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jueves, 25 abril, 2024
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La fugacidad y la permanencia: Jorge Ortega

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Por: Armando Salgado •

La Gualdra 352 / Entrevistas / Poesía

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Jorge Ortega (Mexicali, Baja California, 1972), es una de las voces más sofisticadas de la poesía mexicana contemporánea, incursionando en la investigación, la docencia y la creación literaria, un poeta con una preparación integral, conocer de contextos y contenidos, reflejando una poesía sólida, perspicaz y profunda que refleja un dominio creativo de gran carácter. Su conexión con la frontera norte permite que su visión de mundo escudriñe poéticamente linderos que mezclan la filosofía con la cotidianidad simbólica. Poemas, reseñas y artículos suyos han aparecido en variados medios literarios y culturales de Hispanoamérica, tales como Crítica, Ínsula, Letras Libres, Nexos, Quimera y Revista de Occidente, así como en otros del mundo anglosajón: Bulletin of Hispanic Studies, The Black Herald, The Bitter Oleander, World Literature Today, Poetry International e International Poetry Review. Además del inglés, su trabajo poético ha sido traducido al chino, francés, alemán y portugués. Ha participado en festivales, conferencias y congresos de literatura en diferentes ciudades de América, Europa y Asia. Desde 2008 pertenece a la Asociación Internacional de Hispanistas y a la Asociación de Española de Estudios Literarios Hispanoamericanos. En 2010 mereció el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines.

Armando Salgado: La frontera es un lugar que sin duda propicia experiencias distintas a partir de la migración constante y el flujo masivo de ideas. Como escritor, ¿cuál ha sido la influencia de esta condición sociogeográfica en ti?, ¿qué representa para ti ser un escritor bajacaliforniano?, ¿qué particularidades observas en la poesía escrita por poetas que comparten estos espacios geográficos contigo?

Jorge Ortega: Biculturalidad y periferia, lo que nos ha llevado, incluyéndome, a generar una literatura tendiente a la hibridación de lenguajes y la saturación de registros, lo cual ha cristalizado, en los casos más competentes, en proyectos simpatizantes con la experimentalidad, por un lado, y, por el otro, con la tradición culterana; en suma, dos aleros marginales de la estandarización del idioma lírico hispano. Entre estos dos polos se mueven a mi parecer las poéticas y narrativas de la cornisa de México que, por cierto, no únicamente involucran a Baja California sino al resto de las entidades fronterizas, aunque sus principales núcleos urbanos se localicen tierra adentro. Pienso entonces tanto en Tijuana, Mexicali y Hermosillo como en Ciudad Juárez, Monterrey y Saltillo, el corredor septentrional que está concibiendo actualmente una poesía de alta solvencia, como pueden constatarlo autores, lectores y académicos. Estirando un poco la liga, por razones de vecindad geográfica, pudiera ampliar el radio de este auge a los estados de Sinaloa, Durango y Zacatecas, abusando de la vieja convención de suponer que el norte comienza en la ciudad del cerro de La Bufa. En el fondo, creo que el paradigma de la frontera va más allá de una regionalidad específica o exclusiva y envuelve irónicamente, a la par, a la frontera sur de México. Son los extremos del país que coinciden en inquietudes y búsquedas en torno al fenómeno migratorio, como la serpiente que se muerde la cola.

AS: En el poema Filmina VI, de tu libro Devoción por la piedra, el cual obtuvo el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2010, expresas que: “El recuerdo arroja su escalera de esparto a través de las épocas que se permutan como los hemisferios de un solo cerebro”. ¿Consideras que la literatura es un solo trayecto con muchos caminos, pero que tarde o temprano, nos reúne a todos alrededor de la misma hoguera para compartir nuestros miedos, creencias y horizontes? ¿Por qué escribes poesía?

JO: La poesía es el común denominador de todas las artes. Tanto la música como la arquitectura, atravesando por la pintura, el cine, la danza o la escultura, aspiran inevitablemente a lo poético o a los estados de sublimación o extrañamiento que suscita la poesía como postura estética y experiencia humana. En este sentido, todas las calzadas de la creación artística conducen a la Roma del poema o contienen de entrada su germen, el de la intencionalidad poética como un ejemplo de plenitud consumada. Ahora bien, la poesía en tanto que destino literario carece de causa lógica, es una marca de nacimiento. Por mera fatalidad, está en uno antes de que cobremos noción del mundo, predisponiendo nuestra receptividad. Como la rosa sin por qué de Angelus Silesius, florece porque florece.

AS: Háblanos un poco de tus libros de poesía publicados, ¿dónde se consiguen, qué puentes hay entre ellos?, ¿qué particularidades tiene tu propuesta poética, y qué panoramas ofrece tu propuesta ensayística?

JO: Mis libros de poesía pueden hallarse en internet. Están publicados en los sellos Hiperión (Estado del tiempo), Bonobos (Guía de forasteros) y Mantis (Devoción por la piedra), entre otras casas editoriales. Desde mis libros iniciales, a principios y mediados de los noventa, una constante que tanto yo como la opinión especializada hemos advertido radica en una problematización del decir poético que ha culminado en un trasminar de la forma y una actitud crítica ante la palabra donde ésta no es sólo un medio de transmisión de contenidos sino también parte consustancial del contenido mismo, o sea, una extensión de las preocupaciones que trata el poema; o, mejor dicho, el poema en sí, que en principio es un acontecimiento del habla y del ritmo de ciertos vocablos que concurren aleatoriamente en él. Igualmente, añadiría que mi poesía es altamente matérica en cuanto a su inclinación por concitar texturas y cristalizar en imágenes sensoriales, respondiendo a un registro casi inmediato de lo circundante. De mis libros más recientes destacaría la presencia del hilo dialéctico de la fugacidad y la permanencia, esa paradoja que amalgama en un camino de subida y otro de bajada, como en Heráclito, la continuidad de la materia y la fragilidad de la condición humana.

AS: ¿Qué historias épicas te motivan?, ¿hay algún hecho personal que sea detonante continuo para no dejar de escribir?

JO: Más que de la grandilocuencia de las epopeyas cotidianas propias o ajenas, escribo a partir de las silenciosas contingencias del individuo, las pequeñas o resonantes fracturas de la intimidad o del interior que desde mi punto de vista constituyen la esencia del sesgo poético. Por lo demás, hace tiempo que el viaje se ha vuelto un detonante de apuntes que llevan después a la condensación de un poema. Así he escrito y publicado ya tres libros, los más nuevos: Devoción por la piedra, Guía de forasteros y uno todavía inédito que viene en camino. Hay en el desplazamiento territorial un componente de riesgo y novedad que reconfigura continuamente mi visión de las cosas.

AS: ¿Cuál fue tu experiencia en el posgrado que realizaste en la Universidad Autónoma de Barcelona?, ¿cómo combinas la docencia con el fomento de la literatura y otras actividades artísticas?, asimismo, ¿qué compromiso o retribución social representa para ti ser parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte en México?

JO: Desde que empecé a escribir poesía, allá en 1988, comencé a reflexionar sobre mis lecturas y el fenómeno poético. Así, poesía y pensamiento han sido para mí, pese a su aparente incompatibilidad, indisociables, tanto que me atrevería a suscribirme a esa genealogía de poetas ensayistas que han integrado la intuición poética y la teorización, aunque en el fondo ambas vocaciones operan necesariamente desde la raíz de los presentimientos, como ocurre con el origen de la tarea del artista y la del científico. A la luz de esta premisa justifico, pues, mi formación doctoral en Filología, mi labor docente, mi curiosidad investigativa y el estimulante quehacer de coordinar talleres de poesía y ofrecer conferencias en distintas comunidades del país como miembro del SNCA.

AS: Estamos conformados de múltiples materiales: ¿para Jorge Ortega qué materiales son esenciales en su vida diaria?, ¿qué cine prefiere?, ¿qué sitios frecuenta?, ¿qué música elije para perder la vista y vagar con la mirada?

JO: Nutro efectivamente mis procesos creativos con la música, el cine y la pintura, sobre todo con los dos últimos. Con la música divago, busco horizontes, mientras que la pintura y el cine me ofrecen hallazgos concretos: gestos, detalles, arabescos, frases que se tornan incentivos para redondear una línea o esbozar un poema en virtud de su provocación. No obstante, debo reconocer que es en la pintura donde he encontrado un eco más sólido y entrañable. Y es que, en sintonía con el poeta Horacio, el trazo, la figuración pictórica o la mancha cromática han mantenido siempre un nexo inextricable con la poesía.

AS: ¿Cuál sería tu once perfecto para organizar tu equipo literario de fútbol?, de igual manera, ¿cuál sería tu quinteto musical ideal, conformado por escritoras?

JO: Respuesta difícil, poco menos que imposible, considerando la amplitud de poetas de distintas épocas y lenguas que admiro y reconozco como faros. Me limitaré a autores del siglo XX y de la actualidad. Empiezo con el octeto, que no quinteto, femenil: Marina Tsvetáieva, Elizabeth Bishop, Olga Orozco, Sophia de Mello Breyner Andresen, Blanca Varela, Marosa di Giorgio, Anne Carson, Coral Bracho. En mi once inicial colocaría, siguiendo la misma temporalidad, a Rainer Maria Rilke, Saint-John Perse, T. S. Eliot, Ramón López Velarde, Fernando Pessoa, Eugenio Montale, Vicente Aleixandre, Edmond Jabés, Derek Walcott, José Lezama Lima, Odiseas Elitis. Antes que nada la poesía… Y en otro once sustituto, aunque no menos crucial que el anterior, ubicaría a William Carlos Williams, Paul Claudel, Carles Riba, João Cabral de Melo Neto, Salvatore Quasimodo, José Gorostiza, René Char, Paul Celan, Yves Bonnefoy, Joseph Brodsky, Seamus Heaney. Otra constelación, en el cuadrante de nuestra lengua, la podrían articular Gonzalo Rojas, Vicente Gerbasi, Eliseo Diego, Jorge Eduardo Eielson, Roberto Juarroz, Eduardo Lizalde, Pablo García Baena, José Ángel Valente, Antonio Gamoneda, Juan Gelman, Claudio Rodríguez, Eugenio Montejo, José Emilio Pacheco, Antonio Colinas, José Watanabe, Elsa Cross, David Huerta, Raúl Zurita, María Negroni, María Auxiliadora Álvarez. Debo añadir, sin embargo, que me atraen a la par otros autores con una concepción más heterogénea de la escritura, sean poetas o no: Marcel Schwob, Francis Ponge, Octavio Paz, Héctor Viel Temperley, Roberto Calasso, Claudio Magris, el Sergio Pitol de El arte de la fuga. En fin, toda lista está condenada de antemano a ser involuntariamente discriminatoria, y, por ende, imprecisa.

Primera llamada

Urge contar lo que sucede
no arriba en el lenguaje
y su costra de espuma

sino abajo, donde
la llama se doblega
o tiembla la raíz.

Urge invertir el cono
y denunciar su fondo,
atraer el clamor de las arenas
que la corriente submarina
ondula.

Respira y sumérgete.
Asciende y recupera lo que has visto
para alivio de quienes esperamos
en el espejo de la superficie.

Mucha tinta ha corrido
y seguimos en ascuas.

Alumbra un poco más tu circunstancia,
acerca la linterna a los abismos
para buscar la llave entre las rocas.

[Devoción por la piedra, 2011]

Zona Franca

La magia y el ensueño liman los barrotes.
Vicente Huidobro

Abres la celda de tus entretelas,
esa jaula. Sale,

allá va
el pájaro,

la húmeda flecha
de las tribulaciones.

Cuál tensión
ahora
que el vacío,

ahora que un respiro
absuelve la materia, libera los contrarios
o dispersa el ágora
y te deja solo
contigo
en el hangar
de un silencio amplio y luminoso.

Tus dentros son ya un nicho depurado
de sombras alargadas y jarrones hipnóticos,
el vano de una arcada
en la que se pasean
los aromas del puerto,
un espacio desnudo que se rinde
al precipicio de las confidencias.

El hierro fue vencido por la brisa
que lustra los pulmones, afina el organismo
y baja a la raíz de las arterias
y sube a rastrillar el pensamiento
difundiendo en la sangre
el don de la intemperie.

[Guía de forasteros, 2014]

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