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jueves, 28 marzo, 2024
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El cine en casa

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Por: CARLOS FLORES* •

La Gualdra 349 / Cine

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En los años ochenta salió a la luz una película italiana que anunciaba el desmoronamiento de la forma de vida de las generaciones nacidas entre los años cuarenta, cincuenta y sesenta, al mostrar cómo ese espacio en donde se solían vivir los sueños más fantásticos, los romances más profundos y las aventuras más insólitas, ese espacio que era compartido por la comunidad y que a lo largo de los minutos que duraba la proyección de la cinta de celuloide, apaciguaba las envidias, los rencores y la soledad; ese espacio que encontraba su lugar en la sociedad al margen de ciertas instituciones como la Iglesia (que en su injerencia, todavía fuerte, se encargaba de cortar los cuadros de los desnudos o la violencia de la cinta con el pretexto de proteger la conciencia del individuo), el estado y la escuela, por lo que permitía al espectador ser libre en su conciencia o poder tocar la pierna de la pareja o pasar el brazo por su cuello y espalda; un espacio que terminó convirtiéndose en un lugar más del dominio del marketing, donde parece más importante la venta del refresco o de las palomitas que la proyección de la cinta.

Fue una década dolorosa para muchos. En mi caso: se acababan los ciclos de cine policiaco, de ficción y de terror en el Cine Rex, o los matinés de la Sala 2000 de donde salíamos echando karatazos y espadazos luego de ver a Bruce Lee, Bud Spencer y Terence Hill; se acababa ese espacio donde uno podía ir con la familia o la novia para evadir la parca actividad de una ciudad como Zacatecas; nos despedíamos de los Cinemas Zacatecas, que siempre daban una opción en caso de que una de las proyecciones de sus dos salas no fuera muy atractiva. Se iba al cine para sorprenderse, pues veíamos el cartel y el nombre, más no sabíamos exactamente de qué iba la película.

Para otros no fue tan dolorosa, pues a la par de la desaparición de ese espacio público, surgían esos cartuchos de cinta magnética que permitían llevar el cine de la pantalla a la casa, lo que de alguna forma nos permitió revalorar el cine anterior a nuestra propia generación, además de poder disfrutar el cine que nos era contemporáneo al lado de la familia. En mi caso: la relación con mi padre se fortaleció, pues finalmente encontrábamos algo en común que hacer y las cosas en casa se hicieron menos tensas.

Por eso hoy, me pregunto si es tiempo de comenzar a proyectar películas de antaño a mis hijas, pues casi todo lo que vemos en familia es cine contemporáneo, y así poder revalorar el cine y permitir el acceso a historias tan geniales como Casa Blanca, La danza de los vampiros, El séptimo sello, La ventana siniestra, El ansia, El nombre de la Rosa, La notte, Mama Roma, Ettore scola, 8 1/2 y, por supuesto, la película con la que comencé este ensayo: Cinema Paradiso.

En los noventa el cine como lugar a donde ir casi desaparece y hoy parece haber recuperado algo de fuerza, sin embargo, la calidad de los filmes deja mucho que desear, pareciera que el guion cinematográfico ha entrado en crisis y busca en el comic aquello que ha perdido desde hace tiempo, por suerte queda el cine en casa, y uno puede recurrir a aquellas películas inolvidables para valorar las producciones artísticas de antaño.

 

 

 

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