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viernes, 19 abril, 2024
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Tiempo Compartido: problemas en el paraíso

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Por: ADOLFO NÚÑEZ J. •

La Gualdra 353 / Cine 

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Al comenzar la cinta conocemos a Pedro (Luis Gerardo Méndez), quién acompañado de su esposa Eva (Cassandra Ciangherotti) y su hijo arriban al resort Everfields, un complejo turístico de gran categoría en Acapulco. Poco después de llevar a cabo su registro en dicho lugar, Pedro descubre para su sorpresa y enorme molestia que otra familia ha hecho una reservación en la misma villa. Sin una aparente resolución por parte de la compañía hotelera, Pedro termina orillado a compartir su espacio vacacional con un grupo de completos desconocidos, encabezados por Abel (Andrés Almeida). De modo paralelo, conocemos la historia de Andrés (Miguel Rodarte), un hombre que siempre se muestra ausente y que trabaja como conserje del hotel, mientras su esposa Gloria (Montserrat Marañón) es adoctrinada para ser una agente de ventas bajo un nuevo modelo implementado por los dueños del lugar.  

Uno de los aspectos más llamativos de Tiempo Compartido –el segundo largometraje de Sebastián Hoffman- es una paleta de colores vivos y contrastantes en neón, que evidencian el delirante subtexto de la cinta, una oscuro análisis sobre la cultura corporativa y el artificio que se encuentra en el ambiente de la industria vacacional.  

El guion de la cinta –escrito por el mismo director junto a Julio Chavezmontes- funciona en términos psicológicos que reconocen las características de un periodo vacacional, y por otra parte, de la incomodidad de compartir tiempo y espacio con otro, un externo o desconocido. Hofmann opera con maestría para generar un estado de ánimo repleto de malestar y angustia, totalmente opuesto a la experiencia llena de gozo y optimismo que se les promete a los invitados, y cuyos matices agridulces evocan al mejor humor negro de los hermanos Coen.  

El cineasta arma un montaje repleto de colores, donde los encuadres crean atmósferas pesadillescas y surreales en paisajes paradójicos a su propio significado, en albercas con bañistas, atardeceres rosados y restaurantes con iluminación clara. Lugares destinados a la comodidad que bajo su lente se transforman en una pesadilla contradictoria, donde sus protagonistas están condenados a ser felices. Al irse paseando por diversos géneros, Hoffman crea con suma efectividad un sentimiento confuso y de represión, donde el humor inofensivo se vierte en una sátira ágil y crítica para los dueños de los hoteles que lucran cínicamente con los deseos de sus invitados, y que les prometen el cielo en la tierra. 

Uno de los enormes atractivos de la cinta recae en la transformación casi camaleónica de sus protagonistas, donde vemos a un Miguel Rodarte irreconocible y a un Luis Gerardo Méndez, que alejado del humor de pastelazo de su Javi Noble evita zonas de confort y otorga una de las mejores actuaciones de su carrera. 

Fiel a la compulsión de su propuesta, Hofmann señala que el infierno, el paraíso y la búsqueda de la felicidad son concepto relativos: las vacaciones soñadas por una persona pueden ser el peor de los infiernos para otra. 

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