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jueves, 28 marzo, 2024
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En contra del olvido: 2 de octubre, a 50 años

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Por: JOSÉ EDUARDO JACOBO BERNAL •

La Gualdra 355 / a 50 Años del 2 de Octubre del 68

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“Tlatelolco es la escisión entre los dos Méxicos”.

Luis González de Alba, delegado de la Facultad de

Filosofía y Letras de la UNAM ante el CNH

La historia es la lucha de la humanidad en contra del olvido, es el rescate de la memoria selectiva, no para alimentar la nostalgia, sino para hacer presente el pasado y reconocer en el otro lo que aún vive de ello en nosotros.

            El 2 de octubre de 1968 es un acontecimiento que ha ganado “potencia histórica” a través del tiempo, pues el silencio de los medios, la falta de acceso a los archivos, y la propia cicatriz de la represión del Estado impidieron que el movimiento tuviera un impacto inmediato en la sociedad; las elecciones presidenciales siguientes al ’68, en las que el presunto culpable era el candidato, resultaron en un triunfo indiscutible del sistema sin mayor problema; más aún, la elección de 1976 fue particularmente a modo para el partido en el poder, pues ni siquiera hubo competencia. Sin embargo, hoy a 50 años, casi todos estaremos de acuerdo que lo ocurrido en la Plaza de las Tres Culturas ese verano marcó un antes y un después en la vida política del país, y aunque fue acallado en su momento, hoy la memoria sigue más viva que nunca.

            El ’68 más que el fin de un movimiento significa el punto de partida de una lucha constante por parte de la juventud universitaria por ocupar un papel protagónico en la sociedad; lo que inició con un pliego petitorio muy específico, en el que se pedía la eliminación del cuerpo de granaderos -quienes encarnaban la postura gubernamental, cerrada al diálogo y con la fuerza como único argumento- derivó en una exigencia de libertad y democracia a la que el Estado mexicano no pudo dar respuesta.

             Para intentar comprender esta disputa irreconciliable es necesario ver más allá de lo ocurrido entre el 22 de julio y el 2 de octubre de 1968 en la Ciudad de México, hay que contemplar el amplio horizonte mundial y la Guerra Fría que exacerbó la paranoia del Estado mexicano, el cual, con la presión internacional y la vigilancia mediática que implicaban las Olimpiadas, no encontró otra forma de terminar con el conflicto, más que a través de la represión. Es necesario entonces conocer más acerca de ese explosivo ’68 en otras latitudes para comprender mejor lo ocurrido en nuestro país, pues Alemania, París, Praga y México tienen en común esa coyuntura político-cultural que buscaba transformar el status quo; la ascensión de la clase media generada a partir del Estado de bienestar post-guerra dio pie a un reacomodo social que desencadenó una serie de reajustes en el plano del imaginario político.

En este sentido el ’68 es un esfuerzo juvenil por desmarcarse de las tendencias culturales de la generación de la posguerra, un rechazo frontal al mundo capitalista, al consumismo y al conformismo social, la época de la reconstrucción del mundo había hecho que los jóvenes de las décadas de 1940 y 1950 aspiraran únicamente a la paz y a la estabilidad, pero sus hijos, sin haber vivido la crisis bélica, pugnaban por una sociedad dinámica, la paz y el orden ya no eran las aspiraciones de la nueva generación, sino que necesitaban dejar su huella en el mundo. Era una generación que tenía asegurado el futuro, las expectativas de empleo eran buenas y la economía iba en ascenso, era tiempo entonces de luchar por lo imposible, era el tiempo de las utopías.

De esta forma es que el ’68 significó una crisis de civilización mundial, un reacomodo de fuerzas en el que la juventud luchó por obtener un papel protagónico en la sociedad, pues había adquirido conciencia de su potencial papel como actor colectivo en el plano político, social, cultural y hasta económico.

            El movimiento estudiantil mexicano es suma y respuesta de lo que pasaba en el mundo, pero adquiere tintes particulares de acuerdo a su contexto específico, lo ocurrido en la Ciudad de México es diferente de París pues aquí no hay exigencias en contra del sistema educativo, aquí la lucha es en contra del Estado, en contra del Partido y en contra del Presidente, quienes a su vez, representaban para los jóvenes exactamente la misma cosa. La lucha inició con seis puntos fundamentales, pero soñaba con ir más allá, soñaba, como soñaron en Francia, con cambiar al mundo, con concientizar al pueblo, con hacer labor social entre los campesinos y obreros; las demandas no eran por mejoras económicas, ni por cambios en la educación, la lucha era en el plano simbólico-político, se exigía democracia, libertad y diálogo público, justo lo opuesto a lo que era el régimen.

            Pero ¿por qué el ’68 no se olvida? ¿Por qué sigue tan vigente? El escenario mexicano ha cambiado, pero hay demandas que aún no se resuelven, hoy vivimos en un país en el que la violencia está presente en todos los ámbitos, la desaparición de estudiantes no es un episodio lejano, es una realidad presente, lo sucedido en Ayotzinapa hace apenas cuatro años, puso de manifiesto que la insurgencia estudiantil sigue vigente y el hecho de que los 43 estudiantes se dirigieran a la marcha del 2 de octubre en la Ciudad de México dotó de mayor impacto simbólico a su desaparición, demostrando que la lucha iniciada hace 50 años aún tiene saldos pendientes y que la juventud universitaria no está dispuesta a olvidar.

            La propia consigna que se grita cada 2 de octubre hace alusión a la memoria, a no perder de vista la importancia de lo ocurrido el verano de 1968, su repetición constante ha marcado la fecha en el imaginario nacional, ha impedido que “se olvide”; pero además alude a una memoria militante, en la que el olvido es sinónimo de derrota y el recuerdo implica seguir luchando. Si bien esta consigna, evidentemente, fue posterior a lo ocurrido, nos da cuenta del potencial de transmisión histórica que hay en una sola frase, pues las consignas son relatos breves donde se condensan deseos, miedos, odios, esperanzas, proyectos e identidades; son herramientas de memoria fundamentales para impedir que se repita la historia. Por eso a 50 años seguimos elevando la voz y gritando: “¡2 de octubre, no se olvida… es de lucha combativa!”.

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