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martes, 16 abril, 2024
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Orden y disciplina en la escuela de primeras letras dirigida por Ignacio Ribott

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Por: LEONEL CONTRERAS BETANCOURT •

Ciudad de Zacatecas, año de 1832. Ignacio Ribott solicita a la Junta Directiva de Enseñanza Pública (JDEP), hacer “reparaciones y adquisiciones” en su establecimiento. En primer término, poner las vidrieras en las ventanas, pues al dejarse abiertas resultaba molesto y hasta imposible trabajar por los “ventarrones” que se presentaban muy continuamente. Tampoco podían cerrarse, pues se corría el riesgo de quedarse a obscuras. Se requería tapar (“tabicar”) con ladrillos los boquetes que había en los muros de la sala. Seguidamente borrar la vieja pintura con la que estaba recubierta y blanquearla “juntamente con los corredores”.

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Como el edificio en donde estaba la escuela era una vecindad, los corredores deberían cubrirse para evitar que los niños se distrajeran.

A las mesas y bancos se les deberían hacer las reparaciones que requerían a fin de que tuvieran “la debida solidez”. Ocho de los telégrafos deberían ser rehabilitados con sus respectivas tablitas con fondo blanco. El tipo o carácter de las letras que deberían llevar impresas sería el que se ordenara al pintor encargado de su reparación. También hacían falta “cinco docenas de tinteritos” de plomo y color azul. De igual forma se necesitaban “diez docenas de pizarritas de piedra”. Estas se encuentran en Tampico o entran por ese u otro puerto, señalaba Ribott. A las que había que agregar “seis gruesas de pizarrines de la misma clase”. Se deberían comprar una docena de pizarras de lienzo con sus correspondientes gises.

A efecto de colgar los tableros, deberían instalarse listones “de dos dedos de ancho” alrededor de la sala. Se requerían 50 tableros “de a pliego”. La cantidad de carteles formaba cuatro colecciones. También, había que mandar hacer veinticinco semicírculos de hierro, de las dimensiones que se indicaría al artesano.

Los libros que el preceptor Ribott, estaba demandando, cuya relación aparece también en la segunda nota, eran los siguientes:
_ Siete docenas de ejemplares del Catecismo de moral universal, escrito por Saín Lambert, obra que ya se reimprimía en México.
_La misma cantidad del Tratado de urbanidad, de Escoiquiz,obra cuyo contenido se refiere a las obligaciones del hombre. También reimpresa ya en el país.
_Cuatro docenas del compendio de la Historia de los Estados Unidos del Norte.
_Cuatro docenas de las Lecciones de Aritmética, por don José Moreno.
_La impresión del manuscrito Elementos de la lengua castellana. Material indispensable para ayudar a los niños a hablar y escribir bien dicho idioma “con propiedad”. De no ser posible, se deben adquirir cinco docenas “de otra obrita que lleva el mismo título”, escrito por Herranoy Quiroz, obra que ya se reimprime en México.
_Doce colecciones de muestras de letra inglesa. Y también cuatro colecciones de la obra de Torcuato Torío de la Riva.
_Un ejemplar del Arte grande de escribir de este mismo autor.
_Un Diccionario de la lengua, Séptima edición, a cargo de la Academia.
_Un surtido de las resmas de papel estampado del que se vende en México para las escuelas, sin caídas o diagonales, esdecir, de las reglas 5°, 6°, 7° y 8° de Torío. En su defecto, 5 juegos de pautas de las propias reglas y una resma de papel blanco mensual.
_ Cuatro mazos de plumas, un almud de huisache y cinco libras de alcaparroza para la tinta mensual de dicha escuela.
_Una docena de cortaplumas para los instructores.
_Un barril para agua con su jarrito de hoja de lata.
_diez pesos mensuales para premios y billetes de números 1, 2, 3 y 4; con la inscripción que se le dirá al impresor 1.

Como se podrá ver, no eran pocas las reparaciones, compra de material y libros que el profesor Ribott estaba demandando al presidente de la JDEP para la escuela a su cargo. Pareciera que había encontrado una escuela totalmente desabastecida de mobiliario, libros y utensilios, como si fuera a fundar una nueva.

El grupo del que Ribot se había hecho cargo abarcaba la cifra de 80 alumnos.

Lo que más lamentaba, y de ello ponía en aviso a la Junta, era el abandono y las carencias de la escuela. Las condiciones que reunía no eran las óptimas para que se aplicara con éxito el método de acuerdo con el Reglamento irónicamente redactado por él mismo.

Añorando quizá viejos tiempos, en opinión del aguerrido preceptor, “ni siquiera se observaba el orden común de las escuelas antiguas” 2. De aquí infería el atraso tanto material como académico en que se encontraban la escuela y los niños, respectivamente. Las razones por las que tomó la decisión de enviar las notas en las que enteraba a la corporación sobre las nulidades, reparación y dotación de materiales, estaba más que justificada. Consideraba qué de no resarcirse las carencias, se trabajaría el método de enseñanza con muchas desventajas.

El preceptor fijaba su postura dejando muy claro, que de hacerse las reparaciones y dotar del material que el plantel estaba necesitando, se podría: “llegar en breve a perfeccionarse la instrucción de estas pobres criaturas con el auxilio de los útiles de primera necesidad que en la propia relación van expresados, no sólo no podría hacerme responsable de los adelantos de los niños, pero ni aún, de la observancia del método, ni del orden que a él es inherente”3.

Si en plena capital, el maestro Ribott encargado de una escuela pública daba a conocer a la JDEP la carencia de utensilios, materiales y libros; que podría esperarse de las escuelas de las municipalidades de partidos más alejados. Con el empleo del método lancasteriano un niño podía compartir con otros compañeros, lo mismo que una clase o sección avanzada de lectura, en una mediana de escritura y en la elemental de aritmética o doctrina. El alumno avanzaba en los ramos de acuerdo con el progreso individual que iba mostrando, tras ser evaluado por el director 4.

El opúsculo de Ribott o Reglamento pensado para las escuelas elementales se sustentaba en la disciplina entendida según Foucault como “un tipo de poder” que, basándose en ciertos instrumentos y técnicas, niveles de aplicación y metas, representa una “física” o una anatomía del poder5.

El mejor empleo de la economía del tiempo sería uno de los rasgos distintivos del Sistema de Enseñanza Mutua reglamentado por el opúsculo de Ribott. A fin de utilizarlo de la mejor manera posible se dividía a las clases (grados) en semicírculos. Esta organización del tiempo en el aula dejó de lado el carácter lineal y sucesivo de la enseñanza a cargo del director o preceptor encargado de la escuela. Adiferencia del método antiguo, su trabajo sería el de revisar, evaluar y promover a la siguiente clase a los alumnos que tenían los méritos suficientes que iban acreditando los niveles de cada ramo o materia. El ritmo y tiempo de las actividades en serie y rutinarias, estaban marcados por las señales del reloj, la campana y el telégrafo 6.

Dice el propio Foucault, para quien la escuela, el ejército y los hospitales son formas de prisión, que las disciplinas (en plural) de las que se derivan los reglamentos y los exámenes que los contienen, son fruto de la Ilustración. En el caso del examen, su naturaleza combina los mismo “técnicas de la jerarquía que vigila y las de la sanción que normaliza”7. El examen entonces, vendrá a ser la esencia a la vez que la coronación del método.

 

Referencias.
1
2 1 AHEZ, Fondo Jefatura Política, Serie Instrucción Pública, Subserie Generalidades, “Nulidades radicales que según el método lancasteriano se notan en la escuela pública a mi nombre”, fjs. 3 y 4.
Ibid., fj. 5.
3 Ibid., fjs. 5 v y 6.
4 “Historia de la Educación en México para el 5º y 6º semestre de Educación Normal …”, op. cit. pp. 65-6
5 Foucault, Michel,op. cit., p. 218.
6 Ibid. p. 158.
7 Ibid. p. 189.

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