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miércoles, 17 abril, 2024
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El Santo Oficio Cinco

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Por: ALBERTO HUERTA* •

La Gualdra 351 / Río de palabras

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Esta noche en la noche más noche de

mis noches

Fernando Nieto Cadena

El sofoco. El bochorno. Un día muy caluroso de mayo. Nublado. Gris. Lunes. La tercera semana de mayo.

Primera pregunta del día: ¿por qué la mayoría de las galletas saladas tiene siete orificios? ¿Número cabalístico?

Segunda pregunta: ¿por qué hay tanto enmascarado en México? Santo, el Enmascarado de Plata. Obvio. Blue Demon. Posteriormente, Súper Barrio. ¡Uuuuugh!, el Siete Machos, el Águila Negra; el fabuloso, fantástico Látigo Negro, el Zorro enmascarado,

Tercera pregunta: ¿por qué todos los enmascarados usan capas? ¿Van a volar? ¿Están atiriciados? Cuarta pregunta: ¿Sabes leer el cielo? Las estrellas. La Vía Láctea. Sin el rollo inverosímil de la mitología. Sigue el calor, el bochorno…

Quinta pregunta: ¿quién paga la cuenta del gas del infierno? ¿El diablo? No lo creo. Porque ha de ser un cuentón bárbaro. ¿Dios Padre? ¿El Espiritu Santo? ¿Dios es el pagano? No, no, no, delirios religiosos no. Ya estamos grandecitos. Entonces… ¿quién diablos paga tan abultada cuenta? O el infierno no están caliente, bueno, vamos, ni tan siquiera tibiecito, como argumentan furiosamente los curas y las abuelas beatas. Juana la Loca tiene una troca y no la maneja porque está loca. O lo que es lo mismo: el señor don diablo no llega a barbero porque tiene salón de belleza. El cielo truena… amenaza en caerse en cachitos. Empieza a llover con timidez. Sobre el mosaico rojo del patio se dibujan como garabatos los relámpagos. Mansa, la lluvia sigue cayendo.

El hombre se sumerge en medio de relámpagos y truenos en el bochorno de la noche. En la oscuridad él recuerda y dice: ¡Araña, vieja bruja! Y vuelve a escuchar la voz rasposa, rota. ¡Ponte sálica porque lo tengo muy reseco! Y se abre y él puede ver, oler, aquella araña negra, palpitante, y la penetra. Junto a ellos un niño de brazos duerme. Tal vez sueña. Y él, el hombre, besa los labios rojos, que saben a ron, que saben a cerveza, a tabaco negro, y la escucha gemir, y se lleva a sus labios un pezón, que sabor dulce, a leche. Y siente en el costado cómo la abrazan las piernas delgadas, prietas. Sus talones empujan. Y él sólo dice: ¡Araña, vieja bruja! Esta noche es de cachucha porque desde que llegaste me dio el antojo, dice ella.

Ha escampado. La lluvia, mansa, apenas si mojó el piso. Es casi la una y media de la mañana. Me dispongo a dormir. A dejar en su lugar los recuerdos. Las preguntas necias. A preguntas necias… oídos sordos. ¡Ufaaaa!

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