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jueves, 28 marzo, 2024
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No el amor sino el espanto…

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Por: Mauricio Flores •

La Gualdra 354 / Libros / Op. Cit.

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El vértigo horizontal

“Voy a México”, dice alguien que está en México. Todo mundo entiende que se dirige a la capital, que en su voracidad aspira a confundirse con el país entero.

Juan Villoro

“Lloramos cuando el miedo se retuerce”, escucho a lo lejos la voz de Luz Casal. “Cuando ya no quedan ganas… cuando ya no puedes más”.

Y tras de dos o tres estribillos más, un “reímos cuando ya somos más fuertes… cuando somos más valientes que las ganas de escapar”.

Armonías que habrán de esperar, pues llega El vértigo horizontal. Una ciudad llamada México, de Juan Villoro (Ciudad de México, 1956) y con él la espiral de las memorias personal y colectiva. Líneas que se retuercen en los aires del tiempo y el recuerdo de los habitantes de una ciudad, “intrincada y apasionante”, y que al extenderse cobran vida nuevamente.

Todavía recuerdo bien los espantos provocados por la llamada influenza, primeros meses del 2009, cuando hasta se nos prohibió besarnos en la boca. Otra crisis más. Peculiar crisis, “muy distinta a la experimentada con los sismos de 1985”, escribe Villoro, pues “en este caso, la amenaza éramos nosotros”.

Los días del virus AH1N1 (extraño nombre que “la maestra” nomás no pudo deletrear).

“Una realidad que, en efecto, se parecía demasiado a nuestras fantasías”.

Y cómo olvidar lo vivido el (a partir de) 19 de septiembre de 2017, cuando nuestra ciudad volvió a cimbrarse. Evocación que Villoro ubica como el colofón de El vértigo horizontal…, “retrato del monstruo” de una metrópoli que bien puede identificarse como una “enciclopedia inagotable”.

Dice Villoro:

“El 19 de septiembre de 2017 la Ciudad de México volvió a cimbrarse con un sismo. Treinta y dos años después del terremoto de 1985 cumplimos otra cita con la incertidumbre. De nuevo nos volcamos a las tareas de rescate, de acopio de víveres, recaudación de fondos y de nuevo la sociedad civil fue más eficaz que las iniciativas oficiales.

“Esta vez el gobierno no fue omiso, como ocurrió en tiempos de Miguel de la Madrid, pero en modo alguno fue el líder de la resistencia. En sentido estricto, mostramos las virtudes del anarquismo, concepto que por distorsión ideológica se asocia con el caos cuando en realidad implica un orden sin autoridad”.

Hacerse cargo

Prologado por Néstor García Canclini, El vértigo horizontal… es un libro de textos misceláneos en los que el autor no abandona en ningún momento su pertenencia a la urbe. La que camina por sus calles. En la que descubre verdaderos personajes. Donde ubica centenarios o nuevos sitios. Una ciudad que va del merenguero a Paquita la del Barrio y de Iztapalapa al Templo Mayor.

Empeño grande, como la ciudad, que García Canclini destaca:

“Hay algo de reto al fracaso en tratar de escribir un libro sobre «una ciudad que se vive de millones de modos diferentes». Villoro lo intenta haciéndose cargo de distintas generaciones de una misma familia, sin desentenderse de las peripecias de la suya. En este palimpsesto de memorias, de casas abandonadas y otras que se habitan como si lo estuvieran, de infinitos variadísimos traspatios, azoteas intermedias, zotehuelas, cafés y los poemas que los evocan, de gasolineras vecinas a mausoleos de héroes, templos de las causas perdidas y sencillas intemperies, casi resulta escandaloso, dice el autor, que tantas ciudades «lleven el mismo nombre»”.

De Buenos Aires, Borges escribió:

“No nos une el amor sino el espanto; / será por eso que la quiero tanto”, y que Villoro utiliza como epígrafe para El vértigo horizontal

Amores de los buenos. Los dos. Comprobará todo lector y, por supuesto, “el que es de aquí. / El que acaba de llegar y ya es de aquí. / El que dice «ciudad» por decir tú y yo / y Pedro y Marta y Francisco y Guadalupe. / El que lleva dos días sin luz ni agua. / El que todavía respira. / El que levantó un puño para pedir silencio. / Los que le hicieron caso. / Los que levantaron el puño. / Los que levantaron el puño para escuchar si alguien vivía. / Los que levantaron el puño para escuchar si alguien vivía y oyeron el murmullo. / Los que no dejan de escuchar”.

Abierto y subrayado El vértigo horizontal…, la Casal canta: “veremos si después valió la pena sacar todo eso que duele”, para terminar:

“Y volver a comenzar, volver a comenzar… Y si gana la derrota habrá que volver a empezar… Apostar aún más alto y comenzar a pelear… Sé que el vértigo se irá pero sólo si te atreves a saltar… Saltar una vez más”.

***

Juan Villoro, El vértigo horizontal. Una ciudad llamada México, Prólogo Néstor García Canclini, Colegio Nacional/Almadía, México, 2018, 410 pp.

* @mauflos

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