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viernes, 19 abril, 2024
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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO FLORES •

Primero una larga cita: “Algunas similitudes entre los funcionarios “neoliberales” del gobierno de Salinas y los “neokeynesianos” del sexenio de López Portillo son significativas”. La diferencia principal estriba en el objeto de su idolatría. Para los primeros, el mercado sería capaz de distribuir los recursos de manera tal que se incrementaría la capacidad de la economía para pagar su deuda, mientras existiera un libre movimiento de capitales. Para los “neokeynesianos” el Estado podría desempeñar ese papel y la inversión del sector público era la manera de asegurar la capacidad para incrementar la producción” (C. E. Mayer-Serra “Tres trampas: sobre los orígenes de la crisis económica mexicana de 1994” Desarrollo Económico 36 (144) 1997 pp. 953-970). La más grande similitud, lo enfatiza Mayer-Serra, fue su compromiso con no devaluar; pero quizá no por las razones estilizadas de la teoría económica sino porque “un presidente que devalúa se devalúa” es decir: el imperativo de mantener el control político a pesar de contradecir las doctrinas económicas que suscribían. Se nota la imbricación entre el manejo de la economía y la política, lo que vuelve el problema muy complicado para cualquier gobernante porque su misión será manipular variables en un sistema proclive a salirse de control para lograr, a la vez, objetivos políticos y económicos; como sucedió en las crisis de 1976, 1982, 1994, 2008 con diferentes resultados. Pero también es claro que sin una teoría predictiva que integre los aspectos económicos y políticos cualquier gobernante se moverá en terra incognita, con amplia probabilidad de cometer errores costosos. Otra cita: “No deja de resultar paradójico que el sistema político mexicano, apoyado en la alianza con las organizaciones sindicales pueda llevar a cabo una represión salarial de la que es incapaz el régimen militar brasileño” (J. Ros “La crisis económica: un análisis general” en “México ante la crisis” vol. 1, Siglo XXI (1985) México, pp. 151). El resultado neto de las “alianzas” entre los sindicatos y el Estado es la imposición de la política de contención salarial de la burocracia, sin que hasta el día de hoy haya logrado eliminarse. Por supuesto que “alianza” es un eufemismo: si se logró implementar, como parte de los sucesivos programas de estabilización, la reducción de salarios de un amplio sector de la población fue porque los sindicatos estaban, y están, subordinados a la decisión del Estado. Importa notar lo que se menciona en la cita: ni siquiera la continuidad de la dictadura militar brasileña, en la figura del General de Oliveira Figuereido que sufría bajo la “estaflación”, pudo contener los salarios. He aquí una bondad política del viejo nacionalismo revolucionario del PRI y de la particular historia de México. Con lo anterior queremos ilustrar algo: el programa económico del “neoliberalismo” no se impuso de manera ortodoxa ennuestro país porque la interacción entre la economía y la política es un problema que ningún gobierno puede soslayar ni resolver, así que cualquier doctrina acerca de los problemas económicos de un país está condicionada por el pasado y producirá resultados inciertos. Parece claro que el contubernio entre las centrales sindicales y el Estado fue parte integral del desenvolvimiento del neoliberalismo entre nosotros, pero esa “alianza” es parte de la unidad nacional que construyó el PRI a través de sectores, por lo que fue un acuerdo relativamente sencillo implantar una política contraria a las vindicaciones sindicales en “bien de la patria”. No dejaremos de enfatizar que en la UAZ los sindicatos mantienen una “alianza” similar con las autoridades universitarias “en bien de la fuente de empleo” como solía decir Arturo Burnes cuando fungía de secretario general del SPAUAZ. Destaquemos dos aspectos de la exposición previa: i.- la ausencia de una teoría integral de la política y la economía ii.- el conjunto de condiciones históricas que permiten la utilización de un programa económico parcial de resultados dudosos que se vuelven verosímiles “por el bien de la nación”. Dada la inexistencia de la teoría mencionada no hay grupos capaces de dirigir la sociedad como imaginan en sus planes y bajo condiciones históricas específicas los errores resultantes pueden amplificarse o disminuirse, por lo que es una confusión presentar los resultados de las políticas neoliberales como producto intencional, cuando lo más seguro es que sean contingentes como contingente es la historia humana. De aquí se sigue una inquietante conclusión: no es una cuestión del modelo económico, no es relevante la dicotomía entre economía dirigida por el Estado o por el mercado, no es un debate a favor o en contra de la cooperación de la sociedad civil con el Estado (gobernanza) porque cualquiera sea la postura tomada la contingencia, lo imprevisto, la posibilidad del error, no pueden ser eliminadas. Cualquier programa puede fracasar contra las mejores intenciones de sus impulsores. Lo que no significa que siempre haya de ocurrir lo peor; este no es el “peor de los mundos posibles” aunque haya quien así lo crea. A derechas e izquierdas Albert O. Hirschman encontró retóricas de la intransigencia, creemos que ellas surgen de esa incapacidad para aceptar que no podemos predecir el curso de los sistemas sociales con la precisión que pretendemos.

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