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sábado, 20 abril, 2024
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El taller, el estudio, el espacio del artista

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Por: JAVIER MANRIQUE •

La Gualdra 351/ Artes plásticas

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Soy Javier Manrique, nací en Tijuana, Baja California, en 1958. Poco recuerdo de mi ciudad natal; las barrancas de la zona donde crecí, el trayecto de mi casa a la escuela (sólo cursé el primer año de primaria allí), un poco del centro y la iglesia. Luego emigramos. Mis padres, Francisca Bustamante y José Manuel Manrique, llevaron a toda la familia a Los Ángeles, California. El cambio fue muy fuerte porque no hablaba inglés, pero como todo era nuevo me orilló a mucha observación. Fui el sexto de ocho hermanos y mis padres tenían siempre que atender muchas necesidades; es lo que pasa cuando hay que manejarse con muchos hijos, los mayores van creciendo y tienen sus asuntos y lo que se espera de uno es que siga los pasos de los demás.

De niño, durante el trayecto de mi casa a la escuela, me convertía en detective, en soldado, en explorador. Si me cortaba la rodilla eso se convertía en una aventura. Vivía mucha fantasía en mi cabeza. En aquel momento no tenía ninguna inclinación artística, aunque siempre me gustó estar contemplando. Eso de ser de los más chicos también te da oportunidad de estar solo. En parte, mi ventana al mundo exterior era la televisión. No fue sino hasta High School, cuando nos llevaban de excursión a los museos, que tuve los primeros contactos con el arte formal, si bien tampoco pensé entonces que eso era lo que iba a seguir.

Cuando me pude mudar de Los Ángeles, para vivir solo al norte de California, abrí las puertas a experimentar y me llamó la atención la expresión artística. Tomé cursos de todo, desde teatro, fotografía, pintura… trabajé en un teatro como tramoya y en un cine como proyeccionista. Empecé a tener conciencia de mis inclinaciones y de mis influencias. También empecé a tener conciencia de mis raíces.

En una visita a mis padres, un amigo de la familia me platicó de la ENPG La Esmeralda y me pareció el momento adecuado para volver a México. Estudié allí de 1982 a 1987, y me quedé en la Ciudad de México hasta 1995. Luego me vine a San Francisco y me gradué en el Art Institute.

Con los compañeros que tuve en La Esmeralda formábamos un grupo muy activo y esa conexión, esa empatía, permaneció cuando volví a California. Gracias a esos contactos he podido regresar regularmente a talleres y exposiciones en distintos lugares. Me motiva mucho la efervescencia cultural de México.

Ahora vivo y trabajo en un loft en una cooperativa establecida en un viejo edificio industrial. Allí lo que más hago es pintar, lo cual implica manejo de sustancias tóxicas, olores, vapores dañinos a veces. Me acomodo para trabajar en cualquier lugar, es cosa de establecer la logística para cada cosa. Cuando no hay paredes, hay que tener claro la delimitación de las zonas en donde vas a tener cada actividad: hay que considerar la luz, la ventilación, etc. Saber que luego vas a cocinar, dormir y eso.

En general cuando voy a México trabajo gráfica. Busco o creo invitaciones a talleres como el Archivo Gráfico en Ciudad de México, el Museograbado en Zacatecas o El Obraje en Aguascalientes, donde realizo sesiones de una semana, y me adapto a las condiciones y horarios de cada lugar. Me gusta. El hecho de trabajar con distintas personas enriquece los resultados.

Los proyectos son constantes. La producción de los últimos meses me motiva bastante, han estado resultando cosas que me satisfacen. El 27 de agosto pasado, se presentó en en Flavia Galería, de Xalapa, Ficciografías, un catálogo de mi obra en papel.

Lo más actual es mi participación regular en un grupo, Red Umbrellas, que hace expo-ventas de arte en espacios públicos de San Francisco; la preparación de una exposición con otros dos artistas en la galería Gray Loft Gallery de Oakland, y la producción de una litografía en La Ceiba Gráfica.

Javier Manrique

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