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jueves, 28 marzo, 2024
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Primeros pasos en la ruta de los cambios

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS HERNÁNDEZ •

Hace 50 años ocurrió el movimiento estudiantil de 1968. Sus demandas democratizadoras, como la de libertad a presos políticos com Demetrio Vallejo y Valentín Campa, establecieron un vínculo de continuidad con las grandes movilizaciones de maestros, médicos, ferrocarrileros, elc, ocurridas la década de los años 50. Todas ellas están presentes en el discurso de cierre de campaña 2018 de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), a las cuales agregó las ocurridas de 1976 al 2000 ( mencionando a Heberto Castillo y Cuauhtémoc Cárdenas) con el propósito de conquistar mecanismos electorales de representación, equidad en la competencia y respeto al pluralismo político, mediante las cuales arribó en 2000 la era de la alternancia en el poder ejecutivo federal que, sin embargo, con los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón al frente, interrumpió la apertura y la transición, reproduciendo en alianza con el PRI la vieja cultura autoritaria y de corrupción ejemplificadas con el desafuero y el fraude contra AMLO en 2006.
En 2007, Felipe Calderón declaró la guerra al crimen organizado, estrategia que continuó intacta (y se intensificó) a lo largo del sexenio de Peña Nieto dejando como saldo más de 200,000 asesinados y 40 mil desaparecidos, entre ellos miles de activistas, miembros de organizaciones sociales y de derechos humanos, maestros, indígenas, periodistas,… todo para preservar el proyecto neoliberal y a la élite política y económica que llegó al poder en 1982 incrementando gradual, pero inexorablemente la corrupción y la impunidad como lubricantes indispensables de la maquinaria estatal.
Como bien dice Ilán Semo, el triunfo del 1 de julio fue el “resultado de una multitud de afanes y acciones de la sociedad: la resistencia a los fraudes de 2006 y 2012, el movimiento #YoSoy132, las movilizaciones por esclarecer el crimen de Ayotzinapa, la oposición magisterial, los movimientos indígenas por la sustentabilidad ecológica, las movilizaciones contra la violencia… No obstante las precarias condiciones políticas impuestas por la lógica del control, una sociedad en franco movimiento, capaz de organizarse en las circunstancias más adversas”.
Coma ya sabemos, lo único que hace una elección es llevar a nuevos gobernantes y representantes a los cargos de representación. Parece poca cosa, pero ello abre un mundo de posibilidades, para empezar, el combate frontal a la crisis de representación que aqueja a las instituciones del estado nacional a través de la eliminación de los privilegios de las élites políticas y a la corrupción. Los pronunciamientos que ha venido haciendo AMLO durante las últimas semanas tienen como propósito la consolidación de la confianza de sus electores y el desvanecimiento de las dudas del resto de los mexicanos y, en consecuencia, el incremento acelerado de la credibilidad institucional. Ese propósito también se percibe en la anunciada celebración de una serie de foros de consulta para construir la nueva estrategia para conquistar la paz en nuestro país. Es de esperar que los temas que se traten y la amplia pluralidad de los participantes generarán condiciones que propicien la activa participación de la sociedad acompañando a las instituciones gubernamentales.
Una vez que se haya consolidado la percepción de que por fin tenemos un gobierno que en verdad nos represente, estarán dadas las condiciones para que gobierno y sociedad inicien la gran tarea de enfrentar las restricciones contenidas en el modelo económico vigente para aplicar la política financiera, fiscal y monetaria anunciadas. El relajamiento y/o desmantelamiento de esas restricciones será parte de la destreza política de los responsables de la conducción económica que corresponde al Estado. Crear una nueva fórmula de economía mixta para el desarrollo de México será la misión central del presidente AMLO y sus principales colaboradores en materia económica, pero también política.
En su más reciente columna en La Jornada, Rolando Cordera enumera los principios generales a seguir por toda estrategia económica de cambio progresista, como es el caso.
La mejor política social es una buena política económica. Una comprometida con el crecimiento alto y sostenido de la economía y el empleo y la creación de los mecanismos mínimos necesarios para redistribuir mejor y progresivamente los frutos de dicho crecimiento. No hay ni habrá una política económica para el cambio sin instituciones, nueva y viejas, que soporten las tendencias y fuerzas desatadas por el crecimiento y las encaucen y modulen en favor de la equidad y con rumbo a la igualdad.
La pobreza se abate y supera con el crecimiento y el empleo, mientras que la redistribución se logra con poderes compensatorios efectivos y comprometidos con el cambio en la pauta distributiva a favor del trabajo. Así lo concibieron y actuaron los dos grandes reformadores del capitalismo en el siglo XX, los presidentes Franklin D. Roosevelt y Lázaro Cárdenas. En el capitalismo moderno, dentro del cual nos movemos, no hay mejor institución redistributiva que el fisco, inimaginable como tal sin una efectiva lucha económica de clases que para durar y ser productiva tiene que darse por conducto de organizaciones formales, durables y legítimas. De aquí la actualidad y pertinencia del sindicato.
No hay capacidad de crecimiento y redistribución en una economía globalizada sin acuerdos sustanciales entre capital y trabajo y una creíble interlocución del Estado como árbitro y promotor. Monitor, de estos convenios
No existe crecimiento alto y sostenido sin inversión alta y sostenida. Y no hay la inversión necesaria para crecer como se requiere sin una inversión pública que complemente y jale a la privada y le geste nuevos espacios de acumulación, producción y ganancia.
No hay nada como lo sugerido, sin un Estado promotor y regulador, responsable de la concertación público-privada y comprometido con la redistribución del ingreso y la riqueza. Expresamente comprometido con la justicia social y enterado de los vectores que hacen de esta justicia un régimen de gobierno, de Estado y democracia. ■

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