la administración municipal de Guadalupe.
En el contexto la problemática municipal debemos preguntarnos: ¿no hay una colonia sin agua potable, sin pavimento o sin drenaje? ¿Los servicios públicos son de buena calidad? ¿La policía municipal es suficiente en número, equipamiento y capacitación profesional? ¿Cuántos volúmenes ingresan anualmente a las bibliotecas comunitarias? ¿Son éstas suficientes en número y cuentan con personal suficiente, calificado, bien remunerado y con los acervos necesarios para apoyar la educación de niños y jóvenes? Por simple lógica aparece una pregunta: ¿por qué es más importante invertir recursos públicos en el “turismo religioso” que en los problemas anteriores?
Sin duda el Obispo de Zacatecas actúa movido por su convicción pastoral, tarea que incluye el acrecentamiento y fortalecimiento de la fe. No obstante, al Pastor le corresponde el deber moral de hacer carne de su verbo, cuando declara que “el alimento de la esperanza, el alimento de la educación, el alimento de la solidaridad”, no se pueden desvincular de una realidad que hace a los pobres la presa predilecta de esas necesidades. (www.elsoldezacatecas.com.mx/municipios/respalda-el-obispo-virgen-monumental-en-guadalupe). Y el cumplimiento de la ley, lo mismo que su violentación tienen, también, repercusiones pedagógicas.
Es evidente que el Ayuntamiento anterior, pero particularmente quien lo presidió, pretendieron lucrar políticamente respaldando o asociándose con los promotores del proyecto de la Virgen monumental. El repudio que recibió en las urnas, fue tan monumental como su proyecto. Ignoro si ese resultado implica alguna carga de rechazos personales. Políticamente, sin embargo, los electores votaron en contra de su desempeño como alcalde, de sus incumplimientos y de lo que representaba su continuidad al frente del Ayuntamiento municipal. Estas razones bastan, y sobran, para que las autoridades eclesiásticas se deslinden del desprestigio en el que se debaten los implicados.
La justicia distributiva impone parámetros de equidad en el reparto de los bienes públicos, lo que no riñe con el Mensaje. Urge tratar de manera desigual a los desiguales en favor de una sociedad incluyente, comprometida con la esperanza a la que alude el Obispo de Zacatecas, la misma a la que se refiere Leonardo Boff citando un verso de Thiago de Melo, a fin de que podamos decir, “está oscuro, pero canto”. Requerimos de una sociedad que recuerde, sobre todo, “que el hambre no es relativa” y que tenga presente que esta se revela de muchas formas, una de las cuales es el hambre y sed de justicia.
José Enciso Contreras señaló, en entrevista publicada por La Jornada Zacatecas el lunes anterior, que el nuevo alcalde guadalupense invocó la falta de recursos para continuar con el monumental proyecto. Se equivoca el edil municipal: aunque hubiera recursos en abundancia, el Estado laico es una institución que confirma la separación –que no la exclusión ni el desdén– entre el Estado y las Iglesias. Esta disociación corresponde, también, al interés de la propia Iglesia, pues así no debe cargar con las culpas de quienes administran “el reino de la tierra”.

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