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viernes, 29 marzo, 2024
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Vagaluz, de Carmen Nozal, la potencia creadora

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Por: ROXANA ELVRIDGE-THOMAS •

La Gualdra 349 / Poesía / Libros

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Oscuridad, sombras, un vuelco al corazón del azabache, los matices completos del negro y sus velos de tiniebla, que hacen pensar en la noche, el mar profundo, el silencio, la soledad. Y al centro de ellos el fulgor del fuego, las luces de la hoguera, “los fulgores de la sangre” que hacen crepitar las letras y las almas, que crean atmósferas complejas, intensas, donde la voz poética transita en toda su plenitud.

Estamos entrando en Vagaluz, hermoso libro de Carmen Nozal, ahora reeditado por Proyecto Literal, en su Colección Instante Fecundo, coordinado maravillosamente por Jocelyn Pantoja. Y digo hermoso en toda la extensión de la palabra: en la edición, muy bien cuidada, en la bellísima portada, en el extraordinario prólogo de Lolita Castro, que es de una sensibilidad y de una sabiduría admirables, y por los poemas -¡los poemas!- que lo conforman: todo un gozo para quien los lea.

Es de destacar lo potente del libro, la contundencia de su poesía, siendo uno de los primeros trabajos poéticos de su autora, con el cual obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven “Elías Nandino” en 1992 y que se publicó por primera vez en 1994. Este poemario, aun siendo un trabajo de juventud, demuestra ya la calidad y el dominio del oficio que tenía Carmen desde ese momento y que no ha perdido, sino que ha acrecentado con los años. Baste como prueba a esta afirmación su extraordinaria plaquette República, recientemente publicada por Parentalia.

Pero regresando a Vagaluz, cabe resaltar el dominio rítmico que demuestra Carmen en este poemario, donde las melodías se funden con las imágenes para llevarnos a experimentar, a vivir, los hechos extraordinarios, las vivencias intensas que presenta en sus poemas, porque el ritmo tiene esa facultad, llevar al escucha, y en este caso al lector, o lector-escucha, a un espacio fuera del tiempo, donde todo se está construyendo por virtud del ritmo. Ya lo decía Octavio Paz:

 

Aun reducido a un esquema, el ritmo es algo más que medida, algo más que tiempo dividido en porciones. La sucesión de golpes y pausas revela una cierta intencionalidad, algo así como una dirección. El ritmo provoca una expectación, suscita un anhelar. Si se interrumpe, sentimos un choque. Algo se ha roto. Si continúa, esperamos algo que no acertamos a nombrar. El ritmo engendra en nosotros una disposición de ánimo que sólo podrá calmarse cuando sobrevenga “algo”. Nos coloca en actitud de espera. Sentimos que el ritmo es un ir hacia algo, aunque no sepamos qué pueda ser ese algo. Todo ritmo es sentido de algo. Así pues, el ritmo no es exclusivamente una medida vacía de contenido sino una dirección, un sentido. El ritmo no es medida, sino tiempo original.

 

Los poemas de Carmen Nozal nos llevan hacia ese sentido, nos encaminan hacia ese “algo” que sobrevendrá, que será el develamiento de la palabra poética, el deslumbramiento de la imagen, el arrobo ante la verdadera poesía.

Sólo un ejemplo de ese dejarse llevar por el ritmo que desemboca en verdadera palabra poética, es “Desencuentro”:

 

Animal indomable, la memoria

se revuelca en pantanos de coral,

erosiona mis sienes y penetra

como sombra del fuego en mi locura.

¿Por qué te llamas Sed, si eres agua?

¿Por qué yo la prisión de un bosque seco?

Si mi cuerpo es costa irremediable,

el tuyo se desborda;

fluye por ríos oscuros y no se estrella.

Tu cuerpo es la pregunta de mi ausencia.

 

Y ya hablaba hace un momento del deslumbramiento de la imagen. En Vagaluz encontramos una altísima calidad en las imágenes poéticas. La imagen hace latir al poema, le da aliento, lo levanta del piso para hacerlo andar, le confiere aliento y vida propia. Eso mismo hace Carmen Nozal en este pequeño precioso libro con sus imágenes poéticas. Confiere vida a aquello que nombra, nos sobrecoge con su torbellino, nos levanta en andas y nos lleva a galope por los territorios que crea con palabras y sentidos. Sus imágenes, sus metáforas, tienen una fuerza colosal:

 

ESPEJO

Se buscan

Pelean en distintas soledades

Arañan la distancia

Desangran brazos

Piden la misma luz para sus sexos

Nadie los oye

Son un sudor sellado en el silencio

Mas no lo saben.

 

Encontramos, también, esa lucha frenética de sentidos que se halla en el oxímoron y es tan difícil de tratar bien en un poema contemporáneo y sin embargo en los poemas de Carmen esta figura retórica encuentra un cauce fecundo:

 

Sólo me dejaste

una melodía de silencios

escurriendo por la noche.

 

Por otra parte, los juegos de sentidos toman preponderancia a partir de anáforas originales que llevan al lector por una parte a una actitud lúdica y por otra a la reflexión, la experimentación de la soledad, el silencio, el vacío, curiosamente, a partir del sonido:

 

RECORRIDO

Nada en mi voz como en el río

Nada en el especio en que me muevo

Nada en mi cuerpo de sidra

Nada en los labios que me cercan

Nada en el vaso del vacío

Nada en sí cuando me agota.

 

Y los sentidos que avasallan: el desencuentro, la melancolía, los surcos que el olvido labra en la memoria, el “silencio que transcurre por la piel”, la caída, el ahogo, el renacer. Todo esto lo abraza y lo abrasa el poemario de Carmen Nozal, arrojándonos a experiencias insondables donde la guía es la excelente poesía.

Dejémonos arrancar de nosotros mismos y subyugar por la potente escritura de Carmen Nozal, quien demuestra desde sus inicios, es una enorme poeta.

 

 

***

Nozal, Carmen, Vagaluz, Colección Instante Fecundo, Proyecto Literal México,

2018, 58 pp.

 

 

 

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